Por Dr. Nicolás G. Douglas Nazareno (*)
Calefaccionar los ambientes es una medida que nos permite hacer frente a las condiciones climáticas del invierno, además de brindarnos confort, pero también puede resultar perjudicial para la salud, dependiendo del sistema de calefacción utilizado y de la temperatura a la que se lo utilice.
Lo ideal es que la temperatura a la que se calefacciona un ambiente no supere los 21°-23° y que la humedad se sitúe entre el 50 y el 70%. La calefacción excesiva aumenta el contraste de temperatura entre interior y exterior, lo que puede disminuir la capacidad de respuesta de los mecanismos defensivos del organismo.
La oferta de sistemas de calefacción es bastante amplia, sin embargo, no podemos decir que ninguno de estos dispositivos reúna las condiciones ideales.
Los artefactos que funcionan a combustión (estufas de parafina, a querosén, gas o leña, las cocinas o los braseros) consumen oxígeno y liberan gases nocivos, como el monóxido de carbono. La combustión inadecuada del material empleado para la producción de calor, o un sistema de ventilación insuficiente, pueden provocar la acumulación de niveles peligrosos de estos gases nocivos.
El monóxido de carbono es un gas imperceptible por ser incoloro, inodoro y porque no irrita las mucosas, pero ocupa el lugar del oxígeno en la sangre, por lo que impide su llegada a los diferentes órganos y tejidos. La intoxicación por este gas puede culminar en un paro cardiorrespiratorio y muerte. En intoxicaciones de menor grado puede haber dolor de cabeza, náuseas, debilidad, mareos, etc.
Otro gas peligroso es el dióxido de nitrógeno, que se libera cuando las cocinas, hornos de gas y estufas de parafina no funcionan correctamente. Este gas no se huele ni se ve, pero es irritante para las mucosas y puede causar dificultad respiratoria, sobre todo en pacientes asmáticos, con EPOC o con otras patologías respiratorias crónicas.
Existen otros productos derivados de una mala combustión, sobre todo de estufas o chimeneas de carbón y leña, que son partículas de tamaño tan diminuto que pueden depositarse en lugares profundos del árbol bronquial, pudiendo favorecer la aparición enfermedades respiratorias crónicas (como EPOC) o tumores.
Los sistemas de calefacción por aire caliente (aire acondicionado) tienden a resecar el ambiente, lo que hace que las vías aéreas también pierdan humedad. El resecamiento del árbol respiratorio disminuye sus mecanismos de defensa favoreciendo las infecciones y puede generar congestión nasal o tos, sobre todo en los alérgicos, o puede favorecer las exacerbaciones asmáticas en quienes padecen esta patología. Es importante tener en cuenta que la circulación de aire caliente arrastra partículas de polvo que contienen alérgenos, sustancias que favorecen el desencadenamiento de los síntomas alérgicos.
Los sistemas de calefacción más recomendados, sobre todo para aquellos que padecen patologías respiratorias crónicas, serían algunos tipos de estufas eléctricas, las losas radiantes, los radiadores y los calefactores que cuentan con sistema de cámaras de combustión cerradas con evacuación externa de los gases generados producto de la combustión.
A pesar de las desventajas mencionadas de los diferentes sistemas de calefacción, puede resultar más perjudicial para la salud no calefaccionar en épocas frías del año. Lo recomendable es que los ambientes estén templados, bien ventilados y asoleados porque el sol disminuye los ácaros de polvo y mantiene la temperatura.
Recomendaciones para calefaccionar con precaución
Verificar que todas las fuentes de calor funcionen correctamente (siguiendo escrupulosamente las instrucciones de los fabricantes para la puesta en marcha y en el manejo de los dispositivos).
Salida de gases al exterior (cuando se usan determinadas fuentes de calor hay que tener en cuenta que tengan una adecuada salida al exterior, y de no ser así, tener la precaución de abrir una ventana cada cierto tiempo, para ventilar el habitáculo donde se encuentra).
Apagar la calefacción por la noche (también se recomienda ventilar la casa antes de encenderla por la mañana).
Limpiar regularmente los filtros del aire acondicionado (este dispositivo es uno de los que más reseca el ambiente y las mucosas, además de reunir distintos agentes en los filtros que es importante limpiar con regularidad)
Evitar fuentes de combustión que generan residuos (como el humo del cigarrillo, sahumerios, inciensos, etc.).
(*) Coordinador de la Sección Neumonología Clínica y Medicina Crítica de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) y Jefe de la Sección Neumonología del Hospital Vera Barros (La Rioja).