Humberto Zambon (*)
En 1949 Mao Zedong, vencedor de la guerra civil, proclamó la República Popular China. El socialismo de Mao estaba adaptado a la realidad china, fundamentalmente campesina. Estaba basado en esa tradición, gran dosis de sentido común y cultura popular y un conocimiento (según palabras de Hobsbawm) muy limitado y casero de Marx y Engels, recibido a través de las lecturas de Lenín. Nunca había salido de China, lo que explica su visión limitada del mundo, aunque tuvo la enorme virtud de interpretar cabalmente la realidad de su país y el sentir de su pueblo, además de ser –en su vida personal– un ejemplo de austeridad, sencillez y entrega. Entendió claramente el papel que juega el campesinado en el Tercer Mundo y las condiciones de su participación en la construcción del socialismo. Sin embargo, su socialismo cae en una utopía colectivista basado en la abnegación del individuo y su inmersión en la colectividad (propio del confucionismo pero que resulta contradictorio con la visión humanista de Marx, lo mismo que su criterio de que “en realidad, siempre tiene que haber jefes”). Su actitud política presentó una gran dosis de voluntarismo y de subestimación de la teoría y de los intelectuales: decía que “el dogma es menos útil que el estiércol del caballo”, mientras que recalcaba la originalidad de su revolución respecto a las anteriores: “La revolución socialista que estamos realizando es una revolución nueva; tenemos experiencia sólo en revoluciones democrático-burguesas, no en una revolución socialista”, (obsérvese que está negando el carácter de socialista a la Unión Soviética, a la que acusó de burocrática; desde la década de los años 30 había roto con Stalin y este apoyó hasta el fin de la guerra civil a Chiang Kai-shek).
La República Popular hasta 1976
Se reunificó el territorio nacional y comenzó la transformación de la propiedad: se encaró una profunda reforma agraria, por la cual 46 millones de hectáreas se distribuyeron entre los campesinos, mientras que esa producción agraria, lo mismo que la artesanal, se organizó mediante cooperativas (representaba entre el 70% y 80% de lo producido por ambos sectores); se estatizó la industria y las finanzas y se creó un Plan Quinquenal (1953-1957) que puso énfasis en el desarrollo de la industria pesada.
En 1956 comenzó un período de acercamiento con la Unión Soviética, recibiendo ayuda económica y asesores, pero el acuerdo duró solo hasta el año 1959, en que se volvió a romper ideológica y políticamente, con disputas fronterizas durante los años 60, llegando a un conflicto armado por el río Ussuri en 1969. En ese momento, para China, éste era el principal peligro, razón por la que inició una política de acercamiento a los Estados Unidos (que estaban en plena “Guerra Fría” con la Unión Soviética) y que culminó con el encuentro de Mao y Nixon de 1972. Para este año, la mayoría de los países del mundo, inclusive Estados Unidos, ya había reconocido a la República Popular como el gobierno legítimo de China, dejando de lado la ficción que éste era el de la república de Taiwán; el 25 de octubre de 1971 también lo había hecho la ONU, implicando la expulsión de los anteriores representantes.
En 1958 Mao anunció el Gran Salto Adelante, que iba a llevar directamente al comunismo. La comuna, de carácter rural, tenía colectivizados todos los servicios, desde las guarderías infantiles a la comida y, lógicamente, la educación y la salud; se fomentaron las fundaciones a pequeñas escalas (“en cada aldea un horno de fundición”) con lo que se pretendía incrementar el ritmo de industrialización del país; de esta forma se eliminaba el salario y el dinero tendería a desaparecer. Se pusieron en marcha unas 24.000 “comunas del pueblo”. Fue una experiencia con alto grado de utopía y voluntarismo político que terminó en fracaso, con una hambruna que se extendió entre 1959 y 1960 (algunos autores estiman que produjo entre 10 y 20 millones de muertes). En 1961 se la dio por finalizada.
Mao siempre tuvo profunda desconfianza en los expertos y técnicos, y en los intelectuales en general, porque temía la burocratización del sistema, como la que se había dado en la Unión Soviética. Para evitarla, en 1963 lanzó una campaña de educación socialista para revivir la ideología revolucionaria y en 1966 anunció la “Revolución Cultural”, que duró hasta su muerte, en 1976. Siguiendo a Confucio (“El campo es la fuente de toda riqueza humana”) se envió a los dirigentes a trabajar al campo.
Desde el comienzo de gestión Mao estuvo acompañado por Zhou Enlai, formado ideológicamente en el PC francés y que los analistas veían como el ala moderada del gobierno; Zhou fue el ministro de Relaciones Exteriores desde 1949 a 1958 y primer ministro desde 1949 hasta su muerte; entre ambos existió un vínculo de confianza y lealtad mutuo. En 1975, pocos meses antes de su muerte, Zhou Enlai anunció en la Asamblea Popular Nacional de China las “cuatro modernizaciones” que ya había enunciado en 1963, y que abarcaban agricultura, industria, defensa y ciencia y tecnología. En 1978 Deng Xioping le dio la aprobación oficial, como objetivo de lo que sería la nueva etapa histórica de ese país.
En enero de 1976 murió Zhouy, en septiembre, Mao. Quedó como herencia una China distinta: un pueblo alfabetizado con un buen nivel de salud accesible a todos (se duplicó la esperanza de vida); un producto industrial que era 38 veces mayor que el recibido en 1949, con desarrollo de la energía atómica, y la recuperación del orgullo nacional después de la humillación que significaron la Guerra del Opio y la ocupación extranjera.
(*) Doctor en economía. Ex decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue y ex vicerrector de la Unco. De vaconfirma.com.ar
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