No podía llegar en mejor momento. Tras una larga preparación, este jueves el Papa dará a conocer su encíclica sobre medio ambiente, a sólo cinco meses de la cumbre sobre Cambio Climático que se celebrará en Francia a inicios de diciembre. «Lo importante es que salga un poco de tiempo antes del encuentro en París», había adelantado Francisco.
Se titulará «Laudato si» («Alabado sea»), un homenaje a la frase inicial del Cántico de las Criaturas, considerado el primer escrito ecológico de la historia (1226) y obra de san Francisco de Asís, santo vinculado a la protección de la Creación que inspiró a Jorge Bergoglio para elegir su nombre como Sumo Pontífice.
Será su primera encíclica realizada en solitario desde la histórica elección del 13 de marzo de 2013 ya que la anterior, «Lumen Fidei», consistió en completar un trabajo que había desarrollado Benedicto XVI hasta su renuncia.
Durante el Angelus del domingo pasado, Francisco renovó la expectativa recordando a los fieles que la encíclica se referiría «al cuidado de lo creado. Invito a todos a acompañar este evento con una renovada atención a las situaciones de degrado ambiental». Entonces aclaró que su objetivo no es sólo concientizar a los católicos, sino que «está dirigida a todos», lo que confiere a sus palabras un enfoque universal, que atraviesa el ámbito religioso.
Ecología humana
Francisco se refirió a los problemas medioambientales de manera directa en sus discursos, lejos de metáforas o interpretaciones. Por eso, sus definiciones permiten orientarse sobre los tonos y temas que articularán su encíclica: por sobre todo, el deber de custodiar la Tierra como una casa común a la humanidad. «La tierra es el ambiente que hay que custodiar y el jardín que hay que cultivar», subrayó en distintas oportunidades.
En Plaza de San Pedro, hace casi dos años, lanzó «un fuerte llamamiento a la necesidad de eliminar el desperdicio y la destrucción de alimentos». «¿Qué quiere decir cultivar y custodiar la tierra? ¿Estamos verdaderamente cultivando y custodiando la creación? ¿O bien la estamos explotando y descuidando?», se preguntó.
Un año después, insistía en el concepto de que «quien llega a ser amigo de Dios, ama a los hermanos respetando el medio ambiente y la naturaleza. Esto es particularmente importante en esta vuestra hermosa tierra que requiere ser tutelada y preservada».
Entonces, se refirió a la «ecología humana», otro de los temas centrales que tendrán un lugar en su escrito. «Ecología humana y ecología medioambiental caminan juntas», sostuvo el Papa. Ya en el Consistorio del mes de febrero, junto a 165 cardenales de todo el mundo convocados para reflexionar sobre la reforma de la Curia romana, germinó la idea de alumbrar dos nuevos Consejos Pontificios: ecología ambiental y humana.
Capitalismo y consumismo
Francisco emprendería también una fuerte crítica al capitalismo actual y el consumismo. «Lo que domina son las dinámicas de una economía y de unas finanzas carentes de ética. Lo que manda hoy no es el hombre: es el dinero, el dinero; la moneda manda. Y la tarea de custodiar la tierra, Dios Nuestro Padre la ha dado no al dinero, sino a nosotros: a los hombres y a las mujeres, ¡nosotros tenemos este deber! En cambio hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo», aseveró. Ese planteo decantó en otro concepto luego reiterado en distintas alocuciones: la «cultura del descarte».
En ese sentido, otra pista la brindó el taller «Humanidad Sostenible, Naturaleza Sostenible», que se desarrolló en el Vaticano, y que concluyó que «las fuerzas del mercado por sí solas, carentes de ética y la acción colectiva, no pueden resolver las crisis entrelazadas de la pobreza, la exclusión y el medio ambiente. La actividad económica actualmente se mide únicamente en términos de Producto Interno Bruto y, por tanto, no registra la degradación de la tierra que lo acompaña».
El texto abordaría el impacto del calentamiento global sobre las personas más pobres y criticará las desigualdades de la riqueza, aconsejando a las naciones ricas que revisen sus modelos basados en el «desperdicio» de recursos.
Durante las últimas horas, el mismo Francisco dejó entrever el sentido de su trabajo. «Esta casa nuestra se está destrozando y nos destroza a nosotros, sobre todo a los pobres», dijo durante la tradicional audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro. «El mío es un llamado a la responsabilidad, los invito a acoger con mente abierta ese documento, que está en línea con la doctrina social de la Iglesia», subrayó.
Cambio climático
Se aguarda también que mencione sin preámbulos el cambio climático, un término al que el Papa suscribe y que le valió críticas tanto de conservadores religiosos como de negacionistas del fenómeno, que lo acusan de inmiscuirse en temas reservados a la ciencia.
Fue, por ejemplo, tras visitar a una Filipinas devastada por el supertifón Haiyan, que mencionó sus efectos y advirtió que todo aquel que contribuya a destruir la naturaleza está «traicionando» a Dios.
«Cuando destruimos nuestros bosques, devastamos nuestro suelo y contaminamos nuestros mares, traicionamos esta noble llamada», sostuvo. Francisco admitió no saber si el cambio climático es todo «culpa del hombre», pero dijo que está claro que «el hombre es el que agrede continuamente a la naturaleza».
Se desconoce el efecto directo que tendrá este documento -de unas 200 páginas- sobre los líderes mundiales que acudirán a la COP 21 francesa, pero es probable que el Papa los anime a tomar una decisión crucial. Sin tapujos dejó en claro que los avances alcanzados en el encuentro preparatorio para la Cumbre, que se celebró en Lima, habían sido «flojos». «Me decepcionó la falta de coraje, ¡esperemos que en París sean más valientes!», dijo entonces.
Francisco considera vital que se alcance un acuerdo ambicioso. Hace sólo unos meses, le confió al ministro de Medio Ambiente peruano que sería «un instrumento jurídico de contenido crucial en el presente momento histórico. Lo que ustedes van a debatir afecta a toda la humanidad, en particular a los más pobres y a las generaciones futuras. Más aún, se trata de una grave responsabilidad ética y moral. Las consecuencias de los cambios ambientales ya se sienten de modo dramático en muchos estados. El tiempo para encontrar soluciones globales se está agotando».
El tema no es nuevo para el Papa. Cuando aún era arzobispo de Buenos Aires, en ese entonces monseñor Bergoglio, ofreció un mensaje destinado a las comunidades educativas, en marzo de 2000, en el que ya describía «una crisis ecológica como nunca en esta época. El medio ambiente se deteriora rápidamente, se agotan los recursos energéticos tradicionales y el actual modelo de desarrollo se revela incompatible con la preservación del ecosistema».
Ahora, el medio ambiente parece destinado a ser uno de los aspectos fundamentales de su papado lo que, incluso, lo llevó a tomar la determinación de reducir el consumo de combustibles fósiles en el Vaticano.
Un tema urgente
Quince años después, las cosas cambiaron mucho. Bergoglio se convirtió en la autoridad máxima de la Iglesia y la gravedad de la crisis climática experimentó un salto sin precedentes. Según los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los niveles atmosféricos de tres gases de efecto invernadero están en su nivel más alto de los últimos 800.000 años.
Las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en el aire aumentaron 40% desde la era preindustrial. A este ritmo, las temperaturas treparán hasta más allá de 4º en el siglo XXI, lo que incrementará el nivel del mar y acentuará las inundaciones y sequías.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, anticipó que la encíclica le transmitirá al mundo que «la protección del medio ambiente es un imperativo moral urgente». Los tiempos se aceleran y cada día toma más relevancia la frase que Francisco dijo haber oído en boca de un anciano: «Dios perdona siempre, los hombres a veces, la Tierra no perdona nunca».