Los negociadores sobre el cambio climático inician ayer su cuenta atrás para cerrar un acuerdo que decida la suerte del planeta, con vacilaciones sobre la ambición del histórico texto y recriminaciones entre países ricos y en desarrollo. Oficialmente, la conferencia de París sobre el clima (COP21) termina hoy, y los 195 países ya pasaron ayer una madrugada en blanco puliendo el texto. “Queda mucho trabajo duro por delante”, reconocía ayer la delegación de la Unión Europea (UE), que deslizaba la posibilidad de extender el cónclave hasta el fin de semana.
Tres son los puntos de fricción que se anuncian previsiblemente hasta el final de esta conferencia.
El primero es la diferente responsabilidad de los países industrializados y los que están en desarrollo. El segundo es cómo financiar la lucha contra el cambio climático y, el tercero, la ambición a largo plazo, es decir, cómo se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y se transita hacia una economía que no dependa de las energías fósiles.
“Les pido que no vuelvan a abrir los compromisos que ya hemos cerrado, y que nos concentremos en los puntos políticos en los que requieren aún un trabajo importante”, sugirió el presidente de la COP21, el canciller francés Laurent Fabius.
Negociadores y observadores coinciden en que está hecho más de la mitad del trabajo pero queda lo más arduo. Ya no es cuestión de si habrá o no acuerdo en París, sino qué tipo de acuerdo.
“Estamos viviendo un fenómeno que se da en todas las negociaciones, un reposicionamiento de todos los gobiernos”, declaró a la <AFP> la presidenta de la organización World Wild Forum, la exministra ecuatoriana Yolanda Kakabadse.
Las posiciones se endurecen, pero también aparecen nuevas alianzas, como la que unió en las últimas horas a la UE, a Estados Unidos y a poco menos de un centenar de países más vulnerables.
Los países más afectados por el calentamiento del planeta, como las islas amenazadas por la subida del nivel de los océanos, no están dispuestos a dejar escapar la oportunidad de un acuerdo que para ellos es de vida o muerte.
El tema que cristaliza esa obsesión es el que prácticamente encabeza el acuerdo de París: limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5ºC o a 2ºC.
“Un aumento de la temperatura por encima de 1,5ºC no es negociable, no lo aceptaremos”, advirtió Nicaragua en su intervención.
Estados Unidos y la UE están de acuerdo en ese punto y, junto con sus aliados menos desarrollados, quieren un acuerdo lo más ambicioso posible.
Pero las divisiones vuelven a aparecer luego entre ricos y pobres.
El meollo de las discusiones en París son las “responsabilidades comunes pero diferenciadas” que todos los países aceptaron en la Cumbre de la Tierra de Río en 1992 y que ahora opone a los países emergentes y a los desarrollados sobre quién debe asumir los costos.
“Ustedes quieren que nos olvidemos de (…) la base de las responsabilidades comunes pero diferenciadas. No lo haremos. Si lo intentan directa o indirectamente, no tendremos más remedio que resistir”, advirtió el representante malasio, Gurdial Singh Nijar.
“Necesitamos nuestro espacio político para erradicar la pobreza. No podemos aceptar subterfugios en nombre de un mundo que está cambiando, cuando la estructura básica sigue siendo la misma”, añadió.
“No esperamos que los países actúen más allá de sus capacidades, estamos hablando de un sistema diferenciado, no bifurcado”, es decir, uno en el que unos solo tengan responsabilidades y los otros solo derechos, dijo el representante estadounidense, Todd Stern.
Para el director general de Greenpeace Francia, Jean-François Julliard, el texto “contiene aún lo peor como lo mejor y a 24 horas del final de esta COP”. “Eso es más que inquietante”, estimó.
Los puntos de la discordia: cómo cumplir con las metas
Uno de los puntos de discordia sigue siendo cómo y cuándo controlar y mejorar las metas climáticas de cada uno de los países, dado que, en opinión de la comunidad científica, sólo así se puede limitar el aumento de temperatura a menos de dos grados con respecto a la era preindustrial.
La Unión Europea (UE) quiere que a partir de 2018 o 2019 se revisen las metas nacionales cada cinco años y, luego, a partir de 2021, se mejoren. Sin embargo, China –uno de los dos países más contaminadores, junto con Estados Unidos– no quiere comprometerse a eso. El negociador Gao Feng, dijo que Pekín puede pensar en nuevas metas en 2025, pero que estas no deberían ser legalmente vinculantes.
Desde algunas delegaciones trascendió que para la UE y Estados Unidos posiblemente sea más fácil alcanzar compromisos con China e India que con el frente de estados encabezado por Arabia Saudí, que quiere impedir que su negocio con el petróleo y el gas se vea afectado por un nuevo acuerdo climático.