Esta semana y en las pausas de un ajetreado rodaje en una librería porteña del barrio de Palermo, Casciari, la realizadora Ana García Blaya y el autor del bestseller homónimo en que está basado el film, Pedro Mairal, charlaron con la agencia de noticias Télam acerca de la particular producción que propone la película.
«El método es sencillo, pero como es nuevo es medio sorprendente. Compré los derechos de la novela, calculamos el presupuesto filmando en Montevideo y dio 600 mil dólares. Entonces, imprimí 6 mil bonos de 100 dólares, los pusimos a la venta y rápidamente se vendieron», contó Casciari, sobre el particular experimento cinematográfico que puso en marcha para realizar la película.
Muchos de los denominados «socios-productores» tenedores de esos bonos, que llegan a 2 mil, colmaban la vereda de la librería cuyo interior había sido saturado por actores y el equipo técnico, y aguardaban a que los convocaran para ingresar al set, ya que su participación accionaria les otorga la chance de ser extras en la película.
Consultado sobre la mecánica del involucramiento de los micro inversores, que en su mayoría son suscriptores y seguidores desde los tiempos de la revista Orsai, Casciari explicó: «Todo se hace a través de una app en la que se votan propuestas que los ejecutivos proponen».
«Por ejemplo: decidieron si querían que los actores fueran célebres o salidos de casting y quiénes serían los protagonistas; tiene que haber un quorum de 51 por ciento en cada votación, dividida en rubros como guion, finanzas o fotografía», agregó el escritor, mostrando en su celular la app diseñada para las deliberaciones comunitarias.
En ese sentido, recordó: «La revista Orsai surgió también como un proyecto colaborativo pero diez años después hay mucha más tecnología para hacerlo con más detalle. Ahora hay una app, la gente sabe usar mejor la tecnología y entonces podés tener a dos mil personas tomando decisiones creativas, pero sin caos».
Muchos de los entusiastas del proyecto que invirtieron sus 100 dólares comentaban que el espíritu comunitario del proyecto los había impulsado incluso a colaborar formando espontáneamente un grupo de prensa y difusión con el que contribuyen a la divulgación de la iniciativa.
La novela de Mairal narra un día en la vida de un escritor cuarentón con poca afición por su matrimonio, interpretado en la película por Sebastián Arzeno, que está obnubilado por la belleza y juventud de una uruguaya que conoció un tiempo atrás en Montevideo, encarnada en la película por Fiorella Bottaioli, nacida en esa ciudad.
Con tono costumbrista y una narración masculina muy sexualizada «alla Bukowski», el relato avanza en el reencuentro con la joven y toca también la coyuntura local, ya que el escritor en realidad debe ir y volver a Uruguay en un día para ingresar al país 15 mil dólares por derechos de autor del exterior que, de recibirlos en Buenos Aires, serían convertidos a pesos al cambio oficial.
No obstante, el foco está en la incertidumbre de un hombre que, contra reloj, lo único que desea en el mundo es consumar el romance que un año atrás no pudo concretar con una chica veinte años menor y llevar así un poco de frescura a su vida.
«Como autor del libro, no lo puedo romper todo como hay que hacer para realizar un guion. Es un cambio de lenguaje», dijo con apego Mairal, consultado sobre su escueta participación en la conformación del guión.
Al respecto, agregó: «Hicieron el guion con un equipo, Casciari estaba en las discusiones, y cuando estuvo armado me sumé a ver cosas del tono, de algunas escenas, ajustes. Pero no lo escribí».
«De alguna manera, la película dialoga con la novela: es como si fuera su contraplano. Porque la novela es la subjetiva del protagonista y nunca sale de su cabeza. En cambio, la película puede modificar eso y salir de su cabeza», reseñó el escritor sobre las diferencias entre su libro y el guion del film.
Al explayarse sobre el tema, Mairal adelantó que en la película están más desarrollados algunos personajes que apenas aparecen en la novela y que, por ese motivo, el film funciona «como una ampliación del libro».
«Estoy concurriendo a los rodajes, estuve en Uruguay también. Tengo un bono de la película y lo enmarqué: quería participar en eso también», recalcó el escritor sobre su participación en la producción.
Mairal también elogió a la directora elegida para el proyecto y resaltó el aporte que su visión implica para la transposición del texto a la pantalla, ya que la novela tiene un punto de vista muy masculino.
«La elección de Casciari fue un golazo: ella hizo una película preciosa, súper intimista, muy emocional, muy familiar. Y esto tenía que tener ese tono. Porque es un día en la vida de un tipo que hace algo que destruye a su familia», sostuvo Mairal sobre Ana García Blaya, que antes escribió y dirigió la elogiada Las buenas intenciones (2019), su ópera prima.
En tanto, para García Blaya, «el libro está muy adentro de la cabeza del protagonista y lo que intenta hacer la película también es ver qué pasa con esas mujeres que se va encontrando para entenderlas un poquito más».
«Hay una libertad que el escritor le da al lector y al que va a hacer la película. Esa libertad, los que escribieron el guion la rellenaron con sus puntos de vista y yo hice lo propio desde la realización. Es una suma de puntos de vista», señaló.
La tarde avanzaba tras una larga jornada de rodaje, una de las últimas, y los socios-productores, que en rigor se comportaban más como cálidos fans de Casciari y Mairal que como fríos inversores, esperaban en la vereda el momento ideal para cruzarse a los dos escritores y tomarse una foto con ellos.
También intercambiaban impresiones con Mairal sobre la novela y el guion y se ilusionaban con recuperar la inversión en caso de que la película tenga éxito comercial, o incluso obtener alguna ganancia, algo que a todas luces quedaba en segundo plano ante la posibilidad de compartir esos momentos con sus admirados creadores.