Por: Alejandro Rebossio / eldiarioar.com
En tiempos de crisis es lógico que los gobiernos se enfoquen en los que menos tienen. Es así que la administración de Alberto Fernández pagó el mes pasado un refuerzo de la asignación universal por hijo (AUH), después de haber ampliado de 3 millones a 4 millones la cobertura de niños de familias sin trabajo o con empleo informal. Hace una semana se agrandó el alcance de la tarjeta Alimentar, de 2 millones a 4 millones de chicos. También crecen los programas sociales como el Potenciar Trabajo o las becas Progresar para jóvenes. Todas estas medidas están orientadas al 42% de la población argentina que vive en la pobreza, entre el 35% heredado del gobierno de Mauricio Macri y el 7% de clase media baja que cayó en la pobreza en el de Fernández durante el 2020 pandémico. Estas políticas y los tres pagos del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en 2020 evitaron que otro 12% de la población de ingresos medios se convirtiera en pobre, según un informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
¿Pero qué sucede con el resto de la clase media? Si quitamos al 10% más rico de la sociedad, que, como en todo el mundo, se ha enriquecido en la pandemia apostando a inversiones financieras, la clase media argentina abarca al 48% de la población, la mitad de los habitantes. De ese 48%, ya vimos que las ayudas sociales salvaron de la pobreza al 12%. ¿Pero qué sucede con el resto de la clase media, con el otro 36%?
Una parte acotada de ese 36% se beneficiará con la exención del impuesto a las ganancias a los empleados que ganan más de $ 150.000 y que se aplicará desde julio próximo. Hasta ahora paga este tributo el 25% de los trabajadores en blanco y en la segunda mitad del año lo dejará de abonar el 15%. O sea, el 75% de los empleados del sector formal no se benefician de la medida. Tampoco los autónomos, los monotributistas o el tercio de empleados que trabaja en negro.
Los trabajadores en relación de dependencia registrados recibieron indirectamente el subsidio al salario que implicó la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) que el año pasado repartió el Estado a las empresas en crisis. En 2021, la ATP fue reemplazada por el plan de Reconversión Productiva (Repro). El primero cubría el 50% de un sueldo hasta $ 33.000. El Repro, sólo 22.000, aunque ahora incluirá también a autónomos y monotributistas. A su vez, hubo sectores en crisis que pagaron el año pasado sólo el 75% del sueldo: 25% del bolsillo del empleador y 50% con el aporte estatal. Habrá que ver qué sucede en 2021 con el impacto de las restricciones en los sectores más afectados.
En 2020 se completó el tercer año consecutivo de ajuste salarial y en 2021 está difícil que se revierta la tendencia: aún las paritarias más ambiciosas se han cerrado a valores muy por debajo de la inflación esperada por el mercado, aunque con cláusulas de revisión. Pese a que la clase media del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) se beneficiará del subsidio a las tarifas de la energía, no ocurre lo mismo en el interior y la esperanza de comenzar a recuperar el salario en 2021 corre riesgo de quedar postergada otro año más.
Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) y presidente de la Comisión Nacional de Comercio Exterior, responde a la pregunta de si la clase media es la gran postergada de las medidas económicas: «La reforma de Ganancias sí beneficia a una parte de la clase media, que en la ciudad de Buenos Aires va de ingresos de 80.000 a 230.000 pesos. Si una pareja suma, por ejemplo, 140.000 pesos, también se beneficia. Además, la clase media está fuertemente beneficiada por el congelamiento de tarifas. En medio de una pandemia, los empleados registrados, siempre y cuando no los hayan echado, no sufrieron tanto, su salario no se vio tan afectado en términos reales. Es cierto que venían de perder poder adquisitivo en 2018 y 2019, pero en el conjunto de la sociedad no son los que peor la pasaron. Uno tenía expectativas de que en 2021 hubiese una recuperación del salario real y no está pasando al menos por ahora».
Ariel Luthier, investigador del Instituto del Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala, advierte que «la pandemia no impacta de igual manera en la clase media cuyos ingresos vienen de una relación laboral que de aquellos que son profesionales independientes o comerciantes». «Hay un conjunto de la clase media, capas de profesionales autónomos, que no tienen ingresos estables y que antes de la pandemia incluso podían tener ingresos relativamente buenos, que se han visto fuertemente afectados, sobre todo en la etapa de mayor dureza del confinamiento, y que las medidas públicas compensatorias no le permiten ni siquiera acercarse a los niveles de consumo que tenían antes de la pandemia», analiza Luthier.
El economista y diputado opositor Jorge Sarghini señala que la clase media «se ha achicado en términos de ingresos y se ha aumentado la brecha entre lo que podría llamarse media baja y media alta, un fenómeno que agudizó la pandemia pero que viene de largo acompañando la crisis económica». «En general, la clase media mantiene el stock de capital y humano y va reduciendo aspiraciones de vida y de progreso. En cuanto a las medidas, considero que en algo la ATP, el IFE y la reducción del impuesto a las ganancias personales han aplacado muy tímidamente los efectos terriblemente negativos que sobre sus ingresos generó la pandemia. De todas formas, dejaron afuera monotributistas. Creo que esto es sólo desde el punto de vista de la ya derrumbada capacidad de consumo de la clase media. Desde lo aspiracional, entiendo que ha sido un verdadero mazazo», alerta Sarghini.
Aunque dirige el Observatorio de la Deuda Social, Agustín Salvia también releva en sus encuestas lo que le sucede a los estratos medios altos y bajos. Señala que, aunque sufrieron una caída generalizada de ingresos, los del 25% del segmento medio alto son los que menos riesgo tienen de caer en la pobreza, mientras que los del 25% del sector medio bajo fueron los que más se hundieron en la carencia de ingresos para cubrir la canasta básica. El restante 50% pertenece al estrato bajo y muy bajo, según la calificación de la UCA. «Entre los más pobres hubo beneficiados en pandemia, se redujo la pobreza y la indigencia por los programas sociales y la recuperación del trabajo después de la cuarentena de 2020. Durante el aislamiento, ante la menor posibilidad de concretar consumos de bienes y servicios, en algunos sectores medios también pudo haber incremento de la capacidad de ahorro. Sí hubo empobrecimiento de cuentapropistas, la gente que se dedica a oficios, pequeños empleadores, que son los que se cayeron más rápido en 2020 y los que estaban recuperándose más rápido en 2021», analiza Salvia. También conjetura sobre el congelamiento tarifario: «El Gobierno evitó los aumentos porque serían esos sectores medios afectados los que te podrían generar un Chile o un Colombia, son los que no quieren un programa social, sino trabajo».