Los «chalecos amarillos» comenzaban a manifestarse este sábado en Francia, en una nueva jornada de protestas antigubernamentales que ya se saldó con más de 1000 detenidos en París, en medio de un dispositivo de seguridad excepcional para evitar nuevos estallidos de violencia.
Unas 700 personas fueron detenidas a primera hora de la mañana, indicó la prefectura de policía. Las autoridades están llevando a cabo controles en las estaciones de ferrocarril y en los puntos estratégicos de la capital donde se congregan manifestantes ataviados con un chaleco fluorescente convertido en el símbolo de este movimiento de contestación popular.
En toda Francia se han desplegado medidas de seguridad excepcionales, sobre todo en París, donde las escenas de guerrilla urbana del pasado sábado impactaron al país y al mundo. Cerca de 90.000 policías están desplegados en todo el territorio. Además, por primera vez en más de una década, se veían en la capital vehículos blindados de la gendarmería.
Todo el oeste de París, donde se encuentra el Palacio del Elíseo (sede de la presidencia) y la mayoría de ministerios, estaba cubierto de azul, el color de los furgones de la policía.
Las patrullas bloqueaban el acceso a las principales plazas de la capital, incluida la de la Concordia, uno de los extremos de la avenida de los Campos Elíseos que va hasta el Arco del Triunfo.
Desde las 6.30 comenzaban a distinguirse algunos «chalecos amarillos», como Hervé Benoît, que llegó acompañado por tres amigos desde Dordoña (suroeste). «¡Hay que estar en París para que nos escuchen!», proclama. Como otros miembros de este movimiento, Benoît reivindica un «aumento del poder adquisitivo y el restablecimiento del impuesto a la fortuna», que el presidente Emmanuel Macron suprimió tras llegar al poder en 2017.
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A pocas calles del Palacio del Elíseo, en plaza de la Madeleine, se encontraban John y Dorian, de 31 y 29 años respectivamente. Unos gendarmes controlaron su identidad.
«¡Es la segunda vez! En la estación de metro ya nos quitaron todo, las gafas de piscina, bufandas, espinilleras…», cuenta Dorian, procedente de un suburbio parisino. «Estamos aquí para que nos escuchen, pacíficamente, esperamos que no degenere».
Muchos de los «chalecos amarillos» se manifiestan sin violencia pero algunos se han radicalizado y sobre todo miembros de grupos de extrema derecha y extrema izquierda irrumpen en las protestas y se enfrentan a la policía.
Comercios atrincherados
En los Campos Elíseos, epicentro de los disturbios el sábado pasado, decenas de «chalecos amarillos» comenzaron a reunirse, algunos con banderas francesas en las manos.
Los comercios de la zona amanecieron con paneles de madera en los escaparates para evitar potenciales daños y saqueos. La Torre Eiffel, el museo del Louvre y las tiendas del barrio de la Opera mantendrán sus puertas cerradas a cal y canto.
Los hospitales de París también reforzaron los servicios de emergencia. En algunas regiones de Francia, las autoridades prohibieron las manifestaciones, así como la venta y transporte de gasolina, los artificios pirotécnicos y productos inflamables o químicos, para evitar que los manifestantes prendan fuego a las barricadas.
Varias embajadas extranjeras han recomendado a sus ciudadanos residentes en Francia o de visita en la Ciudad de la Luz extremar las precauciones.
Esta ola de manifestaciones comenzó el 17 de noviembre en oposición a un aumento de los impuestos a los combustibles, pero en las últimas semanas se ha convertido en una protesta generalizada contra la política económica y social del gobierno.
Macron cedió esta semana a algunas de las demandas de los manifestantes. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses.
Pero estas medidas no han sido suficientes para apagar la cólera de los «chalecos amarillos», un movimiento sin estructura ni dirigentes, que expresa el hartazgo de la clase media por la pérdida de poder adquisitivo.
«Esperamos al señor Macron»
El primer ministro Edouard Philippe recibió el viernes por la noche a una delegación de los llamados «chalecos amarillos libres», un ala moderada de este movimiento que ha instado a la gente a no ir a París este sábado.
«El primer ministro nos escuchó y prometió comunicar nuestras reivindicaciones al presidente. Ahora esperamos al señor Macron», dijo a la salida de la reunión un portavoz del movimiento, Christophe Chalençon.
El presidente, «que no quiere echar leña al fuego», se ha mantenido en silencio toda la semana, en medio de la peor crisis de su presidencia. Está previsto que hable la próxima semana.
El viernes por la noche se reunió durante cerca de una hora con unos 60 gendarmes de un escuadrón movilizado en los Campos Elíseos.
En las redes sociales proliferan los llamados a la dimisión de Macron, cuya popularidad se ha derrumbado, con apenas 23% de aprobación tras año y medio en el poder.
Otros sectores se han sumado a la movilización antigubernamental, sobre todo los estudiantes, que han participado en protestas empañadas por enfrentamientos con la policía.
«Movilización general»
El sábado 17 de noviembre, el primer día de protestas, con cortes en las carreteras y autopistas, congrega a unos 290.000 manifestantes en toda Francia, en una insólita acción organizada al margen de cualquier partido o sindicato. Durante la jornada de protestas, una persona fallece y 227 resultan heridas, siete de ellas graves.
«El objetivo que nos hemos fijado es bueno y vamos a mantenerlo», asegura al día siguiente el primer ministro, Édouard Philippe.
El ministro del Interior, Christophe Castaner, denuncia el 20 de noviembre la «deriva total» del movimiento. En cuatro días, las protestas dejan 530 heridos y una segunda víctima mortal.
«Segundo acto»
El sábado 24 de noviembre, para el «segundo acto» de su movilización, varios miles de manifestantes se oponen a las fuerzas de seguridad en los Campos Elíseos de París. Los enfrentamientos causan 24 heridos, 5 de ellos entre las fuerzas del orden, y 101 detenidos.
Castaner señala a los «sediciosos» de la «ultraderecha». Pero los partidos de la oposición le reprochan al gobierno haber reducido el movimiento a la violencia sin pensar en las reivindicaciones.
Un balance oficial provisional registra más de 106.000 manifestantes en Francia, 8.000 de ellos en París.
Encuentro fallido
El martes 27 de noviembre, Emmanuel Macron anuncia que quiere adaptar la fiscalidad de los carburantes a las fluctuaciones de los precios, así como organizar una «gran concertación» a nivel nacional.
Dos figuras de los «chalecos amarillos», Priscilla Ludosky y Eric Drouet, se reúnen con el ministrio de la Transición Ecológica, François de Rugy.
Tras la entrevista, poco convencidos, los «chalecos amarillos» hacen un llamado a una nueva manifestación el sábado 1 de diciembre en los Campos Elíseos.
El jueves, el primer ministro recibe por primera vez a un «chaleco amarillo». Al día siguiente, dos más se entrevistan con él, pero uno de ellos abandona el lugar rápidamente porque la reunión no es difundida en directo.
Tercer acto»: caos en París
El sábado 1 de diciembre, la tercera gran jornada de movilizaciones deriva en violentos incidentes en varias ciudades de Francia y sobre todo en París, donde en el Arco del Triunfo y varios barrios acomodados se producen escenas de guerrilla urbana.
Hay una tercera víctima mortal. Unos 136.000 manifestantes participan en las protestas en todo el país, menos que el sábado anterior, después de que las autoridades revisaran el balance a 166.000. Se registran unos 263 heridos y, en París, se llevan a cabo 370 detenciones.
Reuniones de crisis
A su regreso del G20 en Argentina, Emmanuel Macron convoca el 2 de diciembre una reunión de crisis en el Palacio del Elíseo.
En el periódico Journal du Dimanche, 10 «chalecos amarillos libres», entre ellos Jacline Mouraud, llaman a una «salida de crisis».
En Marsella (sur), una mujer de 80 años sucumbe a las heridas sufridas por el lanzamiento de una bomba de gases lacrimógenos al margen de los incidentes.
El 3 de diciembre, Edouard Philippe recibe a los jefes de los principales partidos políticos.
En todo el país, continúan los cortes de carreteras y los bloqueos de los depósitos de combustible, y aparecen los primeros reportes de escasez del mismo.
Los «chalecos amarillos» llaman a nuevas manifestaciones para el sábado 8 de diciembre.
Impulsado por esta contestación, un movimiento de estudiantes de secundaria contra las reformas en la enseñanza perturba el funcionamiento de 188 liceos en Francia.
Moratoria y concertación
El martes 4, Edouard Philippe anuncia la suspensión durante seis meses de la subida de los impuestos a los carburantes y del endurecimiento del control técnico de los automóviles. El gobierno también congelará los precios de la luz y el gas «durante el invierno».
El primer ministro también anuncia una concertación a nivel nacional, en la que participarán organizaciones sindicales y patronales, oenegés, autoridades locales y diputados.
La oposición y varios «chalecos amarillos» consideran estas medidas insuficientes.
Cuarto sábado de protestas de alta tensión
Los chalecos amarillos participan el 8 de diciembre en el cuarto sábado de protestas, bajo un dispositivo policial «excepcional» formado por 89.000 agentes de las fuerzas de seguridad, 8.000 de ellos en París. También se desplegaron vehículos blindados en la capital francesa.
Ante el peligro de que se repitieran incidentes violentos, gobierno, sindicatos y la mayoría de los partidos de la oposición hicieron varias llamadas a la calma.
Tras reunirse este viernes por la noche con el primer ministro, «representantes» de los chalecos amarillos pidieron que la gente no se manifestara en París, donde se cerraron museos, monumentos, comercios y numerosas estaciones de metro en el centro de la capital francesa.