«Los virus como el SARS-Cov-2 (de ARN) tienen su genoma protegido por proteínas que por eso llamamos nucleoproteínas o nucleocápside (N); estas proteínas se presentan de diferente manera y son muy abundantes. Lo que nosotros logramos es producir en el laboratorio a gran escala la proteína N del coronavirus, que se puede utilizar con diversos fines», explicó a Télam Gonzalo Prat Gay, director del proyecto y jefe del Laboratorio de Estructura-Función e Ingeniería de Proteínas de la FIL.
«En el virus real, la proteína se encuentra unida al genoma de ARN del virus; apuntamos a formas de la proteína que imiten su estado natural», agregó.
Entre esos fines posibles se encuentra el desarrollo de test de antígenos, que es una prueba que permite obtener en forma rápida información sobre la presencia del virus: «A partir de tener purificadas estas proteínas, podemos seleccionar anticuerpos monoclonales que las detecten y que serán la base para las pruebas de antígenos», señaló Prat Gay.
La Agencia CyTA-Leloir explicó que «los test de antígenos complementan la técnica de PCR (que es la que se utiliza actualmente para diagnosticar), resultan de bajo costo por no requerir equipamiento ni instalaciones», y «no requieren amplificar secuencias genéticas del virus (como la PCR), sino que revelan directamente la presencia del virus a través de su nucleoproteína».
Por este motivo, son más rápidas y pueden permitir poner la muestra extraída del paciente en un reactivo (tipo los test de embarazo).
«A través de métodos de ingeniería genética, conseguimos producir la nucleoproteína de SARS-Cov-2 en cantidad y alta pureza. El hecho de que sea mucho más abundante que la proteína espiga o ‘spike’ en el virus (la que le da la forma de corona), implica que las pruebas orientadas a detectarlo puedan ser de mayor sensibilidad», afirmó el investigador, quien añadió que su equipo también está involucrado en la producción de anticuerpos monoclonales necesarios para el desarrollo de kits de antígenos.
Para este fin, el laboratorio está actualmente buscando socios estratégicos en el país y la región con la experiencia en tecnología de tiras reactivas y llevarlo al mercado. «Con fondos específicos, socios y la participación de empresas dedicadas al desarrollo de kits comerciales, nuestro país podría fabricar este tipo de test, de bajo costo y ejecutable fuera del ambiente hospitalario», señaló.
Otra aplicación es en la búsqueda de drogas antivirales que usen la proteína N como blanco terapéutico dada su importante función en el ciclo de vida del virus: «Para conseguir este objetivo, resulta fundamental conocer el comportamiento biofísico, estructura y química de esa proteína», explicó Prat Gay.
También podrá ser utilizado en pruebas serológicas (que detectan anticuerpos en pacientes) y de vacunas, cuyos desarrollos hasta hoy se basan fundamentalmente en la proteína espiga: «Sin embargo, es importante estudiar e incluir además a la nucleoproteína si se quiere obtener un perfil inmunológico más completo de los pacientes y desarrollar estrategias preventivas y terapéuticas más efectivas», puntualizó el investigador.
Prat Gay señaló que, «entre la información que se conoce sobre esta proteína, se ha demostrado que pacientes con Covid-19 con mayor respuesta inmunológica contra la nucleoproteína tienen peor pronóstico». Así lo indica, por ejemplo, un estudio reciente de la Universidad de Harvard publicado en la revista ‘Immunity’.
«El sistema científico argentino ha demostrado una capacidad de respuesta notable durante la pandemia. Lo que sigue es poder proveer tecnología de segunda generación con el foco en una sintonía fina post-pandemia, generando herramientas adicionales y de alta sensibilidad, apuntando al ahorro de recursos y aprovechando las capacidades científicas y tecnológicas del país», sostuvo.
Los integrantes del grupo de Prat Gay que participan de este proyecto son Araceli Visentin, Ramón Peralta Martínez, Gabriela Camporeale y Silvina Borkosky.