Agustina Lima*
El mundo se encuentra cada vez más urbanizado, y, en este contexto, las ciudades se consolidan como piezas claves en la adaptación al cambio climático. Más de la mitad de la población mundial –3500 millones de personas– vive en urbes y se espera que esta cantidad aumente hasta un 70 por ciento hacia el 2050.
En este escenario, el último informe de ONU Hábitat asegura que los esfuerzos de los gobiernos en todo el mundo deben centrarse en aplicar políticas y prácticas de desarrollo urbano inclusivo, resiliente y sostenible que den prioridad al acceso a los servicios básicos, a la vivienda a precios asequibles, al transporte eficiente y a los espacios verdes para todo el mundo. Pero en realidad, o muy poco o nada de eso ocurre.
“Hace un tiempo, cuando se hablaba de «ciudades inteligentes» el término incluía solamente a la aplicación de tecnologías digitales y se dejaba de lado la sostenibilidad ambiental. Creo que ya es hora de entrelazar los conceptos de inteligencia y sostenibilidad, porque, justamente, una ciudad inteligente es aquella que tiene un equilibrio entre costos y beneficios en su economía, pero también en el uso de sus recursos naturales”, afirmó Susana Finquelievich, investigadora principal del Conicet, a la Agencia CTyS-UNLaM.
“La gobernanza es un aspecto crítico para el desarrollo de ciudades inteligentes sostenibles porque toda iniciativa relacionada con el desarrollo de ciudades enfrenta intereses de distintos actores, que muchas veces pueden ser antagónicos unos con otros. Asegurar que todos los grupos sociales tienen realmente voz y que la gobernanza está realizada por representantes de todos los actores del ecosistema –ya sea gobierno, sector privado, organismos no gubernamentales, sociedad civil o el sector académico– es importante para la gobernanza”, resaltó Elsa Estévez, investigadora principal del Conicet (CCT- Bahía Blanca).
Asimismo, la especialista agregó: “A nivel local, entre los desafíos para implementar una buena gobernanza se destaca la falta de cultura de colaboración entre los distintos actores sociales y la falta de prácticas en implementar sinergias para poder llevar adelante este tipo de iniciativas. Hay que pensar en cómo desarrollamos nuestras capacidades sin comprometer los recursos para las generaciones futuras, la preservación de los recursos naturales es totalmente clave”.
Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, una ciudad sostenible engloba la plena realización de los derechos de sus habitantes, incluyendo el acceso a la vivienda, el acceso al agua potable y saneamiento, la seguridad alimentaria, la salud, la educación, la movilidad y el derecho al ambiente sano, pero, además, debe ser un espacio resiliente a los impactos del cambio climático, en pos de reducir la vulnerabilidad de la población, gestionar los riesgos de desastres y generar mecanismos de adaptación
Movilidad eléctrica: una posible alternativa en la planificación energética
Los centros urbanos sólo cubren un tres por ciento de la superficie terrestre del planeta y, sin embargo, son responsables de tres cuartas partes de las emisiones globales de carbono y consumen dos terceras partes de la energía generada a nivel global. En este contexto, planificar una movilidad urbana sostenible a largo plazo con inversiones en infraestructura es aun una deuda de los gobiernos latinoamericanos.
“No es que los vehículos eléctricos sean absolutamente seguros desde el punto de vista de la conservación de recursos, porque producir electricidad también tiene un costo, pero sí es cierto que contaminan mucho menos el entorno urbano que los vehículos que utilizamos ahora, a base de combustibles fósiles”, aportó la experta Finquelievich, también investigadora en el Instituto Gino Germani.
Y agrega: «Producir electricidad también tiene un costo, pero es cierto que los autos eléctricos contaminan mucho menos el entorno urbano que los vehículos que utilizamos ahora, a base de combustibles fósiles».
“Lo ideal sería tener poco tráfico automotor privado y una planificación estratégica de transporte público que realmente controle las emisiones de su tránsito. Hay que seguir por el camino de la transición energética y salir de los modelos convencionales de combustibles”, remarcó la investigadora.
“Necesitamos talento humano en las ciudades para que puedan apropiarse de todo el desarrollo tecnológico y beneficiarse de los mismos. Es el camino para generar mejores condiciones de vida, mayor nivel cultural, acceso a educación e información, entre otras cuestiones”, apuntó Estévez. Por su parte, Finquelievich resaltó el uso de la tecnología para promover el emprendedorismo, el desarrollo de PYMES y la economía circular y colaborativa.
“Todavía nos falta generar conciencia, sensibilización y educación en la población. Argentina tiene muchos recursos naturales, tenemos que ver cómo promovemos nuestro desarrollo económico a nivel del entorno urbano con inclusión, preservando los derechos de los recursos naturales”, explicaron las expertas, algo complejo de lograr con la actual administración del país.
Inequidad, motores económicos y urbanización: el caso de Latinoamérica
“América Latina tiene uno de los niveles más altos de inequidad a nivel mundial: encontramos grandes ciudades con poblaciones viviendo en las áreas suburbanas, sin acceso a saneamientos o servicios básicos”, aseveró Estévez. Esta región presenta una de las más grandes tasas de urbanización, ya que el 81 por ciento de sus habitantes viven en ciudades, pero, al mismo tiempo, presentan un alto nivel de exclusión social.
Además, las ciudades se consolidan como el motor de las economías nacionales, dado que representan una gran parte del PBI total que se genera en los países. Argentina no está exenta de esta realidad y se encuentra entre los países con mayor grado de urbanización: actualmente más del 90 por ciento de los habitantes del país se concentra en las ciudades.
“Es muy difícil hablar de, por ejemplo, implementar conectividad y acceso a internet en regiones tan complejas como Argentina, Brasil o Colombia, que son países del Sur Global. Deberíamos ver cómo podemos aprender de aquellos países que tienen situaciones similares a las nuestras o de aquellos que son líderes en buenas prácticas que pueden ser relevantes a nuestro contexto local actual”, finalizó la investigadora del Conicet.
*Agencia CTyS-UNLaM