Un incipiente movimiento se va asomando al universo de la literatura para adolescentes, que como buenos lectores 2.0 piden contenidos más allá de la página impresa, una tendencia apoyada por las editoriales con contenidos audiovisuales, actualización en redes sociales y blogs con entregas periódicas para que puedan interactuar con sus autores.
“Los jóvenes circulan y piden contenidos más allá de la página impresa: audiovisuales, gráficos y de generación de comunidades”, explica a Télam Cecilia Criscuolo, de la editorial Alfaguara.
Por eso, “al estar habituados al consumo en dispositivos digitales, es lógico que desarrollemos productos que compitan con las aplicaciones que los chicos acceden a través de las múltiples pantallas”, refuerza María Amelia Macedo, de Random House Mondadori.
La ecuación es simple: una realidad, una solución. De ahí que los editores en su conjunto no duden en testificar que –en palabras de Cecilia Repetti, del grupo editorial SM Argentina– no se trata de un mecanismo publicitario, “la intención es captar genuinamente a estos lectores, más avanzados que otros en el manejo de las tecnologías digitales”.
Entonces, si “fomentar la lectura en cualquiera de sus formas” es el leit motiv de las editoriales, la cuestión no queda reducida al soporte virtual. “Hay que ofrecer la oferta en papel y digital por igual. Sostenemos que son públicos que coexisten y conviven”, considera María José Ferrari, de EBook Project Leader de Planeta.
“Difícilmente los dispositivos digitales reemplacen el placer de la lectura en papel y el valor cultural que los libros físicos otorgan. Los hábitos de lectura se modifican permanentemente y ambos formatos van a coexistir durante mucho tiempo”, supone Macedo sobre este incipiente cambio que no vaticina un nuevo concepto del libro y lectura, sino un complemento.
Expectantes de cómo fluye esta trama virtual, las editoriales argentinas ya empiezan a jugar sus primeras fichas y lo hacen con la digitalización de los fondos bibliográficos, los extensos catálogos de ebooks; con lanzamientos sólo virtuales y combinando el formato papel con espacios cibernéticos.
Algunos autores locales que ya se sumaron a la movida digital –ya sea con material complementario o publicación virtual– son Marcelo Birmajer, Marcelo Di Marco, Franco Vaccarini, Fabián Martínez Siccardi, Cecilia Pisos, Clara Levin, Esteban Valentino, entre otros.
El género novela, y dentro de él, las sagas contemporáneas, parecen ser la clave para este tipo de iniciativa, “son historias que nacen y perduran en el tiempo a través de dos, tres o más libros, que van desarrollando todo un universo y muchas veces crecen en internet con el aporte de la comunidad de lectores”, dice Repetti.
Pero no sólo eso, hay un condimento más: la relación entre los autores y lectores. “La tecnología digital permite la comunicación instantánea, comunicación que antes estaba muy mediatizada”. “Los autores entienden cada vez más que parte de esta relación hoy se construye a través de las redes sociales”, agrega Ferrari.
Videos en YouTube (como los del joven escritor español Javier Ruescas), códigos QR que se traducen en modernos celulares, blogs que proponen un acercamiento con el autor y novedades inmediatas, plataformas virtuales para ponerse en la piel de los personajes, Twitter, Facebook y otras redes sociales que anticipan y reavivan las historias, son algunos de los modos de esta tendencia.
Así, este movimiento multiplica lectores 2.0 que interactúan y participan del libro: “Las historias se enriquecen, ya que muchos de los personajes cobran vida virtual y conocemos más sobre ellos en el diálogo que se establece en muchas de las comunidades virtuales creadas para esas obras”, explica Repetti.
“Finales reescritos y destinos de personajes que se cruzan pueden ocurrir en las redes sociales. Es muy valorado por los jóvenes la posibilidad de interactuar con sus referentes, de acceder al contenido extra (capítulos, videos, book trailers) y de tener ese ‘plus emocional’ que le da el vínculo directo con el escritor”, dice Macedo sobre este canal de “encuentro y retroalimentación”.
Acaso como el reflejo de un signo de época o la necesidad de experimentar nuevas posibilidades en una contemporaneidad que transcurre y se define cada vez más en una comunicación múltiple y global, éstas revueltas establecen un dato claro: que los modos de lectura están cambiando, sobre todo en las nuevas generaciones, las de la cultura digital.
“Esto es un paso más en la incorporación de la tecnología a la vida cotidiana. La tecnología genera instantaneidad y un libro electrónico no es más que contenido en un sistema informático, para que los que prefieren los soportes tecnológicos accedan a este contenido en el soporte que les es más cómodo”, expresa Ferrari.
Y aunque el rédito económico no es significativo, la inversión es otra apuesta más por la literatura infantil y juvenil: “Llegar a lectores que no suelen frecuentar la letra impresa y a los que consumen muchos libros y desean incursionar en algo distinto, un espacio donde su voz se escuche y se tenga en cuenta sus opiniones”, concluye Criscuolo.
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