Sebastián Chale es parte de un grupo de militantes radicales que inició su recorrido político en los 90, en la facultad. Transitó su época de universitario en contra del menemismo, sobrevivió al 2001 dentro de la UCR, como parte del Frente Progresista, y en 2023 logró coronar muchos años de militancia asumiendo la estratégica Secretaría de Gobierno del municipio. Nació en Cañada de Gómez, donde uno de sus hermanos, politólogo como él, fue electo intendente el año pasado. Fue jefe de campaña de Pablo Javkin en 2023 y se referencia en el sector del radicalismo que conducen en Rosario la presidenta del Concejo María Eugenia Schmuck y el rector de la UNR Franco Bartolacci. Hombre de diálogo y experiencia en la gestión, el intendente le asignó la coordinación de todos los sectores políticos que conviven dentro del gobierno. Durante la primera gestión de Miguel Lifschitz en la Intendencia fue convocado por un docente de la facultad a trabajar en un equipo de la Secretaría de la Producción. Finalmente, fue designado como secretario por el propio Lifschitz y desde allí su derrotero político, a excepción de un período como concejal entre 2013 y 2017, siempre estuvo vinculado al sistema productivo. Los últimos cuatro años fue secretario de Desarrollo Económico y Empleo.
—¿Cómo era la familia Chale en términos políticos?
—Como mi hermano es intendente de Cañada, y yo tengo una trayectoria acá en Rosario, todos piensan que venimos de una familia muy politizada. Pero mi viejo era bancario, y luego comerciante, y mi mamá docente. Sí es cierto que se hablaba de política en casa, pero ni mi mamá ni mi papá tenían una militancia activa partidaria. Mi viejo era un afiliado al radicalismo, pero no tenía una militancia activa diaria. Obviamente, en el 83 tengo el recuerdo de Alfonsín, que hizo un acto en Cañada. Yo me acuerdo mucho de esa noche, me acuerdo hasta de cómo estaba vestido mi papá. Obviamente, fue un momento de mucha movilización.
—¿Cuántos hermanos?
—Somos tres hermanos. Yo soy el mayor. El tercero trabaja en una fábrica de envases de cartón. Participa mucho de la vida del club Sarmiento, ahí canaliza su sentido por lo público, por lo social, en un club bien de barrio.
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—¿Cómo fueron tus inicios en la política en Cañada de Gómez?
—Participé del centro de estudiantes de la escuela desde tercer año, incluso elaboramos un diario, con muchos amigos que después vinieron a estudiar acá. Fue la época de la explosión de las carreras de comunicación y periodismo, principios de los 90, cuando las FM empezaban a tener mucha presencia y obviamente eso nos marcó.
—Y después viniste a estudiar a Rosario.
—Claro, yo arranqué dos carreras: Comunicación Social y Ciencias Políticas. Ese primer año me sirvió para elegir, después me enganché mucho con Ciencias Políticas. Hice los talleres de Comunicación, pero no me daba el tiempo para las dos carreras, más otras actividades que tenía, más la militancia, no pude continuarla.
—¿Cómo arrancó la militancia?
—Yo ingresé en 1994 en Ciencias Políticas, el mismo curso del actual rector de la Universidad, Franco Bartolacci, y del actual gobernador, Maxi Pullaro, que fue la primera persona del curso con la que me contacté. A los 15 o 20 días me invitó a su casa y después él vino a la mía. La relación viene desde hace mucho tiempo.
—Les tocó la oposición al menemismo y después la crisis del 2001, que le pegó duro a la UCR.
—Somos una generación que tuvo su fogueo en aquella década del 90. Nosotros reflexionamos bastante sobre esta cuestión. Después nos tocó la crisis 2001 y 2002, y cierta diáspora que hubo dentro de nuestro partido.
—¿Pensás que fueron pruebas que los hicieron más fuertes y los llevaron a los espacios de poder que tienen hoy?
—Nos tocó ganar muy promediando el camino. Nos hicimos fuertes en todas las derrotas. Algunas derrotas más honrosas y otras durísimas, pero bueno, ese es un poco el recorrido que hicimos la gran mayoría. El año que pasó fue una coronación, en el plano provincial y en el plano local, de gente que tenemos una raíz común. Muchos identificados en el alfonsinismo.
—Tu vida de gestión estuvo muy marcada por la relación con el sector productivo, ¿cómo se dio eso?
—Eso surge un poco por casualidad, porque las ciencias políticas, las ciencias sociales, te dan una formación muy general, pero después la especialización viene en el ejercicio de la actividad. Y hubo una propuesta que me hizo un docente de la Facultad, que ni siquiera tenía vínculo partidario, al contrario, venía del peronismo. En la primera gestión de Lifschitz hizo una convocatoria, en el ámbito de lo que era la Secretaría de la Producción en ese momento, y ahí empecé a desarrollar actividad más laboral-profesional, después política. Complementé eso con un estudio de posgrado apenas pude, sobre 2009-2010, y después llegó la propuesta de Lifschitz para ser secretario. Era bastante joven, 30 y pico de años, en un momento donde el radicalismo no tenía una presencia en ese gobierno. Era un gabinete casi enteramente del socialismo.
Para nosotros fue toda una oportunidad, en el plano político, porque nos enriqueció, nos permitió formarnos, pero también nos dio una oportunidad de crecimiento, hasta territorial. Nos permitió empezar a tener vínculos con instituciones, organizaciones, vecinales, grupos de comerciantes…La verdad que fue, si se quiere, desde nuestro espacio, una primera semillita en un plano más general. Ese recorrido termina con la candidatura de María Eugenia Schmuck encabezando una lista a concejal, que ingresa al Concejo, en 2011.
—¿Qué te enseñó la gestión en Producción y últimamente en Desarrollo Económico?
—Aprendí a valorar esta ciudad como una ciudad industrial, una ciudad de mucho empuje privado, con algunas especializaciones muy marcadas. Con una ciudad universitaria que tiene que hacer un aporte a su vida económica y social desde ahí. Obviamente hay quienes se desarrollan bajo otra especialidad y otra formación, otro ecosistema, y también enriquece, pero a mí me agregó mucho a una formación de base que tenía, estrictamente social.
—Con tu experiencia en el área, ¿cómo creés que está impactando la crisis económica en Rosario?
—En este último período de crisis sentimos lo que en el resto del país se da como un fenómeno de alta inflación y por lo tanto de personas con empleo en blanco casi en el umbral de la pobreza, que se está acentuando en estos últimos meses también, pero con un nivel de actividad sostenido y con empleo. Una ciudad que a diferencia de la crisis de finales de los 90, está con una situación crítica a nivel macro, pero con actividad y un nivel de desempleo muy bajo. Es una crisis de otra característica, pero es verdad que el mercado laboral es muy diferente también.
Yo veo que la ciudad tiene algunas oportunidades y una debilidad grande, que es no tener un colchón basado en el empleo público, como ocurre en las capitales de provincia en general. Y acá se siente mucho el impacto cuando se entra en recesión. Hoy no estamos en esa situación, hoy las empresas de medianas a grandes están haciendo grandes esfuerzos para retener personal, porque todo el mundo sabe lo que cuesta luego recuperarse.
—Se dice que Rosario, con las crisis, es la primera en caer y la primera en salir. ¿Coincidís?
—Yo creo que la ciudad y la región están en condiciones de salir rápidamente de una situación de crisis. Obviamente que hay mucho freno en las decisiones importantes, tanto de inversión como de incorporación de personal, producto de que todavía hay un gran signo de interrogación. El DNU y la ley Ómnibus, ¿van a salir tal cual? ¿Salen a medias? ¿Hay algunas reformas en algún sector? ¿La situación cambiaria?
Creo que todo el mundo está esperando a febrero o marzo para tomar alguna decisión, pero de todas maneras la ciudad no pierde ni va a perder esa potencia productiva. Nosotros logramos algunos cambios a nivel normativo y luego de gestión como para generar un plan de promoción de inversiones que está desplegándose, puede estar algo ralentizado en el último tiempo, y sobre todo en este verano. Pero hay un cambio en la fisonomía en la ciudad en algunas zonas, en los accesos por autopistas, en el oeste y sudoeste, que es un proceso para mí irreversible. Podrá ser un poco más rápido o un poco más lento, pero es irreversible. Y creo que va a ser una de las marcas que van a dejar estos dos períodos de Javkin en la Intendencia.
—¿Cómo vislumbrás el futuro?
—Digamos que soy moderadamente optimista en el mediano plazo. Pero es duro el momento que nos toca atravesar, y que vamos a atravesar, porque obviamente es muy fuerte lo drástico de algunas medidas. Obviamente la profundidad que tiene la crisis en el plano macroeconómico es tal que hace que muchas actividades entren en una situación de por lo menos diferir algunas decisiones, después de dos años pospandemia que fueron también muy accidentados, porque la incertidumbre que hoy tenés con el tipo de cambio la arrastrabas antes con, por ejemplo, la política de apertura y cierre de importaciones, y algunas otras cuestiones generales. Creo que también importante, que este es el primer año después de la sequía, y para esta región y esta zona no es un dato menor, pero bueno, con eso solo no alcanza.
—¿Cuál es el rol de un secretario de Gobierno?
—El secretario de gobierno tiene un rol que yo trato de internalizar y compartir con el equipo de la secretaría: asegurar el curso de la gestión. El intendente es el que define el rumbo general de la política pública y el secretario de gobierno es el que tiene que asegurar el curso general de esa política, desde las herramientas a cargo: la política de personal, la cuestión política hacia el Concejo y los acuerdos legislativos que hagan falta para asegurar eso, algunas áreas operativas a cargo, la cuestión de emergencia Defensa Civil, de gestión del riesgo, etcétera, que forman parte de la estructura de la Secretaría de Gobierno, la comunicación, que es otro aspecto clave. De alguna manera eso no ha variado. Ha habido distintos tipos de organigrama en estos 40 años de democracia. El Estado ha crecido, no en tamaño, pero sí en servicios, en prestaciones, en demandas ciudadanas que van hacia el nivel municipal. Lo que creo que no cambia es ese rol, tanto el secretario de Gobierno como el secretario de Hacienda son dos de las columnas en las cuales se monta la gestión municipal, e incluso en otros niveles del Estado también, porque es un rol que uno puede encontrar rápidamente en el plano provincial o nacional. Las herramientas son algunas internas, por ejemplo la política de personal, o la cuestión jurídica, y hay otras que son hacia afuera: las políticas de habilitaciones, concesiones de espacios públicos, o inclusive algunas cuestiones muy operativas.
—¿Cuáles son las diferencias con el jefe de Gabinete?
—Sobre todo en esta etapa, esa es un área dedicada a medición, metodología de gestión, organización de los gabinetes sectoriales, que es una modalidad que incorporamos ahora, ya más institucionalizada, porque la verdad que el gabinete grande es para abordar definiciones más generales, luego para la implementación de políticas vamos a gabinetes sectoriales. Toda esa gestión la hace la jefatura de gabinete, más la métrica, los sistemas de control de gestión, es un trabajo si se quiere más hacia adentro. Maneja metodología, estadísticas, indicadores, la cuestión que hace al control y al monitoreo de la ejecución de las decisiones que se toman, por ejemplo, en el ámbito del gabinete.
—El gobierno municipal incluye una multiplicidad de fuerzas, que fueron las que participaron electoralmente. ¿Qué rol tenés en el mantenimiento de ese equilibrio en la gestión?
—Es una de las tareas que por mi perfil, mi historia, los roles que ocupé anteriormente, el intendente me ha encomendado, que es la articulación política del conjunto de los espacios políticos que integran el gobierno. Y también con el bloque de concejales, que también es un bloque que ha quedado con la representación de todas las expresiones que tiene el frente Unidos, y que tiene una mayoría en el Concejo, y también es otra oportunidad que se presenta en esta etapa, con la heterogeneidad que tiene el Frente, incluso tuvimos la primera experiencia en diciembre, con las votaciones sobre fin de año, para poder encontrar un ámbito que nos dé gobernabilidad y nos permita también, ahí mismo, en ese ámbito de 15 concejales, la generación de políticas, de iniciativas y de proyectos, que luego enriquecen la gestión del Ejecutivo.
—A todos los gobiernos se los recuerda – o no- por una impronta de gestión. ¿Cuál creés que puede ser la impronta de esta segunda gestión de Javkin?
—Está claro que la primera gestión estuvo muy marcada por hechos externos: primero la pandemia, y después también presentó muchas dificultades en el plano de la seguridad y en la cuestión social. En la segunda gestión lo que nos obsesiona es que se recupere el bienestar en la ciudad. Pablo repite algo muy seguido, que es mejorar el metro cuadrado de cada vecino. Obviamente que eso tiene que ver mucho con la seguridad, pero también tiene que ver con tener espacio público de calidad, servicio de salud de calidad, con la movilidad en la ciudad, hacerla más fluida y mejorarla, elevar todos esos estándares que por supuesto que estuvieron y están muy afectados, por la situación económica y también porque la violencia y la extensión de la violencia urbana nos ha cambiado modos de vida. Recuperar esa estabilidad, ese horizonte y ese clima de bienestar, que también se traduce en recuperar el orgullo de vivir en Rosario. Que dejemos de encontrarnos con alguien que está afuera y nos diga «venís de Rosario, la estás pasando mal, viven mal». Por supuesto que quienes vivimos acá sabemos que no es tanto como se ve o como se cuenta, o se dice, pero sin ocultar los problemas que tenemos, nosotros vemos un horizonte, no digo tan cercano, pero un horizonte al cual es posible arribar en estos próximos años.
—Más allá de la polémica que generó la aprobación de la tasa vial, es un indicio de las dificultades presupuestarias, que se agravan con las restricciones que bajan del gobierno nacional, ¿cuál es tu mirada?
—Si hay algo que es bastante lineal en estos últimos tiempos es que los municipios absorbimos cada vez más funciones y más demandas, sin la estructura de recursos para sostenerlas. Rosario es el mayor ejemplo en eso, porque ha incorporado salud de los tres niveles, desde atención primaria hasta la alta complejidad, con una extensión muy importante, que obviamente lleva buena parte del presupuesto. Y hablo de ese, podría hablar de otros servicios que presta el municipio, con alto nivel de capilaridad incluso.
Por lo tanto, nosotros no nos hemos quedado quietos en la obtención de recursos, inclusive en generar mecanismos de financiamiento, no sé si innovadores, pero sí muchos de ellos con perspectiva de mayor sostenibilidad financiera, por ejemplo ir al mercado de capitales, tanto para obra pública como para gastos corrientes, para poder tener herramientas de crédito, inclusive el crédito internacional para proyectos específicos y estratégicos. En un país mucho más ordenado eso sería moneda mucho más corriente. Pasa en todos los países latinoamericanos. Por ejemplo, la cuestión de la infraestructura urbana y barrial se resuelve, en general, con financiamiento internacional, cuando hay más estabilidad cambiaria. ¿Cómo se resuelve? Yo creo que esas son las claves, y obviamente una mejor asignación de recursos nacionales y provinciales hacia una ciudad que tiene esta complejidad.
—Parece compleja la llegada de fondos nacionales, en el marco de las restricciones impuestas por el gobierno de Milei.
—Es complejo, pero nosotros vemos sí que hay un diagnóstico muy preciso a nivel provincial, incluso recuperando el antecedente de 2015-2019 con el Plan Abre, por ejemplo, y en el criterio de asignación de recursos para obra pública, y dónde priorizar eso en función, por ejemplo, de los indicadores de violencia.
Sí claro que en el plano nacional hay un gran signo de interrogación, en esto, y eso no está del todo resuelto, veremos cómo se da, pero nosotros también tenemos nuestros mecanismos. En estos días pusimos en marcha tanto algunas obras de repavimentación como el bacheo barrial, reconociendo que tenemos que recuperar la traza vial de la ciudad y vamos a hacer lo propio con veredas, y eso los municipios en general tienen que hacerlo con recursos propios, con lo que recaudan en concepto de sus tributos, lo que reciben de coparticipación, o bien lo que se genera a partir de mecanismos alternativos, como el financiamiento en el mercado de capitales. Todos los municipios debiéramos tender a eso. Ojalá este país se diera vuelta en el sentido de tener más justicia en términos de coparticipación y un país federal en serio. Yo no tengo duda de que hay capacidad local, e incluso hemos desarrollado alguna capacidad de gestión como para tener mecanismos innovadores, por ejemplo para financiar extensión de redes de servicios, como ha sido la experiencia en cloacas, en gas, a partir de fideicomisos, por ejemplo, fondos mixtos. Tomar inversión privada para desarrollar infraestructura, y no basarse estrictamente en los mecanismos tradicionales de financiamiento. Me parece que tener la herramienta financiera como es el Banco Municipal es una ventaja, y obviamente hay que saber aprovecharla.
—No ves un gran riesgo en ese plano.
—Más que un riesgo, yo lo que veo es incertidumbre. Te pongo un ejemplo concreto: la Circunvalación es una autopista nacional. Bueno, estamos hace 10 días reclamando el mantenimiento de la Circunvalación, porque es una responsabilidad nacional. Ni las luces, ni el pasto de la banquina, ni la traza en sí misma la puede hacer ni el Municipio ni la provincia. Lo debe hacer Nación, lo mismo los accesos por autopista, el ministro Enrico lo está reclamando en estos días. Y no estoy hablando de la gran obra pública, estoy hablando de las cuestiones básicas, elementales, ahí estoy viendo o un retraso o algún signo de interrogación. No veo un gran riesgo, porque tampoco la ciudad ha sido la gran receptora de fondos públicos nacionales directos, de ATN o de transferencias directas del Tesoro nacional.
—¿Dónde podría impactar más?
—En algunas obras más estructurales de servicios, que por ahí son más invisibles, como el acueducto o el gasoducto, que ahí sí hubo financiamiento nacional. No es una obra exclusivamente para Rosario, sino para toda la región, inclusive con alcance en más de una provincia. O la obra del Monumento a la Bandera, que se anunció que se va a continuar para terminar en junio, porque además sería la tercera o cuarta vez que esta obra se posterga. Pero en general no es como con los municipios que por afinidad política o los municipios del Conurbano, que han recibido fondos para pavimento y cloaca, por ejemplo. No es el caso de Rosario. Asiduamente no ha pasado.
—El Plan Bandera, ¿creés que puede traer soluciones en el tema Seguridad? ¿Puede cambiar algo? ¿Qué expectativas te genera?
—A mí, más que generar grandes expectativas, me gusta evaluar resultados día a día. Sobre la base de aprender de experiencias anteriores, hay un enfoque acertado. Hay una identificación de las zonas priorizadas, que es común. Ya nadie reniega de esa caracterización. Son zonas que necesitan de una presencia mucho más intensiva. Obviamente lo necesitás en toda la ciudad, pero hay zonas, en términos de circulación de violencia, mucho más calientes que otras, que deben atenderse con un análisis muy detallado.
Hay algunos cambios normativos, que también aceleran algunos procesos, como por ejemplo mejorar la operatividad de la Policía, recuperar patrulleros o, por ejemplo, hacerse de vehículos que se habían embargado a las organizaciones criminales y no tenían utilización y hoy se están utilizando. Hay velocidad de gestión y algunas herramientas que ayudan en ese plano. Y mejor coordinación. Siempre es difícil la coordinación de fuerzas de seguridad de los dos niveles, pero hay un trabajo y una vocación en eso.
Y además, la verdad es que el gobernador tiene un liderazgo muy fuerte en la materia y ha generado un equipo de gobierno que da respuesta. Nosotros estamos apuntalando cada una de esas acciones desde nuestro nivel, pero, a diferencia de lo que ocurría antes, es inevitable la comparación, está muy clara la responsabilidad de los distintos niveles, pero eso no significa que el nivel municipal no tenga responsabilidad. A nosotros nos tocó de entrada reforzar, sostener y potenciar la red de salud, que es la red territorial más potente que tiene el Estado en la ciudad de Rosario, más los espacios sociales, y los espacios culturales que tenemos, que obviamente son los primeros amenazados cuando hay, por ejemplo, un desborde en un barrio, en la ciudad, y ha ocurrido.
Nuestra obligación es fortalecer esa presencia, lejos de retirarla, lejos de cerrar un centro de salud o limitarlo, es sostenerlo, obviamente dándole protección a nuestros trabajadores, que es lo primero que se necesita, nos pasó en el Heca en la primera semana de esta gestión, porque son muy peligrosos esos mensajes de que el Estado se repliega cuando el narco avanza. Esto es tener coraje para enfrentarlo y tener persistencia también, es un camino largo, no de corto plazo. Pero veo que va en un rumbo muy correcto y nos ha dado a todos mucha tranquilidad este arranque, este primer mes. Falta mucho, lo dice el intendente y lo dice el gobernador. El camino es éste, el diagnóstico es común, la situación hacia las cárceles y la política del Servicio Penitenciario marca una pauta, pero eso es sólo una parte y todavía estamos mal, no es que estamos para celebrar nada. Entendemos que debe haber resultados de mediano y largo plazo también, además de generar en esta primera etapa una mayor presencia en la calle.
—El transporte sigue siendo uno de los grandes temas en la ciudad. La Nación anuncia quita de subsidios. ¿Qué se puede esperar en Rosario? ¿Se puede mejorar el servicio en estas circunstancias?
—En la mayoría de las ciudades del mundo hay subsidio al transporte público masivo. Los modelos pueden ser a la demanda o pueden ser a la oferta. En general, uno tiende a que se subsidie una buena parte a la demanda, y algún subsidio, que puede ser menor en la intensidad a lo que ha sido en los últimos tiempos, a la oferta, como para garantizar renovación de flota y algún nivel de prestación que vaya incrementándose. Todavía no hay muchas definiciones al respecto, pero el municipio hizo un esfuerzo para ingresar al sistema de la Sube, que nos permite ser beneficiarios de los subsidios a la demanda para que los usuarios más frecuentes no sientan los impactos tarifarios tan duros.
Después hay una cuestión macro que resolver, para mejorar frecuencia y calidad en general necesitamos comprar coches, 50 o 60 por año, para ir renovando flota y mejorar frecuencia. Eso es una dificultad en la Argentina, que se puede haber agudizado este último mes, pero en realidad viene de arrastre, porque hace tres meses tuvimos que dar de baja una compra porque no hay precio, por el tipo de cambio, porque las terminales no están en condiciones de entregar, porque es difícil sostener un precio durante 30, 60, 90 días que dura una licitación. Eso no es una excusa, es una realidad que le pasa también a una empresa que quiere renovar una flota chiquita de vehículos, desde ya que le pasa a un sistema de colectivos que pretender superar las 700 unidades, más la situación de las empresas dedicadas al transporte que están en dificultad.
La realidad es que es un sistema en emergencia desde hace ya mucho tiempo, pero no nos vamos a resignar a esa emergencia, yo creo que el sistema en general en Argentina tiene que encontrar un nuevo equilibrio, es insostenible el colectivo en el Amba a 70 pesos, y porque lo subieron la semana pasada, pero tampoco puede valor el costo puro de la tarifa, sin subsidios, 800 pesos. No puede valer eso, porque la gente dejaría de usarlo, y generaríamos una catástrofe casi social, incluso laboral, y económica.
Hay que encontrar ese nuevo punto de equilibrio, yo espero que ahí haya capacidad de comprender la realidad federal, que tiene la cuestión del transporte. En eso, las ciudades del interior están en un frente común, más allá de la pertenencia partidaria. Tanto Javkin, como el intendente de Córdoba, de Santa Fe, Mar del Plata, las principales ciudades que tiene el transporte público del interior, comparten esto, la situación es bastante parecida, más allá de algún matiz, y en esa asignación de recursos, esperamos que no se afecte y no se agreda al interior. Las primeras señales irían en este sentido, pero todavía no lo sabemos. Y no vamos a tomar definiciones a nivel local hasta tanto quede establecido cuál va a ser la política a nivel general.
En términos macro, el 90 por ciento del total de subsidios al transporte está en el Amba, con lo cual cualquier reducción de eso debiera, no digo contemplar, pero por lo manos afectar en menor magnitud al interior. Porque ya el interior ha hecho un gran esfuerzo. De todas maneras, el incremento de costos que hubo en el último tiempo es de una magnitud fenomenal. Y nosotros somos los primeros en reconocer que no podemos trasladar esos incrementos enteramente a la tarifa, porque generaríamos un colapso.