Ella se sentía mujer
“Azul no se sentía trans, ni travesti. Ella se sentía mujer”, asegura Lara. Deseaba concretar la reafirmación de su sexualidad, que consiste en una serie de procedimientos quirúrgicos para readecuar la corporalidad a la identidad de género autopercibida. Había iniciado ese recorrido con mucho esfuerzo, trabajando para ahorrar y poder pagarse las “lolas”.
Con la Ley de Identidad de Género sancionada en 2012, Azul había logrado concretar legalmente también su decisión de cambiar de identidad. En aquel momento tuvo que viajar a Villa Mercedes para poder alcanzar lo que deseaba: un DNI que la identificara como mujer.
“Nos conocimos en San Luis. Como somos trabajadoras sexuales estamos acostumbradas lamentablemente a mudarnos, a movernos de lugar para poder trabajar. Me vine a Córdoba y al tiempito ella se vino también”, recuerda Lara. Uno de los primeros ámbitos donde las personas trans sufren discriminación es en sus propios hogares. A pesar de que la familia de Azul la apoyó en su transición, decidió mudarse a esta ciudad para empezar de cero con su nueva vida.
“Era como mi hermana menor, yo la guiaba en lo que es la zona, con los clientes, en el ambiente, para que no se sienta tan sola”. Lara y Azul se cuidaban. Ni ella, ni las demás amigas de la joven logran explicarse cómo aquella madrugada confió en su asesino, ya que aseguran que era muy “selectiva” con los clientes. La hipótesis es que el agresor la habría engañado prometiéndole un monto de dinero que en verdad no tenía.
Era la madrugada del 18 de octubre de 2017 y quien atacó a Azul le asestó 18 puñaladas que terminaron con su vida. Por el crimen está imputado Fabián Casiva, un muchacho de 23 años que esa noche había ido con ella al departamento de Lara, quien estaba de viaje.
Cuenta Lara que “Azul era una persona súper fuerte, tenía planes, era emprendedora. Estaba ahorrando para comprarse un autito”. Su amiga la describe además como una “fanática de los zapatos”. “Se compraba dos o tres pares por mes”, cuenta con algo de felicidad por recordarla de ese modo. Afirman sus amigas y personas allegadas que el fiscal Guillermo González a cargo de la instrucción “supo ver a Azul”, ya que “Azul se sentía una mujer”.
A juicio por femicidio
En noviembre de 2018, el Juzgado de Control había aprobado la elevación a juicio solicitada por el fiscal González, pero la defensa interpuso una apelación. Finalmente, en mayo de este año, los magistrados de la Cámara de Acusación Patricia Farías, Maximiliano Davies y Carlos Salazar ordenaron la elevación a juicio. De no mediar modificaciones en el calendario previsto, el juicio con jurados populares comenzará el 31 de julio con la lectura de la acusación. Se prevé la declaración de más de 15 testigos durante este proceso, incluyendo a los peritos forenses y psiquiátricos.
Se presume además que la defensa de Casiva apuntará al argumento de inimputabilidad del acusado, basada en las pericias psiquiátricas realizadas al momento de su captura, que fueron desestimadas en segunda instancia. Por su parte, la querella hará hincapié en que el hombre estaba en pleno conocimiento de lo que hacía cuando mató a Azul.
“Vamos a sostener la calificación de femicidio basándonos en el hecho de que ella había conseguido su DNI de mujer”, explicó el abogado Tomás Aramayo, representante legal de los familiares de Azul, en diálogo con La Nueva Mañana. La querella también apuntará a ampliar la calificación legal fundamentando que se trató de un crimen de odio –a Azul la mataron por su condición de mujer trans-, sumando ensañamiento y alevosía como agravantes.
El ataque de Casiva contra Azul se puede enmarcar en un itinerario de violencia que comenzó tiempo atrás. Los testimonios a los que recurrirá la querella permitirían demostrar que este hombre tenía un marcado “desprecio por la mujer” y que se trata de una persona “excesivamente violenta”. De hecho, según explica Aramayo, el imputado cuenta con antecedentes de conductas violentas contra su madre y su hermana, además de una serie de episodios de violencia contra otras mujeres de su barrio.
“Estamos todas marcadas por lo que pasó”. Para Lara, como para tantas otras mujeres trans, amigas y compañeras de Azul, el inicio del juicio encierra una promesa de alivio para todas. “Quiero cerrar esta etapa y que mi amiga descanse en paz. Quiero que dejen de hablar de ella, a menos que sea para recordarla”, afirma.
Este juicio significa además la posibilidad de sentar jurisprudencia sobre los homicidios contra personas trans, ya que es la primera vez que un crimen como el de Azul se juzgará en los Tribunales de Córdoba con el agravante de femicidio.