“Esta es una obra que busca reflejar lo que estamos haciendo con nuestros cuerpos, con nuestros sentimientos, con lo que queremos en nuestras vidas para ser un poco felices o infelices. Propone tomar conciencia de lo que hacemos con nosotros mismos, lo que elegimos, y lo que creemos que es la verdad que, en definitiva, nadie la tiene”, expresó Leiva en diálogo con la agencia de noticias Télam.
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A 50 años de su estreno original, la puesta teatral estuvo en cartel de manera ininterrumpida hasta 2008 en Argentina, con puestas también en Uruguay, Paraguay, Venezuela, Chile, Brasil, España y en el Festival de Gaz, en Austria. Entre los más de doscientos actores y actrices que formaron parte del elenco en estas cinco décadas aparecen Daniel Fanego, Claudio Gallardou, Jorge Mayorano, Liliana Pécora, Alicia Aller, Cecilia Cenci, Gustavo Garzón, Osvaldo Guidi, Virginia Innocenti y Carlos Calvo, cuyo hijo Facundo estuvo en la obra en 2021.
La obra, que se centra en aspectos generales de la naturaleza humana, cuenta ahora con un elenco conformado por Luciano Heredia, Jimena Grandinetti, Alejo Ortiz, Verónica Romero, Valentina Cerati, Eliana Manzo y Omar Ponti.
En 2017, Leiva, miembro del elenco original de la pieza, la repuso en el teatro Empire, luego del fallecimiento de Mathus; y desde entonces se presentó bajo su dirección tanto en salas locales como en Uruguay, y en sus distintas giras.
El espectáculo tendrá funciones en la sala de avenida Corrientes 831, los miércoles, jueves y viernes a las 20, los sábados a las 20.30 y a las 22.30, y los domingos a las 19.
Respecto de cuál es la particularidad de una propuesta como La lección de anatomía, Leiva expresó: «Carlos Mathus, que vino de Rosario y estuvo mucho tiempo trabajando en el Instituto Di Tella, entendió la necesidad de los años 70 y a partir de ahí logró condensar el alma humana en una hora y media de espectáculo. Consiguió la identificación total del público con lo que él planteó en esta obra. Hablar en el año 72 del aborto, de una violación, del suicidio, de la carrera por el éxito, o los desnudos que eran un tabú en aquel momento, en una sociedad judeo-cristiana donde los mandatos eran muy poderosos y estaban muy arraigados. Poder abordar todo esto en los años 70 fue muy importante porque abrió los ojos, como un semáforo en amarillo, donde se dice «atención, qué estamos haciendo con nosotros mismos». Esta es, además, una obra esperanzadora porque rescata el amor. Es una propuesta que genera identificación, en la que hay un rapport entre el espectador y lo que pasa en escena. Por eso le digo al público que viva la experiencia de La lección de anatomía a cincuenta años de su estreno, porque poder festejar todo este tiempo de vigencia de una obra no es algo habitual».
En el mismo sentido, el actor, director y maestro profundizó el concepto que transita el material acerca de “condensar el alma humana”: «Cuando uno habla del suicidio es meterte en un terreno muy particular, muy personal, y coincide con un texto que no es literario, sino que es coloquial. Carlos usó en esta obra un texto absolutamente coloquial. Lograr bien la identificación, poder entrar en la persona y que esta pueda verse reflejada y sin golpes bajos, cuestiones como no poder adaptarse a la sociedad, el no poder comunicarse con el prójimo, y esto es lo que produce La lección…, la verdad de cada uno, esa cuestión de los claroscuros que tenemos todos».
Y sumó: «Luego, cuando los actores se sacan la ropa y se quedan frente al público desnudos, la propuesta de Carlos era expresar que «éste es nuestro continente», no somos ni más lindos, ni más feos, cada cuerpo tiene un aroma, una temperatura. Entonces no hay otra cosa más que encontrarse, cuando los actores se desnudan, el público también lo hace, y ahí es donde mostramos nuestras propias luces y sombras. Para el título, Carlos tomó el cuadro de Rembrandt Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, que muestra una lección de anatomía a un grupo de cirujanos, y que para la obra fue como diseccionar el alma humana».
Leiva está vinculado a la pieza desde su estreno, primero como actor y ahora como director. En ese recorrido, habló de su aporte al presente de un material icónico de la escena nacional: «Aporté la constancia, fui un sostén muy importante para que en su momento Carlos siga poniendo la obra en cartel a pesar del tiempo. Luego sumé las nuevas músicas, me gusta trabajar con compositores jóvenes y con la nueva generación de actores, que hay un semillero maravilloso. Yo apunto a que el actor trabaje mucho más la voz, con la dicción, el teatro es para escuchar la palabra y que se entienda».
Y destacó: «Es una puesta única, tratada en forma de espejo, donde se ven fragmentos de la vida de cada persona, pequeños momentos que se unen en una escena final. Los actores juegan roles y van rotándolos, y se lo va llevando al espectador a ese juego. También se destaca el físico y la palabra, que están unidos, además de la música, las luces, y esto es lo importante, lo poderoso, porque no hay escenografía, no hay un vestuario, porque el fin es que el público descubra en esa relación lo que les pasa a los actores. La obra tiene un código muy fuerte con respecto al cuerpo, más allá del desnudo. El cuerpo tiene el mismo peso que la palabra».
Finalmente, Leiva habló acerca de cuál es la vivencia de los espectadores con esta propuesta: «Hay una grieta. El público sale movilizado. Están los que la aman y los que la odian, que son los menos. A algunas personas las abruma tanto que no pueden resistir y la rechazan, y también hay momentos donde se identifican y se ríen, pero nadie se va igual, nadie se va sin que le pase algo internamente. Y a los espectadores más jóvenes les cuesta el desnudo, le tienen miedo, se ponen incómodos y los más grandes lo disfrutan, y uno pensaría que hoy sería al revés; y ese público joven a su vez se siente identificado con muchos roles, sobre todo los familiares, además de que se divierten durante el espectáculo».