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Central y el demonio de las derrotas

Cambiar a Rivoira no es la solución, la cosa pasa por ganar. Aunque los jugadores estén poseídos por el demonio de las derrotas

Un punto sobre nueve en juego es su realidad. Se la puede dibujar con declaraciones positivas, se la puede disfrazar con signos de confianza, pero no puede ocultarse. Héctor Rivoira suele intentar disimular el mal que lo aqueja, y que es el peor de los males que habitan en el fútbol. La falta de resultados favorables. Qué sentido tiene decir que: «Estamos en el camino correcto», «me voy conforme por la actitud». En este momento, y con el cuadro de situación que todos conocen. Las sensaciones de Rivoira no le importan a nadie. Tampoco que salga a decir que, «con el 68% de los puntos que quedan en juego Central ascenderá». La matemática es una ciencia exacta, Central no lo es.

Sacar cuentas desde la experiencia del técnico (ascendió tres veces) está bueno, suena optimista y es respetable por sus antecedentes. Pero la proyección natural en base al inicio de temporada impone suponer que el objetivo del ascenso inmediato está casi perdido. La pregunta es: ¿Rivoira es el culpable?. No. Tiene su porcentaje importante en el proyecto, pero no. Son los jugadores, quiénes han mostrado una falta de categoría inusual para una institución que paga sueldos de primera.

El primer gol de San Martín de San Juan, con Roberval levantando la pelota con el pecho para después cabecearla, es un gol de campo. De fútbol cinco, o de cualquier nocturno que se juegue en las miles de canchas que hay en la ciudad. Pero no tiene que ver con fútbol profesional, en el lugar donde debía estar al menos uno de los centrales, Rivarola quedó ridiculizado ante el brasileño (más cerca de ser Vinicius que Ronaldinho, y no se sabe si canta) que dispuso todo el tiempo del mundo. ¿Es culpa de Rivoira?. No. Los jugadores no saben defender, en todo caso su culpa es ponerlos en el primer equipo.

La imagen de la policía custodiando el entrenamiento canalla en Arroyo Seco es la postal de la pobreza en la que está sumergido. Rivoira debe entenderlo, es difícil encontrar soluciones en medio del caos. Cambiar de timonel ahora no parece tener sentido (así se piense en el «milagroso» Caruso Lombardi), Rivoira debe seguir. Pero algún partido tendrá que ganar, y Belgrano el próximo sábado es posible que sea su última chance.

Gustavo Alfaro se caracterizó, en su paso por Central, por ser el técnico que mejor explicaba las derrotas. Reinaldo Merlo el más antipático, Cuffaro no se sabía bien qué quería decir. Madelón utilizaba libros de autoayuda, de los cuáles extraía frases memorables, y Rivoira le mete confianza cafetera. «Este es el camino», «me voy conforme». ¿Todos son culpables de éste calvario?. O son los jugadores que están poseídos por el demonio de las derrotas y no hay quien los pueda exorcizar.

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