Chio, el hijo de Gilda, sobreviviente del accidente donde perdió a su madre cuando tenía ocho años, se lanzó como cantante luego de un largo proceso de sanación del dolor, dando el paso discográfico de Estamos vivos.
“Este disco es un viaje interior, un proceso de transformación profunda, donde muestro un renacer, de encontrarme conmigo, completarme, de sumergirme dentro de mí”, afirmó a Télam Fabricio Cagnin, de 34 años, quien de pequeño compartía el amor por la música con su mamá.
Después de transitar tiempos oscuros y tristeza, Chio sigue los pasos de Gilda, logró volcar los sentimientos que lo atravesaron estos años en un puñado de sentidas canciones con las que muchas personas pueden sentirse identificadas.
En la charla, el cantante aclaró que prefirió no encasillar su música y aclaró que sus canciones van más allá de los géneros. “Se trata de la honestidad de mostrar lo que sos y transmitirlo en letras y melodías, creo que mi mamá hacía eso y trato de hacer lo mismo”, explicó.
Inició su camino musical propio con este trabajo luminoso con canciones inclinadas hacia sonoridades acústicas y rockeras, y no a la música tropical, que tuvo a Gilda como una de sus máximas referentes. “No es que no me guste la cumbia -sostuvo-, fluyó para ese lado, con esos arreglos, creo que este es un disco que tiene canciones sobre todo, no me gusta definirlo en estilos porque cerrás puertas”.
Si bien desde hace 20 años viene componiendo, tocando y cantando (en diferentes bandas), Fabricio decidió volver a ser “Chio”, como lo llamaba su madre desde niño, y presentarse por primera vez como el hijo de la emblemática cantante de la música popular, convertida en mito para los argentinos.
“Musicalmente siempre me sentí valorado, llegué acá después de un proceso largo, ahora, de grande, me reencontré con el hijo de Gilda, eso a lo que le escapaba tanto, porque me traía mucho dolor y angustia”, repasó.
Acerca de su nombre artístico, contó: “Mi mamá llamaba ‘Fabrichio’ y quedó así, en casa me llamaban ‘Chio’; lo recuperé ahora, hablando descubro cosas nuevas, pero todo es sanador”.
Gilda murió en un accidente de tránsito el 7 de septiembre de 1996, cuando el micro en el que viajaba a un show en Entre Ríos chocó, y luego se convirtió en mito. A Chio le tocó presenciar el hecho en el que también perdieron la vida su hermana Mariel, de 11 años, su abuela Tita, y tres de los músicos que tocaban con la intérprete (Raúl Larrosa, el guitarrista y compositor Enrique Tolosa y el bajista Gustavo Babini), además del chofer.
La carrera musical Chio empezó con la presentación de “Crují”, una canción dedicada a su mamá, y “Un guardián”, en honor a su padre Raúl, quienes fueron sus dos pilares en su vida.
“Crují” fue lanzado el 7 de septiembre, con la idea de resignificar esa fecha, de sublimar la tristeza y convertirla en canción
“La muerte -reflexionó- va a estar siempre en la vida, porque es la certeza máxima, y también en este tema sentí que fue como mostrarme desde mi lugar más íntimo y recibí comentarios profundos de personajes que han tenido pérdidas”.
“En un punto en la canción muestro como me transformo, sin rencor, sin miedo, para poder expandirte y seguir transformándome hacia la luz, desde un lugar amoroso” , dijo.
«Y hoy al destino puedo cantar, en nuestros cuerpos espera un final, a nuestras almas, perpetuidad, tomo tus manos y me echo a volar. Que aunque las puertas se cierren, nunca dejen que les corten las alas… Vuelen, vuelen alto, que se llega, se llega…», canta en el primer corte de difusión de «Estamos vivos».
Acerca de «Un guardián», Chio contó que es un homenaje a su padre, y resaltó que en esta canción, como en todo el disco «hay mucha verdad», algo que le trajo un ida y vuelta con la gente que amaba a Gilda y con aquellos que lo descubrieron cuando participó en «PH: Podemos Hablar», de Telefe.
«Mi papá es una figura de apego muy importante, desde un lugar de estar presente desde el silencio, no tan maternal, y eso hizo que pueda estar donde estoy ahora. Salimos para adelante juntos y muy bien», expresó Chio.
«Para mi es hermoso y a él lo conmueve, porque nunca habló de su historia, y el hecho de empezar a hacerlo yo, hizo que vaya soltando muchas cosas que tiene adentro», profundizó.
En cuanto a cómo maneja o lo influye en su vida la mirada ajena, el cantante apuntó: «Siempre está el juicio ajeno, entendí que yo no soy responsable de los pensamientos ajenos, desde donde vengo yo que es un lugar muy oscuro y hoy valoro mi vida».
«El prejuicio está siempre a la orden de día -continuó-. Yo no podía compartir que era el hijo de Gilda, era imposible esconderme porque las canciones de mi mamá estaban en la calle y me traían mucho dolor a la vez, ahora me llevan al amor y a la celebración, mi proceso fue ese y no reniego de eso».
Consultado acerca de los motivos que lo llevaron a percibir que hoy este es el momento de iniciar su carrera, Fabricio afirmó que no cree en el tiempo: «A los 15 hablaba mucho con mi abuelo, me refugié escribiendo, empecé a componer, y me metía en salas de ensayo, la pasaba de sala en sala de banda en banda y yo no decía nada que era el hijo de Gilda», consignó el músico, quien a los 16 años conoció a Brenda, el amor de su vida, y la madre de sus dos hijas.
«El amor es la clave de la vida en todo aspecto, amor propio es vital para todos, para a encontrar lugares sanos para vos; el encuentro con Brenda y mis dos hijas, que son mi vida, me da un gran respaldo, un lugar para descansar».