“Nosotros, que estamos aquí en la mina, bajo un mar de roca, estamos esperando que todo Chile haga fuerza para que nos puedan sacar de este infierno”, dijo Luis Urzúa, uno de los 33 mineros, al iniciar la conversación telefónica con Piñera, según difundió la televisión chilena.
Luego de transmitirle que todo el país estaba “pendiente de ellos” y que se iba a hacer lo “humanamente posible para sacarlos” de la mina, Piñera le preguntó qué necesitaban.
“Que nos rescaten lo más pronto posible y que no nos abandonen”, dijo Urzúa.
Piñera le respondió: “le puedo asegurar, como presidente de Chile, que no los vamos a dejar solos. Nos va a tomar algún tiempo, pero lo importante ahora es que hacemos las cosas en forma segura”.
“Va a tomar algún tiempo pero no queremos realmente hacer nada que comprometa sus vidas, don Luis”, afirmó el primer mandatario.
Urzúa, el minero que estaba de turno el día del derrumbe, contó durante la emotiva comunicación telefónica que ese día “fue espantoso”, que ellos estaban aprestándose a salir de la mina y que “por cuatro o cinco horas no pudieron ver nada hasta que se disipó la tierra”.
El presidente chileno le comunicó a Urzúa que hay “un compromiso tomado con ellos y son todos los chilenos para poder rescatarlos”.
El minero le contestó que sus compañeros están agradecidos por todo lo que ha hecho el país por ellos.
“Gracias a su gobierno y gracias a toda la gente que ha orado por nosotros”, expresó Urzúa desde el fondo de la tierra.
Piñera le recalcó que “esto no ha terminado y que le transmita a sus compañeros, que se va a seguir haciendo todo lo humanamente posible para lograr que vuelvan a la superficie, junto a sus familias”.
Los mineros pidieron especialmente por sus familias, “que son los que más necesitan de la ayuda ya que nosotros vivimos de un sueldo”, dijo Urzúa.
Al despedirse, los mineros gritaron a viva voz “¡vivan los mineros de nuestro país!”, y pidieron ayuda para la familia de su colega boliviano Carlos Mamani, el único extranjero del grupo.
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