Las micropoéticas son en el presente un nexo ideal para reconciliar al teatro con el público, sobre todo al teatro independiente con un público que es siempre emergente, porque se trata de un arte efímero y artesanal que depende de una serie de variables que los teatristas nunca llegan a controlar, particularmente aquellas asociadas con la difusión, la convocatoria y los factores de producción que además siempre están asociadas a un contexto y un lugar determinado, en este caso Rosario, con una historia teatral muy importante pero por momentos sobrevaluada.
Con un público dispuesto a ser parte de nuevas (y no tan nuevas) experiencias, en todo momento como gran protagonista, Micro Teatro en La Raíz es uno de los éxitos de la temporada.
La Raíz es una galería de arte en pleno corazón de Pichincha (Pueyrredón 77 bis) que sumó desde noviembre dos patios con barras de comidas, tragos y lugares de encuentro, acompañando lo que acontece en tres pequeñas salas, ideales para el teatro breve, con tres actores como máximo, con obras para quince o veinte espectadores de no más de quince minutos de duración cada una.
De inmediato, el multiespacio se convirtió en una referencia del fenómeno a nivel local, transitando por estas horas su tercer mes y con ganas de más, porque claramente es un éxito de público y las funciones se agotan semana tras semana.
Desde su inicio, por el ciclo pasaron 18 directores, más de 40 actores y cientos de espectadores, algunos confrontados a la saludable decisión de ser habitués del lugar, acompañando las ganas de ver todo lo que se pueda, porque la comida y la bebida pueden ser buenos consejeros a la hora de acercar a un nuevo público al teatro que, invariablemente, descubre que en Rosario hay grandes actores, dramaturgos y directores, que de verdad pueden ofrecer algo nuevo, cuando se piensa que todo ha sido inventado o transitado.
Más allá de que Micro Teatro surge de otras experiencias como el teatro de living o de recorridos, que tienen sus primeras versiones en los años 60, uno de los mayores aciertos de la versión local es la presencia como coordinadora general de la actriz, dramaturga y directora rosarina Romina Tamburello, que marca un nuevo destino para este tipo de propuestas en Rosario, por las temáticas de las obras elegidas que cambian mensualmente, pero particularmente por su mirada amplia y sin prejuicios a la hora de convocar autores, y cruzar directores y directoras con actores y actrices de diversas vertientes y formaciones que no hicieron otra cosa más que enriquecer y potenciar la propuesta en su totalidad, en una ciudad donde, en relación con el teatro, hasta hace un tiempo funcionaban los guetos.
Pero no sólo eso. Casi con una década de recorrido desde su irrupción en Europa y luego de varias experiencias porteñas, la versión local de Micro Teatro se revela como un nuevo semillero de encuentros, proyectos, propuestas y poéticas en el que se ponen en tensión una serie de factores que van desde el desafío de poder producir ficción en un tiempo acotado para los directores y directoras, algunos también autores de esas mismas obras, hasta el hecho de descubrir a un puñado de actores y actrices muy disimiles pero abismados a la proximidad del público, actuando sin ninguna red de contención (como debe ser) en esto de poner el cuerpo y romper con una parte del supuesto ritual sagrado del teatro, donde cada uno ocupa un lugar de cierta comodidad: el de la actuación (el escenario) y el de la expectación (la platea).
De este modo, seis obras de quince minutos cada una por fin de semana, con una rotación mensual en relación con la temática son las grandes protagonistas. Y en los aciertos de esas obras está el desafío de sostener a ese público que en muchos casos sigue el ciclo mes a mes, viendo todo o casi todo, como quien mira una serie de Netflix y espera con ansias una nueva temporada, lo que exige a todo el equipo creativo arriesgar un poco más a cada paso para estar a la altura de las circunstancias.
De hecho, Micro Teatro debe ser entendido, también, como un espacio de experimentación en el cual poder probar cosas nuevas o poco habituales en la escena, porque quizás sean esos (u otros cercanos) los materiales que podrán tener cierta trascendencia y hasta algunos un posible destino de obra en el futuro.
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Cada viernes y sábado, desde las 20 y hasta ver de cerca la llegada de la medianoche, entre tragos y tapas, una campana avisa del comienzo de cada una de las funciones. Cada obra realiza tres pasadas por noche (a veces alguna más), en una constante vuelta al ruedo que, además, sirve de saludable entrenamiento para los actores y actrices que también comparten con el público ese espacio previo dispuesto entre dos patios, uno Egeo y el otro Andaluz, que por tratarse de un ciclo de verano reclama, también, algo vinculado con la ficción en ese mismo ámbito de uso social que es la antesala de algo más íntimo y privado que acontece luego en cada una de las salas.
Desde el final del amor y las arbitrariedades de las fiestas de fin de año o el año que comienza, lo que se viene, para febrero es “Inmigración y desarraigo”, con los directores Miguel Bosco, Santiago Dejesús, Sofía Dividino, Pablo Fossa, Juan Nemirovsky y Francisco Fissolo. Para marzo la temática será “Mujeres y disidencias”, al tiempo que el ciclo tendrá su continuidad en abril con otro gran desafío: la vinculación del teatro con el erotismo y el porno, con otras seis obras breves dedicadas a esas temáticas, en un encuentro en el que comer, beber y actuar se llevan maravillosamente.
ENERO IMPERDIBLE
Por estos días, los viernes de enero ofrecen un atractivo panorama que encuentra en el disparate de El bebé de Rosemary uno de los platos fuertes del ciclo, con las actuaciones de Juan Pablo Biselli, Juan Nemirovsky y Federico Aicardi, éste último también dramaturgo y director, un talentoso autor de amplio espectro (escritor, periodista, entre más) que de este modo regresa a la escena local y es muy bienvenido. También los viernes aparece 20-La Fiesta, donde el eje está puesto en lo azaroso y dos personajes, a suerte y desgracia se desencuentran para encontrarse. Actúan Lala Brillos y Santiago D’Agostino, bajo la dirección de Esteban Trivisonno.
Queda para el final de los viernes (también puede ser el principio o el medio) La intervención de los hermanos Tomblinson, una rara mixtura de las consecuencias de la crisis económica y, al mismo tiempo, una mirada bizarra de los supuestos desvaríos y extralimitaciones del arte contemporáneo, a cargo de los talentosos Mumo Oviedo y Macu Mascia, con dramaturgia y dirección de Romina Tamburello, en colaboración creativa con Anju Manaker.
Por su parte los sábados de enero se pueden ver El último romántico, basada en una historia real, con las actuaciones de María Celia Ferrero y Nicolás Cefarelli, también los directores, y Nuevas teorías animistas en el campo de las prácticas duelatorias, con Nadia Juárez y Cristhian Ledesma.
Este sábado, La Raíz ofrecerá una obra breve ya probada en otro ciclo. Se trata de Play Off Mami, con Nicolás Terzaghi y Claudia Schujman, bajo la dirección de Santiago Dejesús, al tiempo que los sábados 18 y 25, la elegida es Una salida al mar, con la elogiada actuación de Rocío Muñoz Vergara, y dramaturgia y dirección de Sebastián Villar Rojas.
Para agendar
Micro Teatro en La Raíz es un ciclo mensual de obras breves de quince minutos cada una, que se presentan tres los viernes y tres los sábados, desde las 20 y hasta la medianoche, en la galería La Raíz, de Pueyrredón 77 bis, con entradas populares