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Cómo eran los comercios rosarinos a fines del siglo XIX, cuando se trabajaba 12 horas diarias

El historiador Eduardo Guida Bria cuenta que la ordenanza de descanso dominical de 1887 se cumplía en pocos locales. Abaniquerías, paragüerías, fábricas de alpargatas, mercerías, corseterías y puntillerías eran algunos comercios de la época. Los inmigrantes como protagonistas

A fines del siglo XIX los empleados y obreros trabajaban todos los días del año y más de 12 horas por día. En la última década del siglo XIX, se agitaba el problema del descanso dominical. El historiador y docente Eduardo Guida Bria relata a El Ciudadano cómo eran los comercios de la Rosario de antes.

El 21 de octubre de 1887, a pedido de propietarios de tiendas y mercerías el intendente municipal de Rosario, Pedro Tomás de Larrechea, resolvió que en lo sucesivo «todos los domingos y días festivos de todo el año, las tiendas y mercerías cerrarán a las 11 de la mañana hasta el día siguiente». La disposición municipal motivó protestas. El periódico «El Municipio» cuyo director era Deolindo Muñoz, en su edición del 27 de octubre insertó la siguiente noticia: «Un decreto absurdo. Atentado a la libertad de comercio«. Días después aparecen en este periódico solicitudes de dependientes a favor del descanso dominical y de comerciantes contra el mismo. En concreto, la ordenanza de 1887 no se cumplía, salvo en uno u otro caso.

En 1894, hay otro intento de lograr el descanso dominical. Deolindo Muñoz apoyó a los dependientes que señalan que trabajan de «6 de la mañana a 11 de la noche» todos los días del año. En octubre de ese año se logra un acuerdo con algunos comerciantes, en cuanto al cierre los días domingos a las «12 meridiano». La resolución gubernamental en la provincia demoró un poco en concretarse, según explica Guida Bria.

Uno de los propulsores de la ley del descanso dominical en la provincia de Santa Fe fue el doctor Juan Bialet Massé, nacido en España pero residente en la Argentina que desde 1902 luchaba por el mismo, autor de «El estado de las Clases Obreras Argentinas» en 1904 y considerado el precursor del derecho laboral en el país.

Luego de una serie de alternativas, se aprueba en esta provincia la Ley del Descanso Hebdomadario, el 3 de julio de 1906, con el número 1327.

Los comercios de entonces

Estaban las abaniquerías y paragüerías en el centro. Sólo dos negocios se ocupaban de estos adminículos y todos eran importados y en un valor bastante inaccesible. Estas dos casas disponían de una gran variedad y en algunos casos rezaba el cartelito “precios módicos”, pero en la billetera de los trabajadores no se reflejaba.

En un censo comercial realizado en esos años se pudo comprobar que existían tres fábricas de alpargatas. La tarea se desarrollaba en talleres con escaso personal y el trabajo se hacia en dos a mano y la restante con una precaria máquina. Este calzado era barato y cómodo y su uso se generalizó entre las gentes de la campaña. La producción de taller mecanizado se elevaba a 140 docenas diarias con un personal aproximado de cien operarios.

Fábrica de alpargatas y zapatillas Pérez Delménico, en Córdoba 3549. Foto de 1930 gentileza de Eduardo Guida Bria.

 

También había camiserías donde la producción era escasa y la importación de este producto no ayudaba a instalar talleres. A las mujeres se las veía todos los días haciendo cola en las cuatro camiserías que tenía Rosario. En uno de los talleres de camiserías se había logrado un alto perfeccionamiento y empleaban a operarias que sabían coser muy bien. Estas casas también fabrican puños y cuellos y daban trabajo a otras obreras.

Llegan desde Italia Bartolo Botto, herrero que fabrica las primeras columnas de alumbrado público en la ciudad y Francisco Barbagelata, otro herrero que construye el primer reloj que tuvo la ciudad y que se instala en la torre sur de la iglesia matriz (hoy Catedral).

De Alemania llega el joven Thomas Führ que instaló la Mueblería Alemana en Rioja al 500 y fue pionero en la producción del cemento que derivó en el legendario cemento Portland.

Unos años antes había arribado a Rosario Federico Pommerencke, impulsor de la fabricación de cerveza, utilizando una propiedad sita en Entre Ríos y Catamarca.

Quién se acuerda de la Schlau: la cervecería rosarina que en 1913 tenía la mejor tecnología del mundo

Otro italiano, José Cicarelli, se instala con una fábrica de tinta para imprenta.

La llegada de la familia Monteverde, con don Domingo a la cabeza, emplaza una fábrica de fósforos.

También otros inmigrantes traen sus ideas a la urbe y son, por ejemplo, Lasús y Laborde que colocan en el centro una fábrica de modernos carruajes. También tenían un galpón sobre el bulevar Santafesino (hoy Oroño) donde armaban las galeras para las familias adineradas.

Gentileza: Eduardo Guida Bria.

 

No solamente venían de Europa los inmigrantes que llegaban a Rosario. Dos norteamericanos se destacarían en la ciudad. Enrique Hopkins se convierte en el primer empresario portuario. Levanta su muelle a la altura de calle Buenos Aires y la avenida del Bajo (hoy Belgrano). Otro estadounidense, Rodrigo Malcom Ross, fue conocido en poco tiempo como “Míster Ross”. Levantó en las inmediaciones de las calles San Juan y Comercio un taller metalúrgico, que muchos consideran el primero en el país. Pero su mayor logro fue la instalación del primer transporte público de Rosario: los tramways (coches sobre vías tirados por dos caballos, precursores de los tranvías).

También llega a Rosario Irineu Evangelista De Souza, más conocido como Barón de Mauá. Provenía de Brasil e instala el primer banco en la Argentina en Rosario. Sus oficinas estaban frente al mercado Sud y luego Central en la esquina de San Luis y San Martín. Llegó a emitir billetes como “Banco Mauá”.

Gentileza: Eduardo Guida Bria.

 

Gentileza: Eduardo Guida Bria.

 

El 11 de agosto de 1919 se instaló un negocio importante en la esquina de Córdoba y Progreso (hoy calle Mitre). Se llamaba Ensanche C. Del Acqua y Cía. S.A. En realidad, era una sucursal, ya que la casa matriz en Argentina, se ubicaba en Buenos Aires. Fue un revuelo muy grande, ya que en un primer momento empleó un número importante de operarios.

La inmigración de fueron llegando a Rosario impulsaron un desarrollo económico, social y cultural en esta ciudad, que de a poco se fue convirtiendo en una plaza vista con muy buenos ojos por otros que observaban desde lejos.

Las familias Chiesa, Roullión, Echesortu y los hermanos José y Manuel Arijón se fueron destacando en distintos rubros sobre todo empresariales.

Las costureras eran muy requeridas por algunos talleres textiles que se habían instalado y también por familias pudientes que deseaban que se ocuparan de vestir a toda la familia. Las telas eran importadas.

En esos primeros años del siglo XX iniciaban su instalación las mercerías y puntillerías. La más antigua fue la “Mercería Universal”, que tenía su negocio en la calle Córdoba entre Comercio y Aduana (hoy Maipú). También existían otros competidores de similares características en la calle Del Puerto (hoy San Martín) 893, “La Carolina”. Otra era la “Casa Forcada”, en la esquina de Rioja y Entre Ríos, que se destacaba por su “ajuar para las novias”, algo inédito hasta esos años.

Las familias Diener y Hoffmann eran titulares de “La Mercería Alemana”, en Córdoba al 500. Importaban telas de su país de origen y también de procedencia austríaca. Si se necesitaban realizar bordados, las internadas del Asilo del Buen Pastor se dedicaban a esta tarea y lo hacían muy bien.

Las corseterías ocupaban también un lugar preponderante en la “city rosarina”.

Se habían instalado dos comercios dedicados a esta tarea y demandaban de personal en forma permanente. El salario era de dos pesos a dos con cincuenta centavos para las oficiales. En el caso de las obreras de segundo orden se les abonada de un peso a uno con veinte. Y las aprendices recibían de cincuenta a ochenta centavos por día trabajado.

Roperías

A los dueños de estos comercios se les ocurrió la idea de instalar “Roperías”. Se abrieron dos negocios a pocas cuadras uno del otro. Tenían prendas con distintos precios y también en poco tiempo habilitaron el mercado de campaña y con diligencias o carruajes con toldos se internan en el interior de la provincia para así llegar a las chacras más próxima a Rosario. Aprovechaban viajar en la época de cosechas, porque sabían que los colonos disponían de ingresos para vestir a su familia. A veces acompañaban mujeres en esas travesías que duraban dos o tres noches. Si no tenían el modelo que gustaba, tomaban las medidas en la próxima visita se lo llevaban.

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