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Caso Valentín Reales: su mejor amigo fue apuñalado y corre riesgo su vida

Tiene 17 años y está preso en el Irar, donde esta semana lo apuñalaron. Su madre afirma que el único pecado de él, y también de ella y su pareja, es intentar desentrañar qué pasó con Valentín Reales, el pibe desaparecido desde noviembre.

Los padres de Milton B. tienen miedo de que a su hijo de 17 años lo maten. Desde el 20 julio vive en el Irar, donde el domingo pasado lo apuñalaron. Sobre él pesan dos denuncias por balear el frente de una vivienda, pero los peritajes y los sucesivos allanamientos en la casa de sus padres no arrojan pruebas en su contra. El gran pecado de Milton es haber sido el mejor amigo de Valentín Reales, el chico de 15 años que está desaparecido desde noviembre del año pasado. El gran pecado de Lorena y Sergio, los papás de Milton, es reclamar por la desaparición de Valentín, organizar marchas, denunciar, reconocer en un pozo las zapatillas del chico. Hoy temen por la vida de su hijo. Y nadie parece escucharlos.

Milton B. es el menor de tres hermanos. Su mamá Lorena vende ropa en distintas ferias, las que día a día se multiplican con la crisis. Sergio es albañil, y cuenta orgulloso que está en blanco. La casa en la que viven en Cabín 9 es el fruto del sacrificio de toda la vida. Su hijo asiste a la escuela técnica del barrio y está en el segundo año de un taller de motos, que es lo que más le gustaba y que le abría las puertas de un oficio hacia el futuro.

Pero todo eso ya no existe. Ahora Milton vive en el Irar, lugar en donde la Justicia dice protegerlo del barrio. El domingo último lo apuñalaron y recién el martes su madre se enteró, cuando el chico se sentó en el juzgado. Ese día recién lo habían llevado al médico y Milton convive con sus agresores que incluso lo amenazan verbalmente cuando su madre lo va a visitar. Pero, para la Justicia, el Irar es un lugar seguro.

Lorena recuerda un barrio convulsionado por la pelea entre bandas. También el esfuerzo de Valentín Reales por salir de los llamados Cuatreros y las represalias. Con dolor muestra una foto con la cara desfigurada de Valentín, atacado a golpes con una llave inglesa. Después recuerda que los hermanos de Valentín fueron baleados. Los agresores, según Lorena, reclamaban el regreso del chico a las filas de la banda y “querían que volviera a vender para ellos”.

Al poco tiempo, Valentín se convirtió en un hijo para Lorena y Sergio. Lo cuidaron el tiempo que estuvo con ellos y un día no volvió más.

Con desesperación de padres, ellos comenzaron la búsqueda. Pero nunca lo encontraron. A su vez, armaban la historia de la muerte atroz que sufrió Valentín, ya que muchos de los vecinos aseguran que el chico fue torturado antes de que lo mataran y lo enterraran en un campo cercano.

Marcharon por Valentín, pidieron justicia y lo único que lograron es que su hijo terminara preso y con riesgo de vida.

Sus padres cuentan que en enero pasado balearon la casa de una de las personas señaladas en el barrio como los agresores de Valentín. Y la denuncia recayó sobre Milton, quien terminó unos días en el Irar. “Las denuncias las hacen en la comisaría y ahí recaen sobre mi hijo”, explica Lorena. “Es difícil pensar que la Policía no tiene nada que ver con la desaparición de Valentín y con todas las denuncias que recaen en mi hijo”, sostuvo Lorena.

El 17 de julio volvieron las denuncias. Tenían que ver con otro ataque a balazos contra una vivienda de una persona señalada en el barrio por la desaparición de Valentín. Otra vez la denuncia recayó sobre Milton. “Allanaron mi casa el martes, y el jueves. Ese día se lo llevaron a Milton y la jueza lo mandó al Irar”, cuenta.

“Me hicieron muchos allanamientos y nunca encontraron nada. Tengo miedo que un día me terminen poniendo algo”, destacó la mujer.

La falta de ecuanimidad para evaluar las denuncias sorprende a Lorena: “Una vecina denunció que le balearon la casa y nadie hizo nada. Cuando lo acusan a mi hijo, enseguida me allanan”.

Valentín

Valentín Ezequiel Reales tiene 15 años y a mediados de noviembre desapareció de Cabín 9. Sus amigos y familiares hicieron la denuncia en la comisaría del barrio apenas notaron su ausencia, pero recién 15 días después su caso tomó estado público, cuando se informó que la Policía, por orden del fiscal de Homicidios Florentino Malaponte, iniciaba un rastrillaje siguiendo la pista de versiones que lo daban por muerto. Valentín es menor de edad y como todo niño goza de los derechos que estipulan las legislaciones nacional e internacional y que establecen que, ante un chico que falta de su casa, debe activarse un protocolo de búsqueda especial. Sin embargo, todos los organismos consultados por este diario apenas trascendió el caso sostuvieron que se enteraron de la desaparición en esos días de fines de noviembre, aunque el pedido de datos del Juzgado de Menores había ingresado el 7 de ese mes. El caso de Valentín no es atípico y se suma al de otros adolescentes en situación de extrema vulnerabilidad social a quienes el Estado parece llegar tarde siempre.

Hace algunos meses llegó a la Policía el dato de que el chico estaba enterrado en un descampado. En el barrio creen que por la noche alguien retiró el cuerpo del pozo donde estaba y en un descuido dejó las zapatillas y las medias del chico.

“Valentín vivía en mi casa. Nosotros empezamos a buscarlo, a hacer marchas, a pedir su aparición. Acá hay otras cosas. Tuvimos que dejar de buscarlo porque había represalias, todo lo que pasa es por eso”, destacó Lorena.

Sergio, el padre de Milton, fue quien reconoció las zapatillas y las medias de Valentín.

Ataque reciente

“La jueza (por María Dolores Aguirre Guarrochena) dijo que lo ponía en el Irar a Milton para cuidarlo, y le hacen un tajo en la panza el domingo y recién me enteré el martes en el juzgado”, destacó Lorena.

“Mi hijo está en peligro; no sé cómo pueden protegerlo en el Irar. Ella me dijo que mi hijo corría peligro. Tengo miedo de que lo maten”. La última visita que hizo Lorena al Irar la preocupó más aún: “Estaba muy mal. Pienso cuando me voy que lo pueden matar y no decirme nada”.

“Somos trabajadores”

“Además, la jueza dice que me vaya del barrio, que deje mi casa. Muchos vecinos hicieron eso: vendieron a dos centavos y se fueron. Pero yo no me voy a ir: no puede ser que las casas se vendan por ese precio o las usurpen. Nosotros no somos delincuentes. No tenemos antecedentes. Sólo somos trabajadores”, dijo Lorena.

 

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