En la reciente edición de “Cocinan los hombres”, la chef Elsa Manelphe y la periodista Mariana Fusaro dan una vuelta de tuerca a la oferta de libros de recetas y presentan un menú marcado por los eventos de la vida masculina.
“Un libro inspirador que estimula el maridaje de cocina y virilidad”, presentan este recetario simple pero contundente, que incluye recetas exprés, algunas sofisticaciones, y platos para comer en soledad, con parejas, amigos e incluso, con los hijos.
“Es un hecho que en los últimos tiempos los hombres han ingresado en la cocina, territorio tradicional de mujeres. Cada vez son más los que, sin ser profesionales, la entienden como un estilo de la buena vida, o como un hobby, un arte, una pasión, como estrategia de seducción o parte de su personalidad”, dicen las autoras en el prólogo.
Los capítulos de este libro, editado por V&R, marcan que ese “dar de comer viril” tiene segmentos como “cocinar para uno mismo”, “comer de a dos” y menúes para “alardear” entre amigos o para sorprender a los hijos, todos bajo el mismo halo gastronómico en boga: “Descubrir la simple contundencia de lo natural”.
“Para ser un cocinero, hay que ser un poco o extremadamente niño, porque cocinar de verdad es soltarse, jugar y disfrutar, animarse a crear”, dicen la dupla autoral e invita a un combinado de carnes, guisos, sopas, pastas y pescados que alejan a los hombres de los clásicos masculinos como los asados y el amasado de pizzas.
Antes de ponerse el delantal, las autoras, ambas miembros de los Disciples Escoffier –una orden internacional creada en Francia para la transmisión de la buena cocina– recomiendan una “biblioteca de sabores” para darle glamour a cualquier plato, en cualquier ocasión.
No debe faltar en la cocina de los hombres que se precien como cocineros: salsa de soja, comino en semillas, jengibre, curry, cilantro, cúrcuma en polvo, azafrán, extracto de vainilla, canela en polvo, tomillo, orégano y romero. También albahaca, ciboulette y menta “son una buena base de aprovisionamiento”.
Un buen cuchillo –extensión casi física de los chef– un wok, una tabla para picar y algunas otras herramientas clave también forman parte del kit “masculino” para obtener el ticket del buen arte a la hora de alimentar.
Entre las recetas, muchas de ellas con pequeñas historias de los orígenes de los alimentos, se encuentran las “brochettes de cordero al estilo satay”, un plato de origen malayo que por esas latitudes es casi como un choripán al paso.
Otra receta “viril” para las autoras es el guiso, pero retomado en la versión francesa: bouef bourguignon, un plato emblemático de la Borgoña que incluye panceta, carne vacuna, algunas verduras y chocolate amargo, como el toque recio.
Para los momentos del deglute romántico –liviano y previo– , hay gazpacho de melón (“una combinación francamente afrodisíaca”), ostras con vinagreta de jengibre, unos langostinos flambé, fideos tagliatelles con berenjenas ahumadas y tomates frescos y el universalmente lujurioso chocolate en versiones como “petites madeleines húmedas y picantes” y en fondue para un body painting comestible.
El apartado “gourmet solitario” está pensado para el hombre que “vive solo y quiere comer bien” con opciones como un “ratatouille”, clásico plato del sudeste francés, con sus chances de reciclarlo para otra comida y un guiso de lentejas con sus transformaciones creativas para reemplazar en lugar de frías sobras.
Para elevar “el repertorio culinario” las autoras proponen una ensalada vietnamita de salmón, una incursión a la cocina molecular en formato de sopa crema y espuma y la célebre “tarte tatin”, una marca registrada francesa de manzanas caramelizadas.
Los valientes padres que se animan a las cacerolas experimentarán novedosas propuestas como muffins de mermelada “paterna”, sándwiches nutritivos y licuados cremosos “smoothies”, como le dicen ahora, y versiones fast food con patitas de pollo pero en la comodidad de la mesa familiar.
Para los naturistas hay un ABC de tartas caseras francesas, las recetas de yoghurt helado y frutas y pescados con hierbas envueltas en la también creación gala, el “papillote” o aluminio para los más tradicionales.