Un día la racha se tenía que cortar. Venía con amenaza de debilitar el ánimo, justo cuando se vienen los octavos de la Sudamericana. Era tiempo de no acercar fantasmas, de ratificar en el resultado lo bueno que se veía en el juego. Contra la lluvia, los arbitrajes desfavorables y todo lo que se pusiera en el camino. Y Newell’s lo hizo. Fue 2-0 ante Independiente, en una producción de alto valor que llegó en el momento indicado.
La lluvia le dio otra velocidad al partido. La cancha rápida, las imperfecciones a la hora de pasar la pelota e incluso de afirmarse para marcar, propuso un inicio frenético. Y si bien la Lepra no está habituado a jugar con ese ritmo, no le escapó al golpe por golpe. Un tiro en el palo de Giménez tras un flojo retroceso leproso y un remate débil de Barcia a las manos de Hoyos fueron advertencias tempraneras. Pero Newell’s estaba en una noche donde había lucidez en ofensiva. Aguirre, incontrolable, inició un contra y lanzó un pelotazo con pinta de pase a Recalde. El paraguayo la punteó al medio y Ferreira, que venía a la carrera le dio direciión y precisión a la jugada para poner el 1-0.
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El gol propulso a la Lepra y detuvo al Rojo, confundido. La sensación de 2-0 se apoderó del partido y a los 23 minutos se concretó. Martino peleó una pelota con Barcia y se la llevó con potencia y desbordó para meter un centro preciso que Recalde, de cabeza, hizo que fuera más perfecto. Era el segundo de la Lepra, otro mazazo para el local. Y ahí apareció otra vez la mano negra en contra de Newell’s. Inexplicablemente el VAR (Pablo Dóvalo) llamó a Penel por una supuesta falta de Martino en el inicio de la jugada. Y el árbitro anuló el gol. Difícil de explicar esa rigurosidad en los fallos en contra del equipo de Heinze, que se fue expulsado por protestar.
El partido quiso ser justo con Newell’s y no le dio chances de igualar a Independiente. La Lepra tardó un rato en sacarse la bronca, pero enseguida tomó el control nuevamente. La simpleza de Pablo Pérez para jugar, el despliegue de Portillo, un Ferreira participativo y tres delanteros enchufados era mucho para el Rojo. Y el elenco rojinegro estuvo cerca de anotar con un remate de Aguirre y otro de Recalde, ambos neutralizados con manotazos de Rodrigo Rey.
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Independiente intentó reaccionar desde la obligación, pero no desde el juego. Y Newell’s siempre se mantuvo como dominador, en especial desde lo mental. El equipo de Heinze estuvo ordenado, intentó jugar en todo momento, y cada vez que pasó al ataque puso en riesgo a Rey.
Costó un poco cerrar el partido, que debió definirse antes, cuando Penel y el VAR lo impidieron. El único defecto de la noche leprosa fue sobrar un poco las acciones ofensivas favorables. Y el 1-0 era poco para calmarse. Hasta que Velázquez ganó de cabeza y Elizalde, apareado por Ortiz, desvió el trayecto de la pelota y la mandó a la red. Partido terminado, sólo quedaba saber si la Lepra aumentaba la cuenta.
Ahí Heinze prefirió meter cambios para guardar energía de cara al futuro. El trabajo estaba hecho. La Lepra dejó atrás los nubarrones con una gran tarea colectiva y se metió de nuevo cerca de zona de clasificación copera. Pero lo más importante, tuvo un rendimiento alto desde lo individual y colectivo para ilusionarse con el cercano cruce por octavos de la Sudamericana.