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Caso Zamudio: el prefecto que disparó sigue trabajando

Sólo lo imputaron por el crimen y sigue en libertad. Desde un principio hay dos versiones contradictorias que nunca se aclararon.

La noche del 27 de mayo de 2015, un prefecto entró en un Falcon a un pasillo de Tablada y mató a un adolescente de 16 años. Este es el único punto en el que coincide la versión judicial y la de su familia: en que esa noche, Maximiliano Zamudio murió. Al igual que en otros casos denunciados como gatillo fácil, los argumentos de un lado y de otro son diametralmente opuestos. En la investigación realizada por el fiscal Miguel Moreno, el uniformado se defendió durante un intento de robo, mientras que para los testigos, Maximiliano fue ejecutado a sangre fría. A un año del crimen, las dos versiones siguen desencontradas.

Es el 9 de mayo de 2015 y Maxi festeja los 16 en la casa de su abuela en Tío Rolo. A la noche vuelve a Tablada para saludar a sus amigos y el resto de su familia. De los festejos a su mamá María le queda un video que se pierde en la memoria de algún celular. Dos semanas después, será asesinado, a un día de que Gendarmería desembarcara por segunda vez en Rosario.

Cumpleaños

El 9 de mayo de 2016 la familia de Maximiliano está en el cementerio La Piedad. Un celular arriba de su tumba pasa música romántica y melancólica. Alrededor, tres fotos arrugadas en las que Maxi casi sonríe. En una está con su maestra y al dorso, en una letra prolija, ella le agradece el esfuerzo de ese año. “Avanzaste un montón y eso me llena de orgullo”, escribió. Hay flores de plástico y de verdad y un almanaque con el escudo de Central. El auriazul se repite en los globos que sostienen las manos de su abuela, sus tías, hermanitos, primos y amigos. María no carga globos sino una remera blanca con la cara de su hijo y letras grandes con la palabra Justicia. También lleva puesto un año de ausencia y piensa que la investigación no sólo está parada, sino que “protege al asesino”.

María se refiere siempre así a Ariel Fernando C., el prefecto de 33 años que la noche del 27 de mayo del año pasado entró al pasillo de Colón al 4300 manejando un Ford Falcon. En el motivo de su visita aparece el primer punto en el que se contraponen los argumentos de lo que pasó esa noche.

Un Falcon en un pasillo

Según la versión del uniformado, que fue la difundida desde el primer momento por la Fiscalía de Homicidios, llegó a esa calle alrededor de las 22 a acompañar a una mujer, quien bajó del auto y se metió en una casa a buscar un equipo de música. Cuando estaba solo, un chico se le acercó y le quiso robar “con algo que parecía un arma”. Ariel C. se defendió y gatilló al menos dos veces con el arma reglamentaria.

Los vecinos y la familia de Maxi dijeron otra cosa. Cuando los pocos vecinos que estaban en la vereda vieron entrar un Falcon a la estrecha calle sin asfalto, no podían explicarse qué hacía un hombre solo a esas horas de la noche en un lugar donde casi nunca entran autos. Con extrañeza, se quedaron mirando y vieron que el conductor llamó a Maxi. El chico había salido de su casa un rato antes y comía un yogurt acodado en la entrada de una casa. Se acercó a la ventanilla y, después de un intercambio de palabras, lo vieron caer al piso de un disparo. El hombre salió del auto, le pegó una patada y volvió a gatillarle, esta vez en la cabeza.

Enseguida, los vecinos empezaron a salir de sus casas, entre ellos María, que encontró a su hijo muerto junto a un hombre armado al que no conocía. “¿Qué hiciste? Mataste a mi nene”, le gritó, y se le fue encima. El hombre se identificó como prefecto. “Me decía que lo perdone, que no lo había querido matar y yo lo empecé a correr”, recuerda María.

El oficial se metió en un pasillo sin salida, donde María lo alcanzó, agarró un palo y le empezó a pegar. Él se la devolvió: sacó el arma y disparó varias veces pero no logró herirla, sólo cubrir su huida. Cuando salía del pasillo, llegó un móvil policial. Esa noche, el Falcon fue incendiado por un grupo de vecinos indignados por el asesinato de Maxi.

La investigación recayó en el fiscal Miguel Moreno, quien desde un primer momento se apegó a la versión del uniformado y una testigo aportada por el sospechoso. La mujer no presenció el crimen pero, según el fiscal, confirmó que el agente fue con ella a buscar unas cosas y cuando estaba dentro de la casa escuchó los disparos.

Testigos

Del otro lado, María y sus hermanas llevaron a la Fiscalía casi una decena de testigos, varios de ellos presenciales. Para el fiscal, estos testimonios son contradictorios entre sí, aunque no explicó por qué. Pero además, María contó que en una reciente reunión para informarse sobre los avances en la investigación “Moreno me mostró una foto de un chico armado y me dijo que ése era Maxi, sugiriendo que era un delincuente”, contó la mujer. “Le dije que ese no era Maxi y me pidió que le lleve otra foto, lo que hice unos días después. Pero aún si ese chico fuera Maxi, ¿por qué está investigando a mi hijo y no a su asesino?”, se preguntó María.

Casi como una respuesta a este interrogante, Moreno informó a través de un vocero que efectivamente investigó a Maxi y encontró una causa del Juzgado de Menores. “Se pidió informe para cotejar algunas versiones sobre la forma de manejo de Zamudio”, dijo.

Disparos

En relación con los disparos efectuados por el agente, la versión oficial dice que Maxi tenía dos impactos de arma de fuego. El día del crimen secuestraron el arma reglamentaria del prefecto y un mango de escopeta que, según Ariel C., fue el elemento que confundió con un arma y con el que lo amenazó Maxi.

“Se pudo determinar por pericia balística y autopsia que los disparos van de abajo hacia arriba, por lo que se cree que salen de adentro del auto con el prefecto sentado”, dijeron los voceros judiciales, aunque después aclararon que “Moreno espera el resultado de pericias que faltan aún, de planimetría y cotejo balístico”. Entonces, resulta difícil entender cómo el fiscal determinó que el trayecto de las balas fue de abajo hacia arriba y desde el auto, sin el resultado de los estudios correspondientes. No menos llamativo es que, a un año del crimen, esas pericias aún no se hayan realizado.

Lo cierto es que Ariel C. fue imputado una semana después del crimen por homicidio agravado por el uso de arma de fuego. La imputación fue en libertad y en Fiscalía, sin audiencia pública de por medio. El prefecto quedó libre porque para Moreno no hay peligro de entorpecimiento de prueba ni de fuga. Actualmente, sigue en funciones, tanto en Rosario como en otras provincias.

“Lo que está en investigación es la responsabilidad penal, la responsabilidad del hecho cometido está clara desde el principio: el hecho ocurrió, lo que tiene que determinar el fiscal es si la acción fue justificada o no. La imputación se hace por lo que se llama resultado típico, el hecho real que existió más allá de que se tiene que determinar la responsabilidad”, dijeron voceros judiciales. Al menos en eso, en que Maxi fue asesinado, coinciden Moreno y María.

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