La posición actual del gobierno colombiano de Juan Manuel Santos respecto de su vecino venezolano Hugo Chávez fue resumida la semana pasada en las palabras de su canciller María Ángela Holguín. Colombia tiene “todo el empeño en que la relación con Venezuela siga bien. Debe ser una relación que no tenga altibajos, de respeto, prudencia e independientemente de que cada país tenga unas concepciones distintas en lo político, en lo económico, convencidos de que la relación es buena, sobre todo para los habitantes de la frontera”, afirmó la funcionaria.
El mandatario colombiano –que lleva apenas un mes en el cargo– puso en marcha toda su maquinaria diplomática para reconstruir los lazos con Caracas, que habían sufrido el último golpe a fines de julio, cuando su antecesor Álvaro Uribe denunció la presencia de más de 1.500 guerrilleros de las Farc en territorio venezolano.
Precisamente, “todo el empeño” para acercarse al mandatario socialista tiene un alto costo para Colombia: no sólo implica que se dejen de lado las viejas acusaciones, sino también que Santos haga oídos sordos ante las nuevas revelaciones.
El primer caso curioso tuvo como escenario la ciudad venezolana de Maracay, en el estado de Aragua, donde durante una conferencia del Partido Comunista Venezolano (PCV, aliado del gobierno desde 1999) se vendieron productos artesanales como café molido y ron identificados con logos de la narcoguerrilla.
“No tenemos conexiones con las Farc, eso es así, pero somos solidarios, nosotros lo hemos dicho, somos solidarios y respetuosos de las luchas del pueblo colombiano”, justificó el dirigente del PCV, Yul Jabour. “Nosotros no la distribuimos, y si supiéramos quién lo hace tampoco lo diríamos. Eso se usó como un show. Nosotros respetamos la lucha de los pueblos”, reiteró.
Más serias fueron las revelaciones del contralmirante retirado Carlos Molina Tamayo, ex asesor de Seguridad Nacional de Chávez, quien afirmó haber sido testigo de los primeros intentos del gobierno venezolano por suministrar armas a la agrupación rebelde. Molina, exiliado en Europa tras su participación en el golpe de Estado que derrocó a Chávez por 48 horas, explicó que él mismo se encargó de organizar un operativo para entregarle el material a la guerrilla.
“El entonces ministro de Interior Ramón Rodríguez Chapín me pidió 300 fusiles FAL. Me dijo sólo que era para una operación irregular pero se entendía que era para una operación de la guerrilla. Me preguntó que de dónde se podía sacarlos sin dejar rastros”, explicó Molina al diario El Nuevo Herald. “A veces se robaban armas, o se fingía que se las estaban robando, para entregárselas a la guerrilla. No se trataba solamente de fusiles, también desaparecían morteros, granadas y los cohetes anti-tanques AT4, esos que han aparecido en manos de la banda rebelde y que hoy en día utilizan”, agregó.
En la era Uribe estas acusaciones habrían valido un nuevo roce con Chávez de límites insospechados. Una escalada de cruce verbales y una posterior denuncia en organismos internacionales. Sin embargo, Santos intenta ahora distanciarse de la política combativa que por ocho años acompañó a su antecesor y opta por el camino de la diplomacia, aun cuando la erradicación de los grupos armados sigue estando a la cabeza de los objetivos del gobierno.
Este “silencio oficial” ante las investigaciones que delatan lazos de por lo menos una década entre Chávez y las Farc no ha afectado la popularidad de Santos. Todo lo contrario: el último sondeo realizado por Gallup a un mes de haber asumido el poder, reveló que gran parte de su respaldo –que se ubica en el 64 por ciento– se debe a su política internacional.
Como parte de este nuevo giro hacia la región, en apenas sólo un mes se anunció la normalización de las relaciones con Venezuela y se pusieron en marcha las tratativas para aproximarse nuevamente a Ecuador. En el marco de esta estrategia que intenta romper con el aislamiento de Colombia en América latina –que surge de sus estrechos lazos con Estados Unidos–, Santos también realizó su primer viaje internacional a Brasil y alabó las tareas de la Unasur en la mediación del conflicto con su país vecino. Es Venezuela uno de los pilares para ese iniciar este acercamiento, el principal motivo de Santos para mirar hacia el otro costado.