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Claudia Rankine: “Nuestra cultura no explora de qué está hecho el privilegio blanco»

En su libro "Solo nosotros. Una conversación estadounidense", la poeta, ensayista y dramaturga jamaiquina reconstruye a partir de poemas, imágenes, películas, las escenas cotidianas y reglamentaciones la conversación epocal sobre el racismo y los beneficios que obtienen los discriminadores

En el ensayo multifacético Solo nosotros. Una conversación estadounidense, la poeta, ensayista y dramaturga jamaiquina Claudia Rankine reconstruye a partir de poemas, imágenes, películas, escenas cotidianas y reglamentaciones la conversación epocal sobre el racismo y el privilegio blanco: “Sabemos el efecto que la discriminación tiene sobre los negros pero poco decimos sobre los beneficios que obtienen los discriminadores”.

En una sala de teatro, un aeropuerto, la escuela de su hija, una cena con colegas o la sala de espera de un consultorio médico, la autora observa, conversa y reflexiona sobre qué tan estructural es la discriminación, hasta qué punto el privilegio masculino blanco influye en la riqueza de una biografía y por qué la sociedad norteamericana naturaliza el estado de cosas.

“El comentario permanente en nuestro contexto político es que todos necesitamos conversar con personas con las que normalmente no lo hacemos y, aunque mi esposo es blanco, siempre me fue fácil ponerme a charlar con extraños de todo tipo excepto con hombres blancos. Rara vez me buscaban para conversar y yo tampoco los buscaba a ellos. Tal vez este fuera el momento para hacerlo. Quería intentarlo”, cuenta la autora sobre la curiosidad y la motivación personal que originaron Solo nosotros. Una conversación estadounidense, publicado por Eterna Cadencia en una edición cuidada que privilegia el color, la tipografía y el formato de los párrafos.

Aquella iniciativa, que efectivamente le permitió entablar un diálogo con muchos hombres blancos privilegiados, derivó en el libro y, además, en la obra Help, la adaptación teatral que por estos días se representa en Nueva York.

Rankine nació en Kingston, Jamaica, en 1947 pero a los pocos años se trasladó junto a su familia a Nueva York. Vive en California, da clases de escritura creativa en la Universidad de Yale y es autora de cinco libros de poesía, entre los que se encuentran dos textos muy leídos: Ciudadana. Una lírica estadounidense –un libro de poesía multipremiado e incluido en la lista de los best seller de The New York Times en la categoría de No Ficción– y Don’t Let Me Be Lonely: An American Lyric.

Las personas hacen las estructuras, no nacen de la nada

Sobre cómo empezó a escribir y por qué eligió la poesía,  Rankine apunta: “En realidad, creo que la poesía siempre nos elige a nosotros. Es un género fuera del mercado y es muy difícil hacer una carrera de eso. Tomé clases en el colegio y recuerdo haber leído el trabajo de la poeta feminista Adrienne Rich, lo sentí cercano e interesante pero no hablaba exactamente de mi experiencia. Pero en ese momento estaba convencida de que iba a estudiar Derecho y que la poesía sería como un pasatiempo. Lo que ocurrió, en realidad, es que de a poco ella me fue tomando a mí y se convirtió en aquello con lo que más comprometida estoy”.

Por qué esta autora decidió publicar un libro sobre la conversación pública alrededor de ser blanco, ella lo explica así: “Creo que llevamos mucho tiempo hablando de legislación y de políticas públicas, pero que prestamos mucha menos atención a las relaciones interpersonales. Las personas hacen las estructuras, las estructuras no nacen de la nada. Las personas son las que están sentadas detrás de los escritorios, las que evalúan la posibilidad de otorgar un crédito y haciendo todas esas cosas que derivan en acciones racistas o contrarias a las personas de raza negra. Empecé teniendo conversaciones, no solo en mi cabeza, sino con todos los que me rodeaban para poder entenderlo”.

En el libro, Rankine logra coordinar una dinámica brillante entre ensayos, poemas, imágenes y distintas voces. Es, en algún punto, una conversación sobre una conversación. De ese formato, dice: “Me interesaba todo lo que rodea a la conversación y sé, por experiencia propia, que cuando charlo hago referencias constantes a lo que veo, lo que escucho, lo que siento y lo que recuerdo. Y sé que la persona con la que hablo, mi interlocutor, está haciendo lo mismo. Estamos poniendo en contacto nuestro sentido de la historia y nuestra base de datos. Quise que la página reflejara eso, la riqueza que se esconde debajo de la superficie más obvia de lo que efectivamente decimos. Entonces trabajé para hacer una página sin referencias sino con interrelaciones entre lo que yo narraba y el pensamiento, el poema, la imagen, el tweet, o el discurso en el que yo estaba pensando en ese momento”.

Esas referencias no funcionan como links, un tipo de interrelación entre las cosas a la que se acostumbra más. Rankine señala: “No son links. Los puntos rojos que hay cerca de las oraciones, por ejemplo, vinculan esa frase con determinadas ideas; pero no en la forma de ventana o correspondencia sino, más bien, con la dinámica de un diálogo. Quise que toda esa información le llegara limpia al lector”.

Cansados de los beneficios que obtienen los discriminadores

En el libro, la poeta cuenta su historia personal pero, de alguna forma, deja en claro que lo autobiográfico no deja de ser una experiencia individual.

“Lo que quise dejar en claro es que la autora del libro era una mujer negra con el privilegio de una buena educación, un ingreso y un seguro de salud. Pero quise hacerlo más bien para dar de baja ese prejuicio que asegura que esas cosas te dejan afuera de la discriminación. Y, en realidad, ser Barack Obama, Beyoncé o una profesora como yo de clase media no te deja afuera de todo lo que sucede con las personas negras. Nuestra cultura no se anima ni a hablar ni a explorar de qué está hecho el privilegio blanco. Justamente, está normalizado que ser blanco es sinónimo de igualdad, de democrático y bueno. Entendemos eso por default y no advertimos que es una construcción basada en la segregación y la violencia. Quise dejar de hablar del racismo mirando a los negros y empezar a hablar de los racistas porque sabemos el efecto de la discriminación sobre los negros pero poco decimos sobre los beneficios que obtienen los discriminadores y cómo eso impacta en sus vidas. Entonces, entiendo que aún mis amigos se nieguen a aceptar que obtienen esos beneficios gracias a la violencia del racismo. Pero quiero que ellos entiendan que nosotros estamos cansados de eso”.

 

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