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China en un mundo bipolar: la historia de la potencia que le disputa la supremacía a Estados Unidos

El motor inicial del crecimiento chino fue la inversión extranjera orientada hacia la exportación, que permitió modernizar su aparato productivo. Pero esto no se hubiera dado sin la apertura del mercado norteamericano (y occidental), que encontraron en los productos baratos consumo para la población

Humberto Zambon (*)

 

En 1976 murieron los dos líderes del primer período de la República Popular, Mao Zedong y Zhou Enlai, y se produjo una pulseada por el poder entre la fracción maoísta (encabezados por la viuda del primero) y la renovadora, en la que se impuso ésta última, asumiendo el poder en 1978 Deng Xiaoping. El punto de continuidad con la etapa anterior lo da el documento “Las 4 modernizaciones”, necesarias en agricultura, industria, defensa, y ciencia y tecnología, que expusiera Zhou Enlai en la Asamblea Popular Nacional y que Deng hizo suyas.

La reforma iniciada por Deng (que dio lugar al conocido “milagro económico chino”) no elimina la planificación ni el papel central del Estado en la economía, ya que importantes sectores se mantienen de propiedad pública (lo que hace a infraestructura, transporte, telecomunicaciones, finanzas, medios de comunicación, etcétera) mientras que existen fuertes regulaciones y controles para las empresas privadas. Se establecieron “zonas especiales” para la inversión extranjera, autorizándolas en función de las necesidades chinas y cuidando, fundamentalmente, la transmisión de conocimientos tecnológicos y el destino exportable de la producción, con el fin de evitar la restricción externa. Por otra parte, se hicieron convenios de asesoramiento tecnológico para la modernización industrial, se orientó la enseñanza hacia la ingeniería y las ciencias duras y se otorgaron becas para el estudio y la especialización en el exterior.

A Deng Xiaoping lo sucedió Hu Jintao (2000-2013) y Xi Jinping (a partir de 2013), quienes continuaron con la política del primero.

En 2008 se avanzó en una segunda reforma agraria –que permite a los campesinos alquilar o vender la tierra– con el fin de lograr economías de escala en la producción agropecuaria. Incluso fue posible la creación de los “pools de siembra”.

Para entender este período hay que tener en cuenta: 1) la existencia previa de una población con buen nivel educativo y cierto grado de industrialización (aunque, en algunas ramas, con atraso tecnológico) que resultó del período anterior y que posibilitó el gran salto; 2) el acercamiento a Estados Unidos a partir del inicio de los años 70, que abrió un enorme mercado a la producción china; 3) la etapa del capitalismo mundial; a raíz de la crisis del petróleo se produjo una fuerte recesión en las economías centrales y una traslación enorme de recursos hacia los países exportadores de petróleo, recursos que en gran parte volvieron a los bancos occidentales como inversión financiera; y las grandes empresas, para restablecer la tasa de ganancia, dedicaron parte de sus excedentes a la especulación financiera y parte a relocalizar sus inversiones en países de salarios bajos y pocas reglamentaciones sociales y ambientales. Significó la globalización del capitalismo subordinado al poder financiero.

China tenía (y tiene) un tipo de cambio fijo con una moneda muy subvaluada. Esto significa que los salarios chinos, medidos en dólares, son muy bajos (que no reflejan el poder adquisitivo de los mismos en el mercado local) y, como consecuencia, los productos elaborados en las ramas mano de obra intensivas resultan, medidos en dólares, muy baratos.

El motor inicial del crecimiento fue la inversión extranjera orientada hacia la exportación y que permitió la modernización de su aparato productivo. Pero esto no se hubiera dado sin la apertura del mercado norteamericano (y occidental en general), que encontraron en los productos baratos chinos la posibilidad de mejorar el consumo de la mayoría poblacional, afectada por la concentración de recursos que implicó el capitalismo financiero. Según el economista norteamericano Stephen Roach, “el milagro del crecimiento liderado por las exportaciones de China no habría comenzado en los años 1980 sin el consumidor norteamericano”.

En 2001 China ingresó en la OMC (Organización Mundial de Comercio) y a partir de allí crecieron las inversiones extranjeras directas, no sólo para la exportación sino también para abastecer al enorme mercado interior que, debido al crecimiento económico, se volvió interesante para las empresas multinacionales; como abastecerlo con productos importados era muy difícil por las barreras existentes, optaron por producirlos en el mismo territorio.

Con los años las exportaciones fueron evolucionando. Por un lado, la canasta de bienes exportados fue cambiando; al principio consistía en productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales (en 1985 representaban el 49% del total) y otras manufacturas intensivas en mano de obra; luego fueron evolucionado para incorporar maquinaria y material ferroviario y automotriz, y con el tiempo se fueron agregando manufacturas de mayor contenido tecnológico, que requieren un proceso intensivo en investigación y desarrollo. En segundo lugar, inicialmente las exportaciones estaban ligadas a las empresas extranjeras radicadas en China (en 2005 representaron el 60% del total exportado) pero a partir de esa fecha fueron disminuyendo proporcionalmente para dar lugar a la producción de empresas locales, privadas y públicas.

La balanza comercial permanentemente favorable le aseguró a China recursos suficientes como para respaldar su política monetaria y, con el tiempo, exportar capitales. En un principio parte de los excedentes generados en el comercio con Estados Unidos se destinó a adquirir títulos del Tesoro de Estados Unidos, lo que le permitió a éste financiar los grandes déficits presupuestarios (se llegó a hablar de la “dependencia” norteamericana del ahorro chino). Luego, las inversiones se dirigieron hacia el Tercer Mundo (África y América latina) con el fin de asegurar un comercio fluido y, en particular, el abastecimiento de materias primas y energía (préstamos a Venezuela y a Ecuador a cambio de petróleo; en nuestro país las inversiones en parques eólicos, petróleo y la compra a los canadienses de su participación para la producción de litio); para muchos de estos países China se convirtió en el principal destino de sus exportaciones. También la exportación de capital tuvo como destino los países desarrollados, comprando empresas para hacerse de tecnología y de marcas acreditadas para abastecer su propio mercado y participar del occidental.

Las exportaciones de China a Estados Unidos sumaron en el año 2017 un total de 505 mil millones de dólares, mientras que sus importaciones fueron de 130 mil millones (Le Monde Diplomatique, octubre de 2018). Este enorme déficit llevó al presidente Donald Trump a anunciar, a partir de enero de 2018, el incremento de aranceles a las importaciones de ese país; como China respondió con una medida similar, ambos las fueron intensificando en lo que parece ser el comienzo de una “guerra comercial” entre ambas potencias. Además, Estados Unidos empezó un ataque contra empresas chinas, en particular Huawei, en este caso presionando para que los demás países no utilicen su tecnología (red 5G). Es un capítulo más en la puja por la hegemonía mundial.

Dentro de la misma se debe incluir el acuerdo de China con Rusia, y también el anuncio, por parte del primero, de la “Nueva Ruta de la Seda”, proyecto que implica una inversión millonaria en infraestructura, transporte y créditos e involucra a 64 países de Asia, Europa y África, sin utilizar al dólar como moneda internacional. El objetivo es asegurar el abastecimiento del petróleo de Irán y Rusia e intensificar el intercambio comercial en Eurasia y el continente africano.

Como balance del período, nada mejor que unos números. 1) La productividad del trabajo en China creció al 12% anual entre 2003 y 2007 y al 9% a partir del 2008, mientras que en Estados Unidos el crecimiento era del 2%. 2) La lucha contra la pobreza: tomando como referencia el límite de extrema pobreza del Banco Mundial (1,25 dólar diario) en 1981 en China existían 838 millones de pobres; en 2011 habían bajado a 84 millones, más de 750 millones dejaron de ser pobres desde la reforma de 1979 (datos tomados del artículo de Néstor Restivo en Boletín Iade del 18 de enero de 2019). La tasa de pobreza en 2017 era del 3,1%. 3) Desde 1975 el PBI chino creció aproximadamente al 10% anual hasta que en los últimos años la tasa bajó al 6,5% en promedio: significa más que duplicar la tasa de crecimiento mundial y también la de los países centrales; inclusive el año pasado, a pesar de la pandemia, fue uno de los pocos países que tuvo crecimiento positivo (2,3%) y para este año se espera una tasa de alrededor del 7%.

Con esas cifras, parece correcto hablar del “Milagro Chino” para esta etapa de su historia.

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(*) Doctor en economía. Ex decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue y ex vicerrector de la Unco. De vaconfirma.com.ar

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