En Países Bajos hay más bicicletas que personas: alrededor de 23,4 millones, según según estimaciones de las organizaciones BOVAG y RAI, para una población de 17,8 millones. El ciclismo es la principal modalidad de transporte en ciudades como Ámsterdam, donde 835 mil de sus casi 882 mil habitantes hacen en promedio 665.000 viajes en bicicleta al día. En la capital, el 36% de los traslados se realizan en bicicleta, frente al 24% en coche.
Una hazaña de movilidad sustentable, pero no excenta de efectos colaterales: dónde estacionar tanta cantidad de rodados sin que se transforme en un problema. Este jueves se inauguró una de las soluciones que diseñaron arquitectos españoles, verdadera proeza arquitectónica y urbanística que integra al arte, la tecnología y la ingeniería de construcciones: un estacionamiento para 7 mil rodados bajo el lago que comunica los canales de la ciudad, frente al histórico edificio de la estación de trenes, que data de finales del siglo XIX, está montada sobre tres islas artificiales y es monumento nacional.
Gratis por 24 horas y después, 1.35 euro diario
Debajo del agua y las embarcaciones que transportan turistas, el estacionamiento tiene un ingreso de rampas y escaleras mecánicas, con puertas automáticas y un sistema automatizado que facilita el registro del ciclista con su tarjeta de transporte o con un dispositivo electrónico montado sobre la bicicleta.
Además, cuenta con una conexión directa con los vestíbulos del metro y del ferrocarril, a través de un túnel. Es, también, una forma de incentivar la movilidad sobre rieles en los trayectos de cercanía, para reducir aún más el uso del automóvil.
Dejar la bici en el estacionamiento es gratis durante las primeras 24 horas, y a partir de allí tiene un costo de 1.35 euro por día. Dentro del amplio espacio, los rodados se pueden colocar en dos alturas. Cada ubicación tiene luces que indican si está o no ocupado, para facilitar el uso.
Cuatro años, proeza de la ingeniería y 140 millones de euros
Oriol Casas Cancer, arquitecto español, fue quien estuvo a cargo del proyecto. Integra estudio de arquitectos, paisajistas y urbanistas wUrck, con sede en Róterdam. Ganó el concurso convocado por el Consistorio junto con la constructora Max Bogl.
La obra es parte de un plan nacional para facilitar el estacionamiento de bicis alrededor de estaciones ferroviarias y así recuperar espacio público. La empresa holandesa encargada del transporte de pasajeros (NS) y la organización que gestiona las infraestructuras (ProRail) son las que impulsan los proyectos en varias ciudades, junto con las administraciones locales.
La construcción requirió de ingenio y competencias tecnológicas mayúsculas, por las características del suelo de Ámsterdam, arenoso, con las napas muy cercanas a la superficie.
Para comenzar los trabajos, se introdujo una estructura de contención en el perímetro del lago para poder hacer la excavación. Una suerte de pantallas que formaron un muro, drenar el agua y remover unos 62.000 metros cúbicos de arena. Después, se hizo un forjado de hormigón sumergido que se trabajó bajo del agua con ayuda de buzos.
Fueron nada menos que 21.000 metros cúbicos de hormigón, con 3.300 toneladas de hierro para el armado. “Después pudo vaciarse el agua, para poner el acabado del forjado de hormigón y empezar con la construcción del parking. Seguidamente, colocamos las columnas y se aplicó encima de nuevo forjado de hormigón. Una vez cerrado, volvimos a poner arena dejando entrar el agua, que se había vertido al río IJ y es la misma que entra por los canales”, explicó el arquitecto español.
“Hay una avenida central de columnas que tienen forma de gota invertida, y cuentan con luces de color rojo, ámbar o verde para indicar dónde hay un sitio libre. En la parte más artística, busqué la colaboración del Museo Histórico de Ámsterdam para introducir la memoria del agua en relación con la ciudad”, sigue Oriol Casas Cancer.
En una de las paredes hay una pantalla iluminada de 140 metros de largo, a la que bautizaron Horizonte y recrea los planos de la capital holandesa desde su origen hasta el siglo XXI. “Con ayuda de un algoritmo, seleccionamos obras de arte del museo relacionadas con el agua, y las pusimos en unos lucernarios circulares, los ojos del techo. La oficina desde donde se gestiona el servicio es como una perla, como la de una ostra, por su cristal curvado”, repasa el profesional.