Search

“¿Cómo la gente puede ser tan mala y hacer lo que hizo”

La familia de David Moreira, el joven linchado hace dos meses en barrio Azcuénaga, marcha hoy a los Tribunales.

La casa de la familia de David Moreira está ubicada sobre calle Pedro Lino Funes, en barrio Empalme Graneros. Es una zona de casas bajas, veredas anchas con zanjas y chicos en la esquina, andando en bici o que pasan caminando ida y vuelta de la escuela. La casa queda a pocos metros de una esquina. Apenas doblando se ven algunas pintadas que evocan a David. “Te extrañamos”, dice una en aerosol gris. Otra, escrita con pintura blanca: “Te queremos David” y firman “los pibes”: Tomy, Geor, Cachorro, Jair, Andy, Bere, Juancito, Junior, entre otros tantos.
A la casa de la familia Moreira se entra por un portón de chapa. Sorteando el garaje, se llega a un galpón casi vacío, salvo por una moto, donde hay algunos ladrillos y dos sillas. Alguna vez fue un almacén. A fines de marzo ofició de sala velatoria. Los amigos y la gente del barrio la adecuaron para velar allí a David Moreira, que había fallecido después de agonizar durante dos días desde el 22 de ese mes.
Más de 50 personas le patearon la cabeza un sábado a la tarde, hasta la muerte. El joven, presuntamente, había robado una cartera y esa fue la mejor solución que los vecinos de barrio Azcuénaga encontraron: patearlo hasta matarlo.
El nombre de David traspasó fronteras. La Corte Interamericana de Derechos Humanos expresó su preocupación y el papa Francisco sintió las patadas en el alma. La ciudad se dividió entre linchadores e indignados, y en cada casa alguien se dio el gusto de opinar.
A dos meses, la causa no avanza, ni siquiera para decir qué hacía David ahí. Hay un joven muerto y decenas de asesinos en libertad. La alternativa para encontrar alguna solución, una vez más, es levantar las banderas y salir a la calle a reclamar. Por eso, amigos, familiares y organizaciones sociales marcharán hoy, a dos meses del hecho, para pedir justicia por David Moreira. La movilización se convoca para las 9 en la plaza San Martín (Dorrego y Córdoba) y concluirá frente a los Tribunales provinciales (Balcarce y Pellegrini).

Gente mala

“¿Cómo la gente puede ser tan mala de hacer lo que hizo, ser tan fría? Son asesinos, las peores personas de la Tierra. Estamos en un abismo. No podemos salir. Nos echamos la culpa entre nosotros porque no tenemos a quién hacerlo”. Alberto, de 40 años, es el papá de David. Habla mientras se ocupa de sacar de la vereda el agua que dejó la lluvia. Cuando le sacan fotos, se preocupa por salir bien, que no se note su cara triste.
Lorena, la mamá, tiene un año menos y está sentada en una silla. Habla con voz baja, lenta y quebrada. En ningún momento llora. Lorena está desempleada y tiene tres hijos más. Trabajó cuidando a un nene de 3 años hasta el día “que pasó eso” con David. Pareciera que no encuentra las palabras justas: ¿mataron? ¿Lincharon? ¿Ajusticiaron?
“Me gustaría que se sienten a reflexionar por qué pasó esto. A veces uno juzga sin saber. Hasta el día de hoy no sabemos qué hacía David en ese lugar, era un chico que jamás iba a tocar algo que no fuera de él. Siempre trabajó. Dejó la escuela para ayudarnos en casa. Me gustaría que la gente no sólo juzgara por lo que se dice o se ve, que se den la oportunidad de pensar quién era David. No tenía antecedentes. Y si así hubiera sido, nadie tiene el derecho a hacer lo que hizo y con tanta crueldad”, dice Lorena sin levantar nunca el tono de voz.
Hasta hoy no hay imputados y la madre de David desconoce el legajo de la causa de su hijo. Eso significa que no sabe cuáles fueron los resultados de la autopsia, no conoce los testimonios ni videos que se sabe forman parte del expediente. La semana pasada se solicitó a la Fiscalía que investiga la causa que la familia se constituyera como querellante, a fin de tener un contacto más directo con la investigación. Se estima que la semana que viene se realizará la audiencia para la constitución de esta figura.

Los amigos y la solidaridad

Los dos meses que pasaron desde aquel sábado fatal van alternando entre la tristeza infinita y la solidaridad. Los amigos de David aún le copan la casa, se acercan a acompañar a la familia, tomar mate, charlar un rato. Dice Lorena que a veces se juntan en la esquina a llorar y que hasta se los ha encontrado en el cementerio.
“Su tumba parece un jardín. Llena de flores, pulseras, recuerdos que deja la gente. Es como si todos estuviéramos esperando que vuelva”, cuenta la mujer.
Mucha gente, además, se acerca a la casa, la llama por teléfono, le ofrece ayuda. Ella dice que fue después de que se difundió el video de los golpes, que eso shockeó a más de uno. Toda esa gente es la que ahora va a su casa y llena el galpón de pinturas y carteles, la acompaña y apoya y hoy marchará con ella.
Elías tiene 8 años. Es el hermano menor de David. Tiene el pelo despeinado –todas las fotos suyas que muestra está igual–, los ojos claros, cara de travieso. No para de ir y venir por la casa. Habla de Rosario Central y de que le gustaría ser abogado. En un momento, se acerca con una pila de carteles, los que prepara para la movilización de hoy. Muestra los que escribió él, en color rojo. Pide justicia, que no se mate a más inocentes. Después trae fotos. En todas está David. El papá se acerca a mirar las imágenes. “¡Tenía una facha!”, exclama, y no se equivoca. “No sé si tuvo novia, pero las chicas lo perseguían”, completa.
David era alto, tenía pelo corto, pero en algunas fotos se lo ve con rulos. Lorena muestra lo limpio y blanco que era, y recuerda: los días después a su muerte, cuando todavía se pensaba que nadie la apoyaba en toda la ciudad, ella se quedaba en su casa leyendo los comentarios de la gente en los portales web. También escuchaba la radio. “Me dolía. No tenían derecho. David era más blanco que la leche, pero la gente decía que se lo merecía. Que era un negro de mierda menos”.