Especial para El Ciudadano
La escena sucede en vivo, el miércoles 20 de mayo. En una pantalla de televisión que aparece dividida en dos, casi como metáfora de lo que sucede con la sociedad de este país. De un lado, conductores en el estudio muy formales. Del otro, el móvil en la calle con la protesta en vivo de pobladores de La Pintana, en las afueras de Santiago de Chile. Desde la semana pasada, rige para la Región Metropolitana del país una cuarentena obligatoria y estricta. Que está siendo imposible de cumplir. Hay cacerolazos en las calles, en las zonas de menor ingreso económico. Una de las banderas de la movilización que transmite la TV, dice: “Si no nos mata el coronavirus, nos mata el hambre”.
Con ruido de fondo, con un tapaboca, que no le impide decir cosas muy fuertes, habla ahora la entrevistada desde La Pintana. “Ya no nos escucharon sin meter bulla. No nos escucharon conversando. Tuvimos que salir a la calle. Y estar atentos a que Carabineros no nos reprima. Y decir cosas que no debiésemos tener que gritarlas”. La imagen del otro lado cambia por otra de las conductoras, que sale en vivo desde su living, sin barbijo y con un cálido velador detrás e interrumpe a la manifestante. Le argumenta: “Estos problemas los resuelve la política. ¿Tú ves en la política un factor de cambio? ¿Cómo te sientes tú con lo que se habla en la televisión, en el Congreso, aparece desde los ministerios, hacia abajo en esta pirámide?”. Y la joven le responde: “¿Quieres que te dé mi opinión? La política a nosotros no nos favorece. A nosotros no nos ayuda, nos abandonó. Somos lo más bajo. No existimos. Y sin embargo, somos lo que movemos el país. Y tú lo ves de esta forma: somos los que vamos a limpiar tus casas, somos los que cuidamos a los hijos de los que tienen más. Somos los que levantamos las empresas. Porque sin trabajadores, las empresas no existirían. Pero sin embargo hoy día, cuando esas empresas tuvieron que apoyar a su pueblo mandándole a la casa, pagándole su sueldo, no lo hicieron. Muchos de mis vecinos están con sus contratos suspendidos sin goce de sueldo. Otros con un 30 por ciento o con un 50 por ciento. ¿Se dan cuenta que todo es negativo para nosotros? Mira, yo no sé cómo lo vayan a tomar, no lo tomen a mal. Pero nosotros no podemos hacer una cuarententa como la hace el Sector Oriente. Ellos pueden encerrarse. Tienen sus neveras llenas, sus estanterías con mercadería, refrigeradoras con carne y congelados. Nosotros no. No tenemos esos recursos, vivimos el día a día”.
El virus “buena persona”
Otra escena en vivo, también por televisión. Es 20 de marzo y hay cuestionamientos en Chile porque el gobierno le esquiva a la decisión de decretar una cuarentena, que ya otros países están instaurando, como la Argentina. El que responde ahora en pantalla es el ministro de Salud, Jaime Malañich, planteando la hipótesis de que el Covid-19 no cause daño en Chile, se pregunta al aire: “¿Y qué pasa si el virus muta y acá se pone buena persona?”.
El coronavirus no mutó en buena persona. Hasta este jueves, se confirmaron 57.581 contagios y 589 muertes, en un país con 18 millones de habitantes. Y la curva está subiendo. Cuando finalmente se decretó la cuarentena en Santiago, hace una semana, se habían dado 12 muertes en un día. El número fue creciendo de a poco. Este jueves se informaron 45 personas fallecidas en 24 horas, con el promedio de una cada 32 minutos.
El Covid-19 desnuda una realidad previa. Chile tenía hace tiempo una desigualdad de ingresos tan enorme como la de casi toda Latinoamérica. Pero en el último tiempo, esa brecha explotó y se multiplicaron los conflictos durante el año último, con fuerte respuesta represiva de las fuerzas de seguridad. Así, el sistema político estaba en jaque antes que llegue el coronavirus. Se venía pidiendo la renuncia del presidente Sebastián Piñera con movilizaciones que ya habían logrado un llamado a un plebiscito que debía hacerse en abril, para decidir si habría una Reforma Constitucional. La Carta Magna vigente, rige desde la dictadura pinochetista.
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Jóvenes, trabajadores y diversos sectores sociales coincidían en los reclamos. Pedían mejores condiciones laborales, fondos para salud y educación, exigían que el país abandone las pautas neoliberales que llegaron aquí a Chile antes que al resto de los países de la región. Que nacieron con Pinochet y se continuaron con los gobiernos que siguieron, aún aquellos de signo progresista. Un ejemplo es el sistema de pensiones privado, como fue en Argentina el de las AFJP, que hoy en plena pandemia es insólitamente utilizado para que los empleados se paguen sus propios salarios.
Gabriela Cerda es ejecutiva comercial de una prestigiosa empresa de seguridad chilena. Además, está finalizando sus estudios de ingeniería. Tiene 28 años y es de Santiago. Y explica a El Ciudadano: “Algunas empresas, como la mía, hicieron reducción de salarios del veinte por ciento cuando llegó la pandemia. Y otras bajaron a la mitad, como la aerolínea Latam. Nosotros no tuvimos una cuarentena como la de Argentina. No fue nacional, ni abarcó a todas las actividades, hasta la semana pasada. El gobierno decía que no iba a haber mucho problema en el sistema sanitario. Cuando subieron mucho los casos diarios, se decidió cerrar. Pero tarde, en mi opinión”.
Continúa Gabriela sobre la situación laboral: “Lo de bajar los sueldos con convenio, lo hizo una minoría. Casi todas las empresas hicieron uso de la Ley de Cesantías, que el gobierno de Piñera dictó hace un tiempo. Que permite al sector privado seguir pagando sueldos enteros, pero con el propio seguro de desempleo que cada trabajador tiene ahorrado en el sistema previsional”. Tamara Muñoz Valenzuela, presidenta de la Federación de Trabajadores de Call Center, suma su voz al diálogo con El Ciudadano, desde el otro lado de la cordillera: “Con la pandemia, suspendieron los contratos laborales. Hicieron que los trabajadores nos paguemos el salario con nuestros ahorros. Pero además, se buscó mantener lo más posible los malls abiertos, luego se habló de volver rápido a las escuelas, a la administración pública. Esto generó un relajo en las medidas de autocuidado, que derivó la semana pasada en que aparezca tanto de contagios y suba de muertes”.
Cuarentena tardía
Hasta el 15 de mayo, el movimiento comercial era casi normal en Santiago, con medidas laxas de confinamiento. Ese día, hubo casi 2.500 contagios y 24 muertes. Y el gobierno llamó a la cuarentena total en la Región Metropolitana. “Fue tardía. En la primera etapa fue parcial -dice Gabriela Cerda- y sobre todo en zonas de clase alta, donde claramente se había iniciado el brote. La curva no se hubiese disparado si antes se tomaba la decisión de cuidarnos. Además, se podían imprimir permisos temporales para salir, que los expedía la Policía. Y hubo gente que hizo un mal uso de esto, había muchos en la calle”.
Muñoz Valenzuela, que también integra el área de Relaciones Internacionales de la Central Unitaria de Trabajadores, agrega: “Algunos quizás piensen que el gobierno de Piñera subestimó el virus. Pues no, lo que hizo es utilizar esta crisis sanitaria para avanzar en una agenda neoliberal que ya tenía. Y que había entrado en crisis a fin del año pasado, con las movilizaciones. Se puso prioridad en la economía, sobre todo la de las empresas más grandes o los sectores de más ingresos. Esto por sobre la salud de las personas. Durante marzo, fue muy enfática la posición de nuestra Central Unitaria de Trabajadores, también la del Colegio Médico y otras organizaciones sociales y sindicales, la de los expertos, que exigíamos al gobierno una cuarentena nacional. Solicitamos suspender las actividades en empresas que no fueran esenciales y asegurar el pago de remuneraciones a los trabajadores. Le entregamos a Piñera un plan de emergencia, con propuestas para hacerle frente a la pandemia. Pero un gobierno sordo como el que tenemos, no escuchó demandas ni propuestas”.
El sistema de salud
La cuarentena, está claro, es muy difícil de cumplir ahora para los sectores más vulnerables, sin ingreso o con ingresos recortados. Y con el virus circulando por la capital chilena, varias voces coinciden en advertir que el sistema sanitario no estaba preparado para lo que pasa con la pandemia: “Quedó al desnudo una crisis estructural, que denunciamos ya antes. Un déficit de infraestructura y de capacidad hospitalaria, de accesos a la atención, a medicamentos e insumos. Si antes del virus había problemas, hoy esto se profundizó. Los hospitales están saturados y las diferencias con la parte de la población que que puede pagar la salud privada, es mucha. Por eso está quedando gente sin atenderse. Algunos son atendidos en ambulancias, por la falta de camas. Otros son trasladados a otras regiones. Y eso es un círculo vicioso, porque luego en esas regiones están subiendo los contagios”, dice Muñoz Valenzuela
Gabriela Cerda suma un dato, en charla con El Ciudadano: “Se habilitó un hospital de campaña en un centro de convenciones en la capital chilena, que es Espacio Riesco, propiedad del primo del presidente Piñera, con lo cual también hubo mucha controversia. El monto por el cual se arrendó es una burla. Cómo no vamos a estar enojados aquí”.