En La política en el arte, el artista plástico Ricardo Carpani supo sintetizar las preocupaciones que animaron su vida: el arte y la política, entidades inescindibles para un militante de una y otra práctica.
En el libro, reeditado por la casa Peña Lillo-Continente, el propio autor define la obra como una pieza “de combate y no pretende más que eso. Y como tal se lo debe tomar”; la primera edición es de 1962, con un prólogo de Juan José Hernández Arregui; la nueva edición lleva un prólogo de Eduardo Jozami.
Ricardo Carpani nació en 1930 en el Tigre, provincia de Buenos Aires. A los 22 años comenzó su formación artística de la mano de Emilio Pettoruti.
En 1959 participó de la fundación del “Movimiento Espartaco” (de vagas resonancias a Rosa Luxemburgo); realiza murales en diversos sindicatos y afiches para la CGT. Publica Arte y revolución en América Latina y La política en el arte.
En 1968 comienza su colaboración con la CGT de los Argentinos. Expone en Europa; publica Arte y militancia. Y en 1976, a causa del golpe de estado cívico-militar de marzo de 1976, se exilia en España; fallece en Buenos Aires el 9 de septiembre de 1997.
Jozami define el alcance de Espartaco. “Enuncian una propuesta renovadora postulando un arte social, comprometido con las luchas populares, en tiempos en que los intelectuales y los artistas comenzaban a revisar el discurso pretendidamente democrático que los había llevado a adherir al golpe militar de 1955”.
Entre otros, Juan Gelman, Rodolfo Walsh, José Luis Mangieri, Ezequiel Martínez Estrada, Ernesto Sabato; al contrario que los jóvenes marxistas nucleados alrededor de los hermanos Viñas (David e Ismael) en la revista Contorno, que adhirieron al frondizismo.
“Estas expresiones, –continúa el director del Centro Cultural Haroldo Conti– de lo que dio en llamarse la «ruptura del consenso intelectual antiperonista», tímidas aún (…) coexistían con otras que ubicadas en el peronismo combativo o la izquierda nacional, planteaban una vinculación más estrecha con los trabajadores”.
En La política… figuran fragmentos del manifiesto que dio origen a la práctica artístico-militante de Espartaco, donde se denuncia: “La inexistencia en estas tierras de un arte pictórico que expresara nuestra identidad como pueblo”.
Juan Manuel Sánchez, Mario Mollari, Carlos Cessano, Espirilio Butte, Juana Elena Diz, Pascual Di Bianco, eran algunos de los artistas convocados por una propuesta que logró perforar cierta inhibición de los sindicatos más conservadores.
“Profundamente influidos por el muralismo mexicano (Orozco, Siqueiros, Rivera), los integrantes del grupo buscaban el modo de producir en el país ese arte de masas”, dice Jozami.
Y agrega que “el peronismo, desde el gobierno, no había utilizado, en este terreno, todas las posibilidades que podía brindar un aparato cultural volcado generosamente hacia otras manifestaciones de lo popular”.
El ideal de un muralismo peronista jamás fue abandonado, como proyecto, por Carpani, pero tanto los límites internos como los alineamientos opositores de la mayoría del universo plástico, convirtieron a la resistencia en un arresto de pocos que más tarde, encontraron en la CGTA un amparo institucional para su programa estético.
Sin embargo, el plástico estaba al tanto de los riesgos que se corrían: demagogia, facilismo, realismo social. El ejemplo de la Unión Soviética, al respecto, lo orienta.
“Carpani pone, como ejemplo negativo, aquello que no debe hacerse: la política artística y cultural seguida en la URSS, desde fines de los años 20 (del siglo pasado), cuando fueron silenciados los experimentos de vanguardia más radicales”, explica Jozami.
Y así lo hace explícito el propio artista: “La lucha por un verdadero arte revolucionario no puede eludir la crítica a aquellos sectores que aparentemente se encuentran más cerca de él. Por el contrario, es ahí donde están los mayores peligros, dadas la vaguedad e imprecisión de ciertas posiciones”. Palabra de Carpani.
