Central mostró dos caras. La netamente ofensiva de la primera parte y la extremadamente indecisa de la segunda etapa. De todos modos, se quedó con los tres puntos en el Gigante ante Patronato, quedó segundo junto a River y se arrimó a Instituto.
El cauteloso planteo de Patronato indicaba que el dominador del partido iba a ser Central. Y así fue. Pero no solamente por el temeroso esquema entrerriano, sino por propia iniciativa del Canalla. Tal como ocurriese desde que Juan Antonio Pizzi archivó el doble cinco y apostó a jugar con enganche.
A poco del inicio de la primera etapa Martín Rivero encontró su lugar en el campo y en consecuencia el talento del volante estuvo a merced del equipo de Pizzi. El roldanense es el pensador y sin dudas se ha convertido en una pieza fundamental de este buen momento canalla.
A los 10, Antonio Medina fue más pícaro que todos y Andrade se lo llevó puesto en el área. Penal más grande que el Gigante que el goleador Gonzalo Castillejos lo canjeó por gol.
Con ese tanto, Central encontró tranquilidad. Incluso pudo aumentar la diferencia, pero Castillejos fue impreciso, Carrizo se mostró apurado y Medina insinuaba más de lo que terminaba. Entonces no lo definía y con un delantero como Jara enfrente podía resultar peligroso.
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En la etapa complementaria la historia no cambió demasiado. Si bien Patronato fue más osado en sus ideas, nunca logró inquietar a Jorge Broun.
La gente armó un verdadero carnaval desde afuera, pero el equipo no respondía a las circunstancias y se mostraba predecible. Le faltaba sorpresa y ya la pelota no pasaba tanto por los pies de Rivero. Por ende las situaciones eran muy escasas. Encima los cambios de Pizzi no fueron consecuentes con la idea ofensiva del inicio y los que entraron (llámese Biglieri) fueron totalmente improductivos.
Central ganó y nada más. No le sobró demasiado. Pero está segundo y en zona de ascenso. Y eso vale mucho.