La pesadilla duró más de tres años. Parecía imposible despertar. Le costó muchísimo a Central recuperar su lugar en la Primera División del fútbol argentino. Pero lo consiguió.
Con errores y aciertos, en proporciones variables según el gusto de los lectores, el Canalla dejó atrás la dura B Nacional. Y lo hizo después de jugar 114 partidos en la categoría. Mucho más de lo que cabía imaginar cuando se inició la trabajosa construcción del camino de regreso al círculo de elite.
Ahora, con el recuerdo fresco de las llagas que produjo el doloroso descenso de 2010, Central está obligado a demostrar que aprendió la lección. Los yerros del pasado no deben repetirse. Sería imperdonable no saber capitalizar las enseñanzas derivadas de las equivocaciones cometidas en el pasado cercano. Cometer errores es humano; pero repetirlos es signo de incapacidad. De eso no hay dudas.
Central volvió a jugar en Primera. Sí, la noticia ya es vieja. Pero, teniendo en cuenta las penurias padecidas en los últimos años, los flashes de la victoria ante Quilmes no deberían encandilar a nadie.
Es indiscutible la importancia del éxito en el debut del torneo. Aunque lo más complejo será demostrar, dentro y fuera de la cancha, que hay estructura y proyecto para sostener el presente. Para lograrlo, entre otras cosas, será necesario algo que desde hace mucho tiempo no sucede en Arroyito: que todos los canallas transiten el mismo sendero, persiguiendo un objetivo común.
Resolver este problema será clave en la pelea de los auriazules por volver a ser. Y el resultado final de la ecuación dependerá tanto del rendimiento futbolístico, como del manejo dirigencial.
