El gobierno de Colombia y las Farc inaugurarán formalmente hoy en Oslo, una década después de que fracasara el último intento similar, una mesa de diálogo con el objeto de acordar la paz, que si tiene éxito dejará al país en condiciones inmejorables para cerrar un conflicto armado interno que lleva ya más de medio siglo.
Las partes conversarán hoy y mañana en un escenario que hasta ayer no había sido revelado y el miércoles darán una conferencia de prensa que, de acuerdo con el resultado de esos primeros contactos, será conjunta o de cada sector por separado.
De ese modo quedará clausurada la primera etapa del diálogo, que tras la inauguración simbólica en Oslo se trasladará aLa Habana.
Sin fecha conocida aún –se esperaba que sea develada en la rueda de prensa del miércoles– para la instalación en la capital cubana, será allí donde la negociación se desarrollará a fondo, sin plazo fijo pero con un horizonte que tanto voceros de ambas partes como analistas independientes coincidieron en estimar en al menos un semestre.
El diálogo girará sobre cinco temas que fueron pactados trabajosamente durante las negociaciones que representantes de ambas partes mantuvieron en secreto enLa Habanaentre el 23 de enero y el 26 de agosto pasados.
Esos temas son: desarrollo rural y mayor acceso a la tierra, garantías a la oposición política y participación ciudadana, fin del conflicto armado –lo que implica el abandono de las armas y la reinserción a la vida civil de los guerrilleros–, búsqueda de solución al problema del narcotráfico y derechos de las víctimas.
Proceso lento y trabajoso
Colombia apostó una docena de veces a la paz en cincuenta años de conflicto armado con relativos éxitos que han llevado en las dos últimas décadas a la desmovilización de unos 37.000 paramilitares y guerrilleros, pero sin logros en el caso de las Farc y el ELN, las dos organizaciones más numerosas entre las de origen insurgente.
La mayoría de esos procesos de diálogo se celebró en las décadas de los años 80 y 90, cuando varios grupos guerrilleros dejaron las armas, entre ellos el Movimiento 19 de Abril (M-19) y el Ejército Popular de Liberación (EPL).
A inicios de los 90 también se desmovilizaron organizaciones armadas menores: el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el Movimiento Armado Quintín Lame (indígena),la Corrientede Renovación Socialista, el Frente Francisco Garnica, los Comandos Ernesto Rojas y las Milicias Independientes de Medellín y del Valle del Aburrá.
Esos grupos tenían alrededor de 6.000 combatientes que se reinsertaron a la sociedad e incluso a la vida política, y un ejemplo significativo fue el M-19, que participó, ya como partido, en la redacción dela Constituciónde 1991.