El 11 de setiembre de 1973 se produjo en Chile el derrocamiento de Salvador Allende, presidente por una alianza de izquierda: la Unidad Popular.
El golpe militar lo encabezó Augusto Pinochet, un especialista en geopolítica con fluidos contactos con la Agencia Central de Inteligencia, la CIA norteamericana, financiado entre otras corporaciones por la transnacional ITT, con la excusa que la decisión del socialista Allende de poner el cobre bajo control estatal afectaba sus intereses.
En 1975 Pinochet recibió la visita del economista estadounidense Milton Friedman, propagandista del neoliberalismo de Von Hayek y Von Misses. Friedman le aconsejó al general golpista poner en marcha un plan de medidas de desregulación económica, precarización del empleo, neutralización y /o prohibición de las organizaciones gremiales de trabajadores. El llamado Plan Chile fue el experimento inaugural y el anticipo y puesta en práctica de las ideas pergeñadas desde los años cuarenta del pasado siglo XX por los integrantes de la Sociedad Mont Pélerin. Intelectuales de diversas disciplinas: economía, filosofía, historia, psicología y otras, aguardaron el momento de instalarse en los organismos como el FMI y el Banco Mundial y fueron desembarcando en los diversos países de la mano de las dictaduras cívico militares como las de Argentina, Chile y Uruguay. Por supuesto sin olvidar que Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Tatcher en Gran Bretaña serían los impulsores de estas políticas a nivel global.
El neoliberalismo se caracteriza por entre otras cosas por predicar una “retirada del Estado”, por considerarlo un obstáculo, un límite para el libre desarrollo de la sociedad civil. Cabe señalar que pocas veces hemos visto una mayor centralización de poder en el Ejecutivo y tan magna intervención como cuando se privatizaron las empresas públicas y se impusieron la dictadura del mercado como “regulador” de las relaciones entre fuerza de trabajo y capital. La Argentina de los noventa es un ejemplo palmario de esta situación. También Friedman era frecuente visitante de los jerarcas de la dictadura cívico-militar argentina. Otro consejero habitual fue David Rockefeller, además de voceros como Guy Sorman y hasta sociólogos conversos como Alain Touraine por aquellos años deslumbrado por las virtudes del “libre mercado”.
Los efectos residuales del nuevo “modelo de capitalismo” se hacen sentir aun en nuestras sociedades, más allá de los cambios en el estilo discursivo son mecanismos y dispositivos de gobierno de las poblaciones instalados en las instituciones y hasta arraigados en las relaciones sociales de producción, las instituciones educativas.
La “gran oportunidad”
Señala Perry Anderson en su ensayo Neoliberalismo, un balance provisorio: “Comencemos con los orígenes de lo que se puede definir como neoliberalismo en tanto fenómeno distinto del mero liberalismo clásico, del siglo pasado. El neoliberalismo nació después de la Segunda Guerra Mundial, en una región de Europa y de América del Norte donde imperaba el capitalismo. Fue una reacción teórica y política vehemente contra el Estado intervencionista y de Bienestar. Su texto de origen es Camino de Servidumbre, de Friedrich Hayek, escrito en 1944. Se trata de un ataque apasionado contra cualquier limitación de los mecanismos del mercado por parte del Estado, denunciada como una amenaza letal a la libertad, no solamente económica sino también política. El blanco inmediato de Hayek, en aquel momento, era el Partido Laborista inglés, en las vísperas de la elección general de 1945 en Inglaterra, que este partido finalmente ganaría. El mensaje de Hayek era drástico: “A pesar de sus buenas intenciones, la socialdemocracia moderada inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo alemán: a una servidumbre moderna”. Tres años después, en 1947, cuando las bases del Estado de Bienestar en la Europa de posguerra se constituían, no sólo en Inglaterra sino también en otros países, Hayek convocó a quienes compartían su orientación ideológica a una reunión. Entre los participantes estaban no solamente adversarios del Estado de Bienestar europeo, sino también enemigos férreos del New Deal norteamericano.
En la selecta asistencia se encontraban, entre otros, Milton Friedman, Karl Popper, Lionel Robbins, Ludwig Von Mises, Walter Lippman, Michael Polanyi y Salvador de Madariaga. Allí se fundó la Sociedad de Mont Pélerin, una suerte de franco masonería neoliberal, con reuniones internacionales cada dos años. Su propósito era combatir el keynesianismo y el solidarismo reinantes, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y libre de reglas, para el futuro. Desafiando el consenso oficial de la época ellos argumentaban que la desigualdad era un valor positivo en realidad imprescindible en sí mismo, que mucho precisaban las sociedades occidentales. Este mensaje permanecióa por más o menos veinte años.
Con la llegada de la gran crisis del modelo económico de posguerra, en 1973 cuando todo el mundo capitalista avanzado cayó en recesión, combinando, por primera vez, bajas tasas de crecimiento con altas tasas de inflación todo cambió. A partir de ahí las ideas neoliberales pasaron a ganar terreno.
Ahora bien, ¿qué hicieron, en la práctica, los gobiernos neoliberales del período? El modelo inglés fue, al mismo tiempo, la experiencia pionera y más acabada de estos regímenes. Durante sus gobiernos sucesivos, Margaret Thatcher contrajo la emisión monetaria, elevó las tasas de interés, bajó drásticamente los impuestos sobre los ingresos altos, abolió los controles sobre los flujos financieros, creó niveles de desempleo masivos, aplastó huelgas, impuso una nueva legislación anti sindical y cortó los gastos sociales. Finalmente y ésta fue una medidatardía, se lanzó a un amplio programa de privatizaciones, comenzando con la vivienda pública y pasando a industrias básicas como el acero, la electricidad, el petróleo, el gas y el agua. Este paquete de medidas fue el más sistemático y ambicioso de todas las experiencias neoliberales.
Políticas neoliberales
Continúa Anderson: “El Chile de Pinochet comenzó sus programas de forma drástica y decidida: desregulación, desempleo masivo, represión sindical, redistribución de la renta en favor de los ricos, privatización de los bienes públicos. Todo esto comenzó casi una década antes que el experimento thatcheriano.
El neoliberalismo chileno presuponía la abolición de la democracia y la instalación de una de las más crueles dictaduras de posguerra. Sin embargo, debemos recordar que la democracia en sí misma, como explicaba Hayek, jamás había sido un valor central del neoliberalismo. La libertad y la democracia podían tomarse incompatibles si la mayoría democrática decidiese interferir en los derechos de cada agente económico para disponer de su renta y sus propiedades. El viraje continental en dirección al neoliberalismo no comenzó antes de la presidencia de Salinas de Gortari, en México, en 1988, seguido de la llegada de Menem al poder, en 1989, de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez en el mismo año en Venezuela, y de la elección de Alberto Fujimori en el Perú en el ‘90. Ninguno de esos gobernantes confesó al pueblo, antes de ser electo, lo que efectivamente hizo después. Menem, Pérez y Fujimori, por cierto, prometieron exactamente lo opuesto a las políticas antipopulistas que implementaron en los años ‘90.”
Cuatro décadas después los efectos de este “experimento” de ingeniería social se hacen sentir en nuestras sociedades con altos niveles de alienación social, violencia ejercida principalmente contra los jóvenes y las mujeres, además de otros flagelos.
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