John Howell, un científico de la Universidad de Rochester, Estados Unidos, necesitó un poco de ingenio, paciencia y un enorme talento para crear una especie de capa de invisibilidad capaz de ocultar objetos grandes en todo tipo de espectro óptico.
Lo raro es que, según el autor, no necesitó más que unos 120 dólares, lo cual indica que su invención podría replicarse a gran escala en un corto plazo.
Hasta ahora, se habían realizado estudios similares pero con objetos más pequeños. El sistema, ideado por Howell y su hijo, de 14 años, consta de tres dispositivos. El primero, a base de cubos de agua en forma de L. El segundo, con lentes para conseguir camuflaje óptico y el último, un conjunto de espejos, algo que suele ser utilizado por los magos.
El propio Howell admitió que el invento todavía tiene algunos puntos flojos, ya que «funciona en una dirección o asumiendo que el observador no se moverá de su lugar». Pero, aún así, se trata de un sistema que le saca varios pasos de ventaja a otros, ya que es asombroso como el nene se esconde detrás del objeto y desaparece completamente y luego sucede al revés con las piernas del padre.