Bario, antimonio y plomo: la tríada de la verdad. El hallazgo de esos tres elementos químicos en una muestra tomada de una escena del crimen es la prueba infalible de que un arma de fuego fue disparada.
Los científicos y científicas que se dedican a realizar ese tipo de pericias a pedido de la Justicia trabajan con una herramienta tecnológica muy costosa: un microscopio electrónico de barrido. La investigadora del Conicet Virginia Albarracín, doctora en bioquímica, es una de ellas: desde 2015 es la responsable del Centro de Microscopía Electrónica, que depende del Conicet y la Universidad Nacional de Tucumán.
En ese centro tiene a cargo la logística del Zeiss Supra 55VP, uno de los doce microscopios de tipo field-emission que hay en el país. “Tener este microscopio, tan costoso y de alta complejidad, es como tener una Ferrari –dice ella–: es un privilegio, porque se compró con fondos públicos y tiene un nivel de calidad y precisión altísimo”.
Un procedimiento de avanzada
Antes de contar con la herramienta del microscopio, la manera en la que se determinaba la presencia de residuos de disparo en una muestra era mucho más artesanal. La técnica era así: a la persona que había disparado se le colocaba un guante de parafina en la que se fijaban los químicos que habían quedado alojados en su cuerpo.
Ese procedimiento tenía, a priori, dos desventajas: en primer lugar, daba un alto porcentaje de falsos positivos; en segundo lugar, una vez que la muestra se analizaba, se perdía. Con el microscopio electrónico de barrido, en cambio, el procedimiento es de avanzada: a la persona que presuntamente disparó se le pasa una especie de esponja con una capa de carbono por las manos, la palma, el dorso, la cabeza, el pelo, la ropa.
En esa esponja se pegan las partículas que hayan deflagrado en el momento, que luego se analizan en el microscopio. La muestra, en este caso, nunca queda obsoleta: se guarda para que, en caso de ser requerido, el proceso de su análisis se repita en cualquier lugar del mundo.
Antimonio, bario y plomo, la prueba del disparo
“Una vez que se toma la muestra, tenemos una superficie llena de cosas que se pegaron. De acuerdo al contraste, determinamos qué partículas de todas las que hay pueden ser el residuo de disparo. Una vez que el microscopio las detecta, se analiza una por una. Se analizan con un módulo que se llama «de detección de energía de dispersión de rayos X», que identifica los componentes químicos de cada partícula. Cuando están esos tres componentes, antimonio, bario y plomo, es seguro que viene de un residuo de disparo. No hay forma que no venga de un disparo. Y si se encuentra una sola de esas partículas, ya podemos decir que esa muestra se generó a partir de un disparo con armas de fuego. Luego, la interpretación de cómo llegó eso ahí, si la persona disparó o no, o se contaminó, queda en manos de la Justicia”, explica Albarracín.
Puntapié inicial con un software de última generación
En 2017 el Conicet firmó un convenio marco con el Ministerio Público Fiscal de la Provincia de Tucumán para poder realizar pericias de este tipo, y fortalecer el vínculo con el Programa Nacional Ciencia y Justicia del Conicet.
Esto implicaba que una mayor cantidad de investigadores participaran colaborativamente con el Poder Judicial de Tucumán, tanto en la realización de pericias como en capacitaciones y asesoramientos.
A partir de ese acuerdo, el Cime quedó habilitado para prestar servicios periciales para el Ministerio Público Fiscal (MPF). Un año después, el MPF compró un software de última generación que se instaló en el microscopio de barrido: ese fue el puntapié para que los científicos y técnicos del Conicet en el Cime comenzaran, en abril de 2019, a realizar determinaciones automáticas de residuos de disparos de armas de fuego.
Ese año, realizaron 60 informes de pericias. En 2020, otras 60.
“Gracias al software el procedimiento se automatizó completamente”, dice Albarracín. “Ese software diferencia, en pocas horas, las partículas que encuentra. Luego, para reconfirmarlo, los técnicos revisan cada partícula y las analizan manualmente. Así determinamos si hubo vestigios de un disparo de arma de fuego en la escena del crimen o en los sospechosos”, señala la científica.
Las muestras para analizar les llegan a través del Equipo Científico de Investigaciones Fiscales (ECIF), que depende del Ministerio Público Fiscal de Tucumán y toma las muestras. Cuando se las llevan a las y los científicos lo hacen bajo cadena de custodia.
Las y los científicos las analizan en el microscopio. Todo el procedimiento, que se aceitó a través de capacitaciones junto a la Policía Científica y el Poder Judicial, está respaldado por medio de cámaras de seguridad apostadas en el propio Cime.
Usina de nuevos datos para identificar más especificidades
Albarracín y su equipo aspiran a que, en un futuro cercano, comiencen nuevas líneas de investigación que se desprendan de las pericias que realizan.
“En los análisis que hacemos encontramos dos tipos de partículas: unas que sí o sí vienen de un arma de fuego y otras que son borderline. Pueden haber venido de un arma de fuego pero también de una persona que haya manipulado algo en una industria, o de alguien que trabaje en una herrería, porque hay partículas que se filtran. Nosotros tenemos esos datos que quizás, junto a la Inteligencia Artificial, podrían ser usina de nuevos datos para identificar más especificidades. Acá hay mucho potencial, se pueden crear bases de datos, y podemos tener muchos más indicios de muestras de una escena del crimen”, señala Albarracín.
“Personalmente soy una fanática de las series tipo CSI, me encantan –agrega–, pero no me hubiera imaginado terminar trabajando codo a codo con la Justicia. Tenemos la suerte de contar con un equipo que tiene un potencial enorme y es una satisfacción poder usarlo y aprovecharlo al máximo. Nuestra aspiración es poder usarlo las 24 horas del día: que el microscopio siempre esté trabajando”.