María Victoria Roverano
Jair Messias Bolsonaro (PSL), un ex militar de 64 años, asumió el pasado 1º de enero la presidencia de Brasil tras haber obtenido una cómoda victoria electoral en segunda vuelta contra candidatos consolidados como Fernando Haddad (PT) o Ciro Gomez (PDT).
En su discurso de asunción dejó en claro que Brasil comenzaba una nueva era en la que la unión del pueblo, el valor a la familia, el respeto a la religión y a la tradición judeo-cristiana, así como el combate de ideologías de género guiarían su proyecto. Asimismo, reafirmó su compromiso de construir una sociedad sin discriminación ni división bajo la guía de la voluntad soberana de los brasileños.
“Brasil por encima de todo”
A pesar de llevar una vida legislativa de más de 25 años, a Bolsonaro se lo considera un símbolo del cambio. Ultraderechista y conservador, el nuevo presidente de Brasil se convirtió en un fenómeno político siguiendo el libreto nacional-populista y ultraconservador bajo el lema “Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos”. En respuesta a la situación nacional brasileña en la que imperan la desconfianza, descreimiento, violencia y discriminación en todos sus órdenes y ámbitos, cabe preguntarse, ¿qué desafíos debe enfrentar este nuevo gobierno? ¿Qué política doméstica proyecta Bolsonaro y su gabinete para garantizar su gobernabilidad? ¿Bajo el slogan “Brasil por encima de todo”, cómo piensa el nuevo presidente al gigante sudamericano en la región y el mundo? En el plano doméstico Bolsonaro debe resolver una crisis multidimensional sin precedentes: en lo político garantizar la gobernabilidad de la dirigencia, y concretar acuerdos de coalición ante un Congreso fragmentado en más de treinta partidos; en lo económico debe lograr el equilibrio fiscal, el control de la inflación, y la disminución del desempleo; en lo social debe devolver el orden al país mediante políticas que combatan la delincuencia y la violencia generalizadas (en especial la violencia de género que ya lleva más de 1200 feminicidios al día de hoy).
En lo que refiere a política exterior, hay más incertidumbres que certezas, puesto que su campaña se basó en diagnosticar y proponer soluciones en el ámbito doméstico, y hubo muy pocas referencias a cómo piensa Brasil en lo regional y global. Sin embargo, por los indicios demostrados hasta el momento, se entrevé una política exterior centrada en el americanismo y la desudamericanización. Como sostiene Pereyra Doval, Bolsonaro en su plan programático ha planteado ciertos ejes que colisionan con los principios y objetivos sostenidos por Itamaraty. Su vector pro Estados Unidos choca con los intereses depositados en la Región, así como su bilateralismo está por encima del multilateralismo, o el alineamiento irrestricto por encima del principio de autonomía.
“El cielo es el límite”
A partir de lo que encarna este “Brasil por encima de todo”, el Presidente ha dejado varias cuestiones en claro: se ha referido a América Latina como un ambiente ideologizado que atenta contra sus creencias y valores (el reciente creado Prosur es señal de ello); el restablecimiento del orden y la grandeza de Brasil implica aislarlo de los países de la región. En este sentido, según el Ministro de Relaciones Exteriores, “Brasil tiene un mayor papel para desempeñar en el mundo; por mucho tiempo Brasil hablaba para agradar, quería ser un buen alumno en la escuela del «globalismo», pero Brasil vuelve a decir lo que siente, a sentir lo que es”. Destacó también que buscará “garantizar el extraordinario momento que está viviendo el país en Itamaraty”. Habrá que esperar qué rumbo marcan los iniciados viajes diplomáticos de Bolsonaro (en agenda EE.UU, Chile e Israel) y analizar, desde la óptica de Lechini, qué espejos utilizará Brasil para relacionarse con sus vecinos y con el Mundo. Brasil ya se ha comportado de manera diferente y rupturista: la mesiánica frase de que “el cielo es el límite” en la relación entre Brasil y EE.UU, las fuertes declaraciones en campaña sobre China que le valieron el apodo del “Trump tropical” (y que fue moderando al asumir la Presidencia) o mudar a Jerusalén su Embajada, con el tiempo revelarán sus costos. Y sin dudas, el comportamiento regional e internacional que Brasil está mostrando actualmente tiene relación directa con los desafíos internos que Bolsonaro prometió resolver; y, al afirmar que “liberará a Brasil e Itamaraty de las relaciones internacionales con sesgo ideológico”, permite plantear la posibilidad del inicio de una nueva gestión en política exterior que rompe con el tradicional modelo cimentado por su predecesores porque “Brasil está por encima de todo”.
Profesora en Historia, egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL. Maestranda en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Santa Fe