Este jueves a las 19, en el Teatro Municipal La Comedia (Mitre y Ricardone), se presentan con entrada libre y gratuita los especialistas José Eduardo Abadi y Juan Carlos Picasso en una nueva conferencia sobre “El sentido de la vida: la conquista de uno mismo”.
Abadi es psicoanalista, psiquiatra y escritor, y además realiza una actividad periodística en radio y televisión. En tanto, el pastor y profesor Juan José Picasso es el director del Centro Adventista de Vida Sana, ubicado en la localidad de Puigari, en Entre Ríos.
Para los disertantes, “El sentido de la vida” se construye y el arquitecto central es el sujeto mismo. El Ciudadano dialogó con el doctor Abadi antes de una nueva charla en la ciudad, donde se presentaron en 2001 a sala llena.
—“El sentido la vida: la conquista de uno mismo” es la charla que ofrecerán, con entrada libre y gratuita, en La Comedia. ¿Cómo será la temática?
—Es el segundo encuentro que realizamos con Juan Carlos, a quien valoro y aprecio mucho porque nos hemos conjugado en una relación muy armónica, con muchas coincidencias en torno a lo que es la búsqueda de uno mismo y el encuentro de la autenticidad, de lo que es crecer en el mundo externo y expandirse. Cuando yo aludo a la conquista hago referencia a lo que Nietzche hablaba de que uno conquista el mundo cuando crece, no cuando incorpora el mundo como posesión. Esto de poder descubrir, explorar y encontrar un verdadero relato a eso que transitamos y llamamos la vida: un para qué, una meta, una tabla de valores. Y coincidimos con Picasso en que no hay posibilidad de nada de esto sin vínculo, sin relación, sin el otro, sin un amor hacia la naturaleza y el otro, sin la posibilidad de ser uno si no hay un reconocimiento del otro. Ahora, todo ese trabajo de conocimiento del otro, de uno mismo, de explorarse, de crecer, esas condiciones que hacen a la construcción de un bienestar, y si nos ponemos valientes, podemos hablar de una felicidad posible, y para eso requieren un trabajo personal, reconocer si hay obstáculos y de eso quiero hablar. Y cómo el sentido de la vida nos otorga una dimensión en la cual podemos disfrutar de lo que somos y de aquellos con quienes estamos.
—Uno es el artífice de su camino, pero hay obstáculos en ese andar, ¿cómo se puede sortearlos?
—No conozco hasta ahora la posibilidad de vivir sin que haya junto con condiciones favorables también obstáculos y adversidades. Y es ésa nuestra condición de humanos.
Una vez le preguntan al escritor y juez Héctor Tizón: “¿Usted cree en la vida eterna?”, a lo que él responde: “No, pero qué lástima”. Y es algo parecido porque uno quisiera que no hubiera obstáculos, pero los hay, sucede que no tienen por qué ser permanentes o inamovibles, y generarnos un bloqueo absoluto, sino que deben ser motivo de enfrentarlos, descifrarlos y buscar otro camino, para disolverlos, para que se conviertan en una experiencia que nos enriquezca. Pero, claro, hay otros obstáculos verdaderos, adversidades, que tienen que ver con la inevitabilidad de la vida. Es decir, yo tengo 64 años y he buscado miles de formas de tener 44 y no lo pude lograr. Son imposibles. Pero también hay obstáculos que son imaginarios, que son neuróticos, que son sintomáticos, a los que sí podemos intentar convertirlos en algo capaz de disolverse y transitar para adelante, como la voracidad, la envidia, la auto referencialidad, el aislamiento narcisista, el olvidar que soy yo porque existís vos. A esas cosas podemos disolverlas y vamos a encontrar un camino mucho más interesante donde también dependiendo de nosotros podamos usar condiciones favorables para construir nuestra felicidad posible, no utópica.
—¿Existen determinantes que nos modifican como sociedad o como país?
—Yo creo que sí, uno tiene que ver con el contexto en el que está, uno es un ser en sociedad como decía el filósofo, “yo en el mundo”. Y creo que en la actualidad se producen momentos de tensión social y de un nivel de aislamiento, de desconfianza, que en la medida en que nos genera miedo nos retraemos o nos aislamos o nos ponemos violentos. Estamos escuchando las mismas voces de los que piensan igual que nosotros en lugar de escuchar al otro. La autocrítica empieza a tener un lugar persecutorio en vez de ayuda y de apoyo, y eso nos va fraccionando mucho y fragmentando, y en la medida en que no nos convertimos en conjunto no nos acompañamos, no tenemos normas suprapersonales que garanticen los niveles de libertad, entonces nos empobrecemos mucho.
—Nuestra ciudad trata de reponerse después vivir una gran tragedia, que dejó un gran potencial de solidaridad como sociedad.
—Rosario ocupa un lugar importante en mi vida. Hace 15 años que voy y me siento vivo y contento cada vez, bien tratado y con capacidad de dar y recibir. Tengo muchos amigos con los que estamos en contacto. Y yo quiero encontrarme con gente vinculada a la catástrofe para ofrecer lo que yo sé hacer, desde mi parte, para apoyar y tratar de reparar en parte tanto dolor, así que estaré a disposición de todos.