El reconocido periodista especializado Alfredo Rosso suele decir que si en la Argentina ocurriera una quema de libros como en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, un análisis de la obra del músico que este sábado cumple 70 años permitiría conocer con exactitud lo ocurrido en esas tierras en las últimas décadas.
Sucede que, ya sea de manera explícita o con giros retóricos, según el nivel de censura oficial que se vivía, Charly García siempre tuvo la capacidad de contar lo que estaba aconteciendo de este lado del mundo y de graficar la idiosincrasia argentina.
A pesar de que esta afirmación pareciera ser un lugar común o una frase hecha producto de subjetividades marcadas por afectos personales compartidos, su revalidación por parte del historiador Felipe Pigna le otorga un estatus académico.
«Charly nos viene contando la historia desde la época de Sui Generis con discos como Pequeñas anécdotas de las instituciones o Confesiones de invierno, en donde hay temas muy explícitamente políticos que hablan de la censura, la mediocridad o situaciones que tienen que ver con lo que estaba pasando. Letras muy comprometidas y muy narrativas de lo que estaba sucediendo», señaló Pigna ante la consulta de la agencia de noticias Télam.
Precisamente, de esa época datan temas como «Las increíbles aventuras del Señor Tijeras», una pintura de la censura que imperaba en aquellos años; «Botas locas», con su divertida pero feroz crítica al Ejército y al trato que recibían los conscriptos; o «Juan Represión», una evidente descripción de la creciente violencia política.
A modo de ejemplo, Pigna recordó una vivencia personal cuando en septiembre de 1975, con 16 años, asistió al famoso recital Adiós Sui Generis en el porteño estadio Luna Park.
«Tuve el honor de estar ahí y cuando se despidieron, todos los que estábamos sentimos que algo estaba terminando y que estaba viniendo algo muy oscuro. Fue una sensación muy rara, una sensación de desazón, de «¿ahora qué?», que era lo que estaba en el aire en esos momentos. Todos sabíamos que se venía algo muy funesto», rememoró.
En este punto, el historiador fue más allá al señalar que en el caso de Charly García, no sólo son las letras las que pintan la época, sino también las portadas de los discos, sus actitudes y su música.
En el plano lírico, obviamente recaló en «Canción de Alicia en el país», registrada por Serú Girán en 1980, cuando la dictadura militar llevaba a cabo uno de los mayores genocidios de la historia nacional reciente.
«Es un tema impresionante que habla de nuestra historia, de La Morsa Onganía, La Tortuga Illia. Habla de lo que hay delante y detrás del espejo, que es todo un símbolo extraordinario. Es una letra que ilustra por sí misma un momento histórico de la Argentina», manifestó.
De la misma manera, se refirió a «Inconsciente colectivo» de 1982, y «Los Dinosaurios» de 1983, como «canciones de la vuelta a la democracia».
Pero también hizo hincapié en la portada de La grasa de las capitales de 1979, a la que calificó de «extraordinaria, con una enorme ironía, emulando a Gente, que era la revista emblemática de la dictadura en ese momento».
Allí es donde Pigna aclaró que «a un artista como Charly no hay que juzgarlo solamente por sus letras comprometidas, sino por su atención a los momentos musicales y a las situaciones que ocurren al lado de la música».
Esto permite el estudio de expresiones políticas o culturales de cada momento de la historia, de la misma manera en que lo habilitan sus letras.
Probablemente no sea casual que uno de sus mayores momentos creativos se haya dado cuando el país recuperó la democracia y la esperanza se apoderó de los argentinos, tal como advirtió el historiador.
También señaló como un momento clave la grabación de su versión del «Himno Nacional Argentino» en 1990, cuando la ilusión de que la democracia por sí sola solucionaría todos los problemas había sucumbido ante la espiral inflacionaria que derivaría en años de neoliberalismo, con el consecuente traspaso a manos privadas del patrimonio nacional.
«Todos esos son momentos altamente interesantes de Charly como hombre que ilustró y le puso banda sonora a nuestras vidas en distintos momentos de la historia», sentenció Pigna.
En definitiva, un vuelo rasante por la trayectoria del genial artista nos habla de un inicio con Sui Generis que plantea la problemática de las diferencias generacionales para luego derivar en la advertencia en torno a la censura y a la creciente violencia política.
La continuación con La Máquina de Hacer Pájaros aludió a los años más oscuros de la dictadura en canciones como «Hipercandombe», «Qué se puede hacer salvo ver películas» y «No te dejes desanimar», entre otras.
Serú Girán con su tema homónimo escrito en un lenguaje inventado recordó que no se podían decir públicamente muchas cosas, además de otros casos ya citados como la tapa de La grasa de las capitales, la letra de «Canción de Alicia en el país» u otras como las de «Los Sobrevivientes» o «No llores por mí, Argentina».
En los primeros años democráticos, Charly también habló de la nueva situación política, pero sin dejar de señalar la mediocridad del medio pelo argentino en canciones como «Bancate ese defecto».
En la debacle neoliberal puso su propio cuerpo como símbolo de los tiempos que corrían y, cuando en 2001 todo estalló, lanzó un disco atravesado por el concepto de «El Aguante», manifestado incluso desde el título.
Su última producción hasta el momento, Random, de 2017, también pintó desde la autorreferencialidad un cuadro de situación en el que subyacen la post-verdad y el predominio de lo virtual, entre otras cuestiones. Mientras tanto, le recordó a todos y todas que él, que nació «para mirar lo que pocos quieren ver», sigue siendo el portador de «La máquina de hacer feliz».