Policiales

Saturación ciudadana

Ciudad tomada: amenazas de matar a cualquiera y prepotencia armada en concentración por seguridad

En La Cerámica, desangrada en medio de una disputa entre bandas que dirimen con víctimas ajenas al conflicto, y en barrio Sarmiento, nuevas muestras de una Rosario gobernada por los violentos


Foto: Juan José García.

Hubo dos concentraciones de vecinos de zona norte este lunes para repetir que ya no pueden vivir en sus barrios, tomados por los grupos violentos.

Por la tarde, fue en el playón de Molina y Cafulcurá, en el barrio La Cerámica, donde la semana pasada asesinaron a cuatro personas. Entre ellas, un adolescente de 15 años y otros dos de 14 y 15. Son crímenes que los habitantes de la zona remiten a un apriete sangriento de una banda de narcomenudeo para que otra le devuelva droga y dinero robado. En esa saga, los muertos son todos ajenos a la disputa.

Por la noche, hubo una manifestación en Sorrento y bulevar Rondeau durante la cual dos mujeres en una moto prepotearon a los participantes mostrando un arma de fuego poco después de intentar robarles celulares. En ambos casos, como también en el piquete levantado en Camino de los Granaderos, límite entre La Cerámica y Parque Field, fue en medio de un operativo de saturación policial que no impidió la continuidad de los disparos y los aprietes. Por ejemplo, frente al club El Torito, donde la tarde del lunes se escucharon detonaciones mientras practicaban fútbol alumnos de dos escuelas.

El sistema político y las fuerzas de seguridad estuvieron en el eje de las críticas de los vecinos en ambas concentraciones.

 

La única palabra que se cumple: la de los narcos

Poco después de las 17, en el playón de La Cerámica,  los alrededor de cien vecinos que se juntaron pusieron en común el hastío de sobrevivir en un barrio al que están “desangrando”. Se quejaron del abandono estatal mientras unos cuantos patrulleros, entonces sí, circulaban por la zona, después de que se cometieran los cuatro asesinatos.

“Todo lo que dijeron los narcos lo están cumpliendo, matan a cualquiera y ahora nos dijeron que van a empezar a quemar las casas hasta que la droga aparezca”, relató uno de los participantes a un cronista de La Capital. Es lo que antes repitieron otros: la misma amenaza de castigar a personas ajenas a las disputas entre bandas. Que iban a matar a cualquiera que anduviera después de las 21 por las calles del barrio, detrás de la fábrica Cerámica Rosario. Información conocida, pero que no fue insumo para acciones de prevención.

La madrugada del miércoles 10, Jeremías Natanael López, de 15 años, fue asesinado de varios disparos en Medrano y Siripo. El adolescente estaba en la vereda cuando desde un auto dispararon varias veces. Lo llevaron hasta el Hospital Alberdi y de allí lo derivaron al de emergencias Heca, pero su cuerpo no resistió.

El viernes siguiente, casi a la vuelta del primer crimen de la saga, en Unión al 2800, mataron a Luis Alberto Gómez, de 36 años. El hombre estaba sentado en un banco tomando una cerveza cuando desde un Chevrolet Meriva sonaron los disparos. Murió en el Hospital Alberdi por las heridas de bala en el tórax y las piernas.

Y en la noche del sábado, Máximo Luján, de 14 años, y su novia Maite Gálvez, un año mayor, fueron alcanzados por las balas a mansalva. Como ocurre en los barrios marginados, no fue la ambulancia, sino allegados a las víctimas en sus propios vehículos quienes trasladaron a los adolescentes hasta el centro de salud más cercano: de nuevo, el Hospital Alberdi. Máximo llegó sin vida. Maite tenía cuatro heridas de bala en el tórax y murió poco después, alrededor de las 22.

Los vecinos reunidos en el playón del barrio se quejaban por igual de las autoridades políticas, de la policía y hasta de los medios de comunicación, por titular los crímenes en el marco de una “guerra narco”. En todo caso, aclararon, las víctimas recientes en La Cerámica no integraban los circuitos delictivos. Como en anteriores hechos con brutal modalidad de “sobre” para cruzarse mensajes, ahora es toda una barriada la expuesta a una muerte “al voleo”. Y en eso está la clave: por las amenazas que circularon, todos temen transitar por la calle a la noche, no tienen el derecho de caminar ni por su propio vecindario. La “saturación policial” visible durante la concentración se esfumó poco después.

Suspendieron las actividades en el club El Torito, el de Di María, por disparos en la tarde

La violencia también quita otros derechos, como el de estudiar. El mismo lunes, el club infantil El Torito, en el que se formó el campeón mundial de fútbol Ángel Di María, decidió suspender actividades por los disparos a pocos metros que causaron pánico entre chicos de dos colegios y sus padres. Y cerraron las puertas las escuelas a las que concurrían los adolescentes asesinados el sábado. La secundaria 540 Camino de los Granaderos, en calle Salvat al 1100, donde cursaba primer año Mayte, y la 1315 Itatí de Corrientes, en Unión y República de Irak, donde iba al séptimo grado Máximo y también lo hacía Jeremías, su amigo asesinado dos días antes.

 

 

Otra muestra de impunidad

La sensación de ciudad tomada la vivieron también, un poco más tarde y más hacia el sur, los vecinos que se congregaron en Rondeau y Sorrento, en donde barrio Sarmiento se pega al de Alberdi.

En la zona, hace un tiempo, sobresalió una pancarta con el texto “Circule con ventanilla cerrada, zona de robos”. El pasacalles escaló a los medios de alcance nacional, ávidos de noticias morbosas sobre La Chicago Argentina. Este lunes, lo volvieron a mostrar.

Y en medio de otro intento para que resuene la voz de los acosados por violencia letal, la irrupción a sus viviendas y los arrebatos diarios en la calle, un ejemplo más del desborde. Dos mujeres, en una moto, intentaron robarle el celular a uno de los participantes. No pudieron, por intervención de los otros, pero dejaron en claro que son “dueños” del espacio público: regresaron y mostraron un arma de fuego. Como si nada, en momentos en que varios patrulleros circulaban por Rondeau. Ninguno de los cinco que vieron los vecinos frenó ante sus gritos. “Eran dos chicas bastante agresivas”, contó un testigo del episodio a las cámaras de un canal que cubría la movilización.

El resquemor con la policía no es nuevo. Cerca de allí, el 3 de mayo último, hubo otra marcha por el mismo motivo, en Sorrento y Pacheco. Los que se habían acercado hasta esa esquina dijeron que los uniformados les estaban sacando fotos a los manifestantes.

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