Chelsea superó a Manchester City por 1 a 0 en el estadio do Dragão, Portugal, y se consagró campeón de la Champions League por segunda vez en su historia. El alemán Kai Havertz, a los 42 minutos del primer tiempo, hizo el único gol de la final.
Los dirigidos por el alemán Thomas Tuchel impusieron sus condiciones desde el principio hasta el final, contaron con las situaciones más peligrosas y no le permitieron al Manchester City desplegar su habitual juego que tanto rédito le dio de la mano de Pep Guardiola.
Chelsea, directo y versátil en ataque, achicó los espacios en los minutos iniciales, se movió en bloque y le tapó todas las salidas a Manchester City, que tuvo la posesión de la pelota, algo característico de los equipos de Guardiola, pero sin la fluidez necesaria para traducirla en poderío ofensivo.
El francés N’Golo Kanté fue clave en el mediocampo no solamente por su quites, sino también por sus llegadas en ataque.
En el complemento, Chelsea se replegó, le dejó la iniciativa al City, que en esporádicos momentos pudo inquietar a arquero Mendy.
En los minutos finales, Manchester City empujó por todos lados, sin demasiadas ideas y sin claridad. Los siete de adición se consumieron entre pelotazos frontales, centros de los costados y los despejes de Chelsea, que se quedó de manera justa con la Champions.
Una final con público
En época de pandemia los hinchas de fútbol del mundo extrañan horrores presenciar un partido del equipo de sus amores. Pero ayer, en Portugal, 16.500 espectadores se dieron el lujo de asistir al estadio de Porto para ver bien de cerca la final de la Liga de Campeones. La Uefa debió cambiar sobre la marcha el escenario ya que en principio se iba a jugar en Estambul, pero al ser una ciudad de riesgo se eligió el mismo lugar que albergó la final de la temporada pasada. La Uefa otorgó 6.000 entradas para cada finalista, más las tradicionales invitaciones y otras 1.700 para el público en general.