Humberto Zambon (*)
China es una civilización muy antigua y que presenta una gran continuidad. Desarrollaron una escritura ideográfica (un signo para cada idea, distinta a la nuestra, fonética, en la que los signos representan sonidos) y hay escritos de 3.500 años atrás. Tiene gran similitud con la historia del Egipto antiguo: ambas civilizaciones fueron agrarias y dependían del uso del agua, lo que exigió gobiernos centralizados y fuertes; como en Egipto antiguo, la historia se divide en dinastías; según Jorge Molinero (“Tiempos chinos”, Iade, 2019) desde 2100 AC y hasta 1912 se sucedieron 18 dinastías.
No fue una historia uniforme ni tranquila, sino que, como la de todos los pueblos, tuvo períodos de auge y de decadencia, de luchas intestinas, sustitución más o menos violenta de gobernantes, secesiones e invasiones extranjeras, mientras fue acumulando adelantos científicos (por ejemplo, en medicina, la acupuntura), artísticos y grandes invenciones, como la pólvora, el papel, la xilografía, la brújula, el sismógrafo, e inclusive los fideos, que Marco Polo en el siglo XIII llevó a Italia y dio lugar a la “pasta”, su actualmente considerada comida tradicional. Además de obras de ingeniería como la Gran Muralla, los diques y canales que irrigaban su vasto territorio. Una idea de su potencialidad la da el hecho que, de los 20 siglos de nuestra era, durante 18 (el 90% de ese tiempo) fue la civilización más adelantada y la mayor economía del mundo; inclusive a principios del siglo XIX, comienzos de la Revolución Industrial en Gran Bretaña, su producto bruto (medido en poder adquisitivo) se calcula en el 30% del mundial, muy por encima de toda Europa o de Estados Unidos.
Las principales dinastías que se fueron sucediendo fueron:
Quin (221-206 AC). China se unifica con un Estado fuerte y centralizado, con el confucionismo como ideología oficial. Se reunieron los fragmentos de la Gran Muralla construidos siglos antes para defenderse de los mongoles, lo que hoy es considerada como una de las grandes maravillas del mundo, con más de 2.000 años de antigüedad y 9.000 kilómetros de extensión. Se construyó el Gran Canal para llevar agua a nuevos territorios: con un sistema de diques: desviaron al río Min, creando una nueva vía fluvial. Se la recuerda también por el mausoleo con los famosos guerreros de terracota.
Han (206 AC-210 DC). La importancia de esta dinastía se pone de manifiesto en que le dio el nombre a la etnia mayoritaria (el 92% de la población) y al idioma (“hanyu”: lengua de los han). El emperador Wu (140-187 AC) institucionalizó los principios del confucionismo para la administración pública, con rigurosos exámenes para su ingreso; sistema que, con reformas, aún perdura. Fue una época de grandes innovaciones técnicas (entre ellas, el papel) y floreció la agricultura, la industria y el comercio. Se creó la “Ruta de la Seda” que llegaba al Asia central y a la India y facilitó el intercambio comercial (la seda era un producto muy requerido por los pueblos extranjeros).
Tang (618-907 DC). Fue una época de gran prosperidad económica y florecieron la poesía, la pintura, la cerámica vidriada y la impresión en madera. Con apoyo de la emperatriz Wu Zetien (690-705), única mujer que accedió a ese título, se propició la expansión del budismo.
Song (960-1271). En esta época se generalizó el uso del dinero y la letra de cambio debido al aumento del comercio, con el té y la porcelana entre sus principales exportaciones. Se desarrollaron grandes ciudades y se crearon los graneros estatales para garantizar la alimentación de la población urbana.
Yuan (1271-1368). Los mongoles (pueblo nómade del norte) con Gengis Khan dominaron desde Europa oriental hasta India y China. En 1271 el gran Kan Kublai (nieto de Gengis Khan, creó esta dinastía con capital en Pekín. De este tiempo fueron los viajes de Marco Polo y de comerciantes árabes, que abrieron los contactos con occidente; con el intercambio de mercancías llegaron también ideas religiosas como el cristianismo y el islamismo.
Ming (1368-1644). El creador de la dinastía fue de origen muy humilde y reemplazó a los mongoles en decadencia; devuelve la capital a Nankin. Reforzaron con piedra y cañones a la Gran Muralla. En esta época se creó una flota naval enorme (60 navíos grandes y 255 menores, con 28.000 hombres) que, a partir del año 1405 exploraron los mares de Asia y África y llegaron hasta Egipto. La característica es que no buscaban hacer colonias sino, simplemente, mejorar el intercambio comercial. Una digresión: el siglo XV representa una bisagra en la historia de la humanidad, ya que a fines del mismo comienzan los grandes viajes, con los portugueses circunvalando África y llegando al Lejano Oriente, y los españoles viajando a América. A principios de ese siglo todo parecía indicar que los chinos, por su flota y sus conocimientos náuticos y cartográficos, serían los que, circunvalando África, unirían por vía marítima Oriente con Europa y luego (viajando al oeste o al este) entrarían en contacto con América: la historia moderna hubiera sido totalmente distinta. Sin embargo en China hubo una corriente aislacionista frente a los extranjeros y de oposición a los grandes gastos que originaba la flota y, a la muerte del emperador (1443), su sucesor ordenó la destrucción de toda la flota.
Quing (1649-1912). Proveniente de Manchuria. Incorporaron territorialmente a Taiwán, el Tíbet y Mongolia. Fue la última dinastía imperial. En el siglo XIX, con esta dinastía, se inició un período de decadencia y humillación ante el extranjero:
Guerra del Opio (1839-1842). Los ingleses importaban de China seda, té y porcelana y exportaban poco. Para equilibrar la balanza comercial desfavorable los ingleses introdujeron de contrabando cantidades crecientes de opio que cultivaban en la India. Ante el daño que producía en su población, el emperador chino ordenó la incautación de todo el opio que entraba por Cantón. Inglaterra lo consideró una declaración de guerra y estalló la contienda, que duró tres años, hasta que China se rindió: cedió Hong-Kong y abrió otros puertos a los extranjeros, como Shangai.
Segunda Guerra del Opio (1856-1860). Gran Bretaña aumentó sus demandas procurando poder comerciar en todo el territorio. Pretendió legalizar el comercio del opio y abolir los impuestos al tránsito de mercancías en territorio chino. Ante la negativa del emperador, aprovechó un incidente con un buque de bandera británica acusado de contrabando para volver atacar con sus tropas, apoyada por los franceses. Con el triunfo tomó Cantón y logró satisfacer sus demandas, asegurando además 10 nuevos puertos para el comercio exterior, la libre navegación por el río Yangtsé (de 6.300 kilómetros de extensión), el derecho de los extranjeros a viajar por todo el país y el reconocimiento de derechos civiles, de propiedad y de evangelizar a todos los cristianos.
Guerra chino-japonesa (1894-1895). Por la influencia en la península de Corea estalló esta contienda en la que Japón, antiguo reino vasallo de China, la venció y logro la declaración de independencia de Corea y la cesión de Taiwán.
Rebelión de los boxers (1898-1901). Debido a las sucesivas humillaciones ante el extranjero y ante una sequía estallo una gran rebelión popular xenófoba, que decía apoyar al emperador contra los extranjeros y, en especial, contra los misioneros cristianos; los chinos la denominaron “puños justos y armoniosos” mientras que los ingleses, debido a que muchos de los rebeldes eran cultores del arte marcial, que ellos llamaban “box chino”, la denominaron “de los boxers” (boxeadores), que es como se la conoce en Occidente. Ocho naciones (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Imperio Austro-húngaro, Estados Unidos, Italia, Japón y Rusia) declararon la guerra; formaron un ejército de 20.000 hombres que vencieron al Ejército Imperial y ocuparon Pekín. Hubo gran cantidad de ejecuciones y China fue conminada a pagar fuertes indemnizaciones, previstas por 39 años.
China, si bien mantuvo la independencia formal, fue de hecho dividida en zonas de influencia: Francia al sudeste, Gran Bretaña y Alemania en el centro y Japón y Rusia en el norte. Como dijo Sun Yat-sen: “China es una hipercolonia” (colonia no formal bajo la dominación extranjera).
Estos acontecimientos, más un profundo descontento popular por las hambrunas y crisis económicas que motivaron diversas rebeliones (como la de Taiping (1851-1864) contra la dinastía Manchú y que causó millones de muertos), produjeron el descrédito de la monarquía y, finalmente, la declaración de la república, en 1912.
(*) Doctor en economía. Ex decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue y ex vicerrector de la Unco. De vaconfirma.com.ar
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