¡Con qué poquito Central! El Clásico de Rosario se quedó nuevamente en Arroyito, donde el Canalla le ganó por la mínima a un Newell»s tan tibio como inexpresivo. Un tiro libre preciso de Malcorra, así desgarrado y todo como estaba, fue suficiente para inclinar la balanza a favor del equipo de Miguel Ángel Russo, que con muy poco se llevó muchísimo y le dio una alegría enorme a su gente. Hacía falta.
La pegada del 10, quien entró con la intención de darle algo de juego a un Central sin ideas, bastó para dejar con las manos vacías a un elenco del Parque que nunca se animó a ganarlo y sufrió otro golpe durísimo en una temporada para el olvido.
Y eso que el Canalla le dio todas las ventajas posibles. De entrada parecía que la Lepra estaba mejor, pero Ferreyra nunca fue conductor, Sforza la vio pasar seguido y Aguirre no existió. La voluntad de Méndez y el empuje de los del fondo, lo poco rescatable que mostró el equipo de Heinze, quien jamás pensó en ir a buscarlo.
¿Olor a ciclo cumplido? Tal vez. Porque la imagen que entregó Newell’s se agrava aún más teniendo en cuenta el rival: Central es un equipo realmente limitado y se lo ganó con nada. Pero nada de nada.
Pero la mística de Russo alcanzó para desenmascar la supuesta propuesta ofensiva del Gringo. Con el 4-2-3-1 que tanto viene utilizando y el empuje de su gente fue suficiente. ¿Jogo bonito? Ni ahí: sacrificio, orden y mucha pierna fuerte. Así se juegan esta clase de partidos, sobre todo si Campaz anda cruzado y la pelota le llega poco y nada al voluntarioso Cervera.
Quizá si entraba esa arremetida de Lovera en el inicio del complemento la cosa habría sido distinta, pero la diosa Fortuna ya había elegido a su campeón: Ignacio Malcorra, el de la 10 del Negro Palma, quien capitalizó de tiro libre la única que tuvo y grabó para siempre su nombre en la historia grande de Rosario Central, que otra vez ganó el Clásico y decretó el velorio en el Parque y la fiesta en Arroyito.
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