Cayetano Santos Godino, alias «El Petiso Orejudo», es sin dudas el asesino de chicos más feroz que pudo tener el país, ya que con apenas 15 años fue el autor de los crímenes de cuatro niños, siete intentos de homicidio y el incendio de siete edificios.
El apodo era evidente dado que sus orejas sobresalían de su cara enmarcada y hasta incluso algunos médicos creyeron que en el tamaño de las mismas radicaba su maldad.
Por eso de grande fue operado, con el objetivo de achicarlas, pero el resultado no cambió, porque el comportamiento de este sociópata siguió igual.
Fiore Godino y Lucía Rufo eran inmigrantes italianos que llegaron a la Argentina en 1888 y tuvieron 10 hijos, entre ellos a Cayetano, el 31 de octubre de 1896.
De chiquito mostraba mucha violencia y a muy corta edad ya había intentado matar a varios pequeños, a tal punto que su papá pedía que la policía lo detuviera.
Con solo 8 años llevó engañado a un niño de casi 2 años llamado Miguel de Paola a un baldío, donde le pegó varias veces con una piedra en la cabeza y lo arrojó a una planta con espinas.
No lo mató porque un vigilante lo descubrió y llevó a ambos chicos a la comisaría,de donde luego serían retirados por sus respectivos padres.
Al año siguiente agredió a Ana Neri, una vecina de apenas 18 meses, a quien llevó hasta un terreno baldío en donde la golpeó varias veces en la cabeza con una piedra y nuevamente es descubierto por un policía. El uniformado lo detuvo pero fue dejado en libertad esa misma noche por su corta edad.
Lo mismo pasó con Roberto Carmelo Russo, de quien «el Petiso Orejudo» dijo ser el liberador del menor, pero igual fue arrestado y al poco tiempo liberado por falta de mérito.
El 9 de septiembre de 1908 fue el turno de Severino González Caló, de 2 años, a quien Cayetano llevó a una bodega ubicada frente al Colegio del Sagrado Corazón.
Allí lo sumergió en una pileta para caballos cubriéndola después con una tabla para ahogar al pequeño, pero el propietario del lugar, Zacarías Caviglia, descubrió el hecho.
Sin embargo, Godino adujo que el niño había sido llevado hasta el lugar por una mujer vestida de negro, de la cual suministra señas particulares. De todas maneras, fue llevado a la comisaría, de donde es recogido al día siguiente.
El 15 de septiembre del mismo año, en Colombres 632, quema con un cigarrillo los párpados de Julio Botte, de 22 meses de edad, pero escapó al ser descubierto por la madre de la víctima.
Sus padres se preocuparon por la violencia del niño, ya que hallaron cajas de zapatos debajo de su cama con pajamos asesinados por él mismo, y lo entregador a la Policía.
En 1912 asesinó a tres niños: los dos primeros fueron los crímenes de Arturo Laurora y Reina Bonita Vainicoff.
El primero fue el de un niño de 13 años hallado muerto a golpes y estrangulado en una casa vacía en enero de 1912, mientras que dos meses después fue el turno de esa nena de 5 años, quien fue prendida fuego y falleció al poco tiempo debido a las quemaduras.
Ese mismo año, fue el crimen de Gesualdo Giordano, quien no llegaba a los 4 años, y allí cayó detenido en manos de la Justicia «el Petiso Orejudo».
Giordano desapareció de la puerta de su casa y su cadáver apareció en un baldío, estrangulado con un piolín y con un clavo en la sien.
La imagen horrorizó a la población, que ya acusaba a Cayetano por el horroroso crimen.
Los vecinos denunciaron que la última vez que habían visto a Gesualdito, caminaba de la mano con Godino, por lo que la policía lo detuvo el 4 de diciembre y momentos después el acusado confesó sus crímenes, más allá de no sentir remordimientos.
También en 1912 pudo haber matado a otros dos menores más, pero no lo pudo lograr.
El 16 de noviembre, en un baldío situado en las calles Deán Funes y Chiclana, intentó golpear a Carmen Ghittone, de 3 años, pero un vigilante que pasaba por la zona vio el accionar y lo evitó, aunque Godino escapó.
Cuatro días después, se lleva de la esquina de Muñiz y San Juan a Catalina Naulener, de 5 años, hacia un baldío por la calle Directorio, pero antes de arribar la nena se resistió a seguir y «el Petiso Orejudo» la golpeó.
Esa situación la vio el dueño de la vivienda situada en San Juan 78 e intervino para evitar que siga la agresión, mientras Cayetano nuevamente logró huir.
A los 15 años fue procesado por los asesinatos de los niños Arturo Laurora, Reina Bonita Vainicoff y Jesualdo Giordano.
Existió un cuarto homicidio atribuido a este asesino serial, el de María Rosa Face, de 3 años, ocurrido el 29 de marzo de 1906.
El que sería el primer asesinato de Godino pasó desapercibido y solamente sería descubierto años después cuando él mismo lo confesó ante la policía.
El homicida contó que ese año tomó a una niña de unos 3 años y la llevó hasta un terreno baldío sobre la calle Río de Janeiro, donde intentó estrangularla y después la enterró viva en una zanja, que cubrió con latas.
Los policías, al conocer este crimen, se trasladaron hasta el lugar pero encontraron que se había edificado una casa de dos pisos.
Sin embargo, en la comisaría 10ma. quedó registrada una denuncia por desaparición con fecha de 29 de marzo de 1906, justamente de una niña de 3 años de nombre María Rosa Face, pero la menor nunca fue encontrada.
Luego de una serie de peritajes psiquiátricos, fue declarado, en principio, inimputable, por considerárselo irresponsable, aunque se decidió su internación provisoria en el Hospicio de las Mercedes.
Sin embargo, por decisión del Ministerio Público, el Petiso fue trasladado a la Penitenciaría Nacional, en aquel entonces ubicada en Las Heras y Coronel Díaz.
Su último traslado fue a la Cárcel del Fin del Mundo, en Ushuaia, -hoy convertida en un museo- donde cumplió su condena por «cuatro homicidios, siete tentativas de homicidios frustrados por las circunstancias, siete incendios intencionales, algunos de los cuales revistieron carácter grave».
En 1927 se lo sometió a una cirugía para reducir el tamaño de sus orejas, ya que los médicos que lo habían investigado pensaban que de ahí podía radicar el origen de su crueldad.
En 1936, Godino pidió la libertad y se la negaron y los exámenes médicos que se le practicaron determinaron que era «un imbécil o un degenerado hereditario, perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean».
Los reclusos le pegaron tanto que tardó más de veinte días en salir del hospital.
Godino no recibió visitas ni le escribieron cartas, y murió sin confesar remordimientos.
El 15 de noviembre de 1944, a los 48 años, murió en la cárcel, presuntamente a causa de una hemorragia interna provocada por un proceso ulceroso gastroduodenal.
De todas maneras, trascendió que había sido maltratado y, con frecuencia, violentado sexualmente.
Incluso, versiones policiales señalaron que fue asesinado a golpes por los presos del penal, luego de matar al gato que tenían como mascota en la cárcel tras arrojarlo junto con los leños al fuego e incluso se dijo que le había traspasado un clavo en la cabeza, como hizo en alguno de sus homicidios.
Otros trascendidos indicaron que los golpes que le dieron los reos lo dejaron severamente herido y su recuperación tardó 20 días.