Autor comprometido con su tiempo y con su realidad, el dramaturgo argentino Alberto Adellach (1933-1996) es un fuerte referente de un tiempo del país en el que la descomposición social comenzaba a resquebrajar los sueños de los argentinos. Dueño de una poética que transita entre el humor, cierta crueldad y un absurdo eminentemente criollo, su producción contempla una serie de obras entre las que se destacan la emblemática Homo Dramaticus y, entre otras, la comedia Chau papá, que volvió a los escenarios argentinos en agosto del año pasado con producción del Teatro Nacional Cervantes, y una temporada en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, iniciando de este modo una extensa gira por todo el país.
Luego, en octubre, subió a escena en la Sala Orestes Caviglia del Cervantes hasta el final de la temporada 2013, y se repuso en la misma sala en febrero pasado.
Este fin de semana, y a modo de despedida de su gira nacional, Chau papá desembarcará en Rosario con tres funciones en La Comedia (Mitre y Ricardone), donde se presentará esta noche, mañana y el domingo, a las 21, con una entrada general de 50 pesos.
El espectáculo, dirigido por el también actor Manuel Vicente, cuenta con un atractivo elenco que encabezan Roberto Carnaghi, Graciela Stefani y Fabián Arenillas, junto con Pablo De Nito, Julio Marticorena, Verónica Piaggio y Julián Vilar.
Escrita en 1971, Chau papá relata las pequeñas y mezquinas tragedias que se desatan en una familia a partir de la muerte de un padre y los preparativos de su velatorio. Adellach pinta personajes que dejan ver en primer plano (más allá de que intenten ocultarlo) sus miserias, fobias y frustraciones. “Pionero del absurdo en nuestra dramaturgia –escribió Manuel Vicente acerca del autor–, el humor surge de su mirada cruda e irreverente. Avasalladora lucidez teatral, para que la acción y el hecho vivo sean los que hablan. En una época de profunda revisión política, papá es el pasado al que hay que sepultar. Alberto Adellach se revela como un adelantado, navegando inmune sobre la corriente de su época”.
“Adellach es un autor muy emblemático de los años 70, que como muchos de sus contemporáneos sufrió los avatares de la última dictadura militar, y tuvo que exiliarse en aquella época tan oscura como muchos de sus amigos y compañeros. A cada uno de aquellos artistas el exilio le pegó de una manera diferente, y en el caso de Adellach nunca pudo regresar, nunca más volvió a la Argentina, y murió en el exilio. Por eso, poner en escena sus obras tiene un profundo sentido de homenaje porque quedó roto un vínculo y fue todo muy doloroso”, expresó el actor y director Manuel Vicente, quien se reconoce parte de una generación que se acercó a la obra de Adellach.
“Siento que hasta ahora no se había revalorizado demasiado su obra, estaba un poco guardado. Y es precisamente Rubens Correa (actual director del Teatro Nacional Cervantes), quien hizo sus obras hace 40 años, quien me propone dirigir Chau papá, y tuvo un doble significado en lo personal: por un lado reeditarlo, pero por otro la obra en sí misma tiene algo que es muy interesante y atractivo, y que está vinculado con la problemática social que era tan importante en los años 70, como también pasa con las obras de (Roberto) Cossa, (Carlos) Gorostiza o (Germán) Rozenmacher, entre otros. Adellach participaba de toda esa movida pero con un concepto diferente: se corría un poco del «deber ser del momento», y eso es muy reconocible y un gran mérito, sobre todo vista su obra en la distancia, porque siento que se puso un poco al costado de la marea de aquellos años”, expresó Vicente.
El director, de vasta trayectoria en el teatro, el cine y la televisión argentina, también habló de las marcas que plantea la obra en relación con un modo de concepción familiar que comienza a deteriorarse hasta volverse insostenible: “La descomposición familiar como metáfora está presente en esta obra, pero el autor toma a la familia como referencia de lo que es la descomposición social; más allá de lo evidente que pueda resultar, de esto que se habla tanto en el teatro argentino de la «disfuncionalidad familiar», dentro de una familia uno encuentra todos los vínculos que luego se disparan a nivel social; en la familia está el ADN sociológico, psicológico, sexual e ideológico que luego la sociedad refleja, y en ese sentido esta obra es muy emblemática, porque Adellach fue un verdadero precursor de esto que ahora llamamos transgresión, porque transgredía las normas de la corriente conceptual del momento y, por supuesto, generaba revulsión”.
Respecto de la adaptación de la obra, de la que participó el talentoso dramaturgo y director Andrés Binetti, Vicente detalló: “Traída al presente, aquello que fue profundamente transgresor, hoy está instalado de una manera más cercana a la gente, por eso es que rescatamos su profunda teatralidad en la construcción de los personajes. En su obra, la palabra juega, pero sobre todo lo hace en la construcción de los cuerpos vivos. Adellach no es sólo palabra, sino que también propone un profundo delirio actoral. El público se va a encontrar con una comedia marcada por el absurdo, una comedia de fuerte impronta visual, con grandes actores; es una obra que abreva en el concepto de lo popular pero sin perder de vista lo exquisito. Y me interesa hacer esta aclaración, porque para algunos la palabra «popular» está un poco degradada, pareciera que no se puede ver cierta producción artística que, si bien es popular, se aleja del trazo grueso”.
Y continuó: “Esta versión es hilarante, divertida, es una propuesta frente a la cual el público la pasa bien, pero también se ve reflejado en las miserias que definen a estos personajes, porque estamos frente a un equipo de actores que no trabajan sobre la comodidad del efecto; por el contrario, trabajan sobre una construcción dramática maravillosa acerca de estos personajes que si bien abrevan en el texto y en ese pasado tienen al presente como una potente caja de resonancia”.
Vista en perspectiva, la obra, que en su momento se conoció en paralelo con el desembarco en el gobierno del general Lanusse, el noveno de facto entre el 26 de marzo de 1971 y el 25 de mayo de 1973, también habla de un país sin padre. “Vista y revisada en la actualidad –completó Vicente–, Chau papá, en la que tres hijos quedan al cuidado de su padre, habla, en el marco de esa familia que se descompone, de un país que hace lo mismo. Pero también está hablando de la década infame, del golpe de Onganía, del lugar de la oligarquía de aquellos años y de tantos otros temas que hacen a la argentinidad en un sentido profundamente metafórico”.
Una historia de exilio
Alberto Adellach nació con el nombre de Carlos Alberto Creste en el barrio porteño de La Paternal, el 4 de junio de 1933. En 1963 se dio a conocer en el medio teatral con el estreno de Homo Dramaticus. Tres años más tarde estrenó Upa la la, y en 1968 la segunda y definitiva versión de Homo Dramaticus. Con el paso de los años, esa obra, universal en su temática, sería por la que Adellach obtendría más reconocimiento. En 1969 se conoció ¿Primero, qué?, en 1970 ¿Y entonces, qué? y en 1971 tres obras: Vení, que hay amor y bronca, Esa canción es un pájaro lastimado y Chau papá. En 1972 estrenó Historia sin atenuantes. Entre 1970 y 1976 se dedicó a escribir unitarios para televisión, y tras el golpe militar del 76 fue incluido en las listas negras y forzado a exiliarse. Murió en Nueva Jersey, el 26 de septiembre de 1996, tras una corta enfermedad.
Adellach según Rubens Correa
Rubens Correa, uno de los más grandes teatristas argentinos y actual director del Teatro Nacional Cervantes, escribió en el prólogo de las obras completas de Alberto Adellach editadas por el Instituto Nacional del Teatro en 2004: “Fue pionero del absurdo en Buenos Aires. Su Homo Dramaticus fue un texto fundacional que sedujo y sigue seduciendo a muchos grupos de todo el país. Con Chau papá metaforizó la historia argentina; con Esa canción es un pájaro lastimado y con la trilogía de Julia se aproximó a esos personajes tiernos y solidarios, víctimas de un «deber ser o deber tener» que les resulta ajeno y ante el que sucumben y se revelan. Como director puse en escena, con el Grupo Once al Sur, varios de sus textos y los llevamos alrededor de 20 países donde fueron reconocidos y aplaudidos. Cuando en el año 1976 partió hacia España era para mí un hermano del alma. No volvió, ni siquiera de paseo, y el país perdió a uno de sus autores fundamentales. Alberto Adellach fue un gran autor, fundamental en un momento de la historia del teatro argentino, poco conocido y poco publicado entre nosotros, y también fue una gran persona que nos fue escamoteada por una de las más sangrientas dictaduras de la historia argentina”.