En un contexto de época muy complejo, tanto de entender como de transitar, el Centro Cultural La Toma, un conjunto de sindicatos, organizaciones sociales y derechos humanos organizaron para este jueves a las 18 horas un encuentro para debatir el presente, pero, claro está, el futuro próximo.
Para concretar la idea invitaron al sociólogo Mario Santucho, quien actualmente edita la revista Crisis, coordina el Equipo de Investigación Política (Edipo) y es uno creadores del “Mapa de la Policía”.

El disparador del encuentro tiene como sugestivo título ¿Cómo luchar en la posdemocracia?
El Ciudadano busco a Santucho, y haciendo honor a una antiquísima práctica que buena parte del periodismo se olvidó, preguntó. Y este es el resultado.
¿Porqué posdemocracia?
Nuestra sensación es que estamos ante el cierre de un ciclo político, o quizás dos.
Por un lado, de la etapa abierta luego de la rebelión de diciembre de 2001 que podríamos llamar de gobernabilidad progresista, en Argentina y buena parte del continente.
La derrota del peronismo primero ante (Mauricio) Macri en 2015 y luego ante (Javier) Milei en 2023 son la expresión de que ese proyecto político está agotado. El interregno de los Fernández (Alberto y Cristina) fue una expresión clarísima de que no tiene un horizonte de cambio para proponer. Por eso se impone la ultraderecha.
Ahora bien, no es solo ese ciclo el que podría estar clausurándose sino uno más preocupante aún: el de la transición a la democracia iniciado en 1983, y que tuvo como consigna la idea del Nunca Más.
Hay una razón también para entender por qué se apaga la llama democrática: sus promesas fueron incumplidas.
La arenga alfonsinista de que con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se cura y se educa terminó siendo mentira para amplios sectores de la sociedad.
Lo libertarios capitalizan este descontento y desmienten los principios básicos del consenso democrático: la idea de que el soberano tiene derechos y la función del sistema político es intentar satisfacerlos.
Milei directamente desconoce esta ecuación. Por eso quiere destruir el estado y lo está logrando. Por eso dice que la justicia social es una aberración.
¿Cómo luchar en ese contexto, implica la construcción de nuevos instrumentos?
Exactamente. A lo largo de este siglo la mayor parte de la militancia popular se organizó en torno a ciertos criterios que parecían axiomas: formular los derechos, construir organización en torno a esa demanda, presionar al estado o acceder a él para conquistarlo.
Eso aplica para el movimiento de derechos humanos, para el feminismo, para la economía popular, para el sindicalismo… y es trasversal a todos los partidos políticos, incluso la izquierda trotskista.
De repente nos encontramos con un estado que cambió las reglas del juego y esas herramientas y formas organizativas que hasta hace poco tenían cierta eficacia, ahora la perdieron del todo.
Se viene un período en el que las instituciones no van a responder a las demandas del pueblo, por el contrario, van a avanzar sobre los derechos conquistados.
Va a tener que surgir un nuevo protagonismo social para estar a la altura de la conflictividad por venir, como en su momento sucedió con los escraches, los piquetes y la ocupación del espacio publico.
Este año estuve muy metido en la experiencia del Mapa de la Policía, que es una herramienta surgida para enfrentar la nueva ola represiva contra la protesta.
¿La crisis democrática es inherente a la estructura de los partidos o al avance del capitalismo de rapiña?
La democracia en el marco del capitalismo tiene una trampita o falla de origen, por eso la teoría crítica siempre la llamó “democracia formal”. ¿Por qué?
Supuestamente somos todos iguales ante la ley, una persona es un voto, formalmente tenemos el mismo poder, pero en la realidad hay desigualdades enormes que determinan asimetrías de poder que son decisivas.
Sobre todo, las diferencias de clase. Existen poderes concentrados que restringen la posibilidad real de democratizar, sólo a modo de ejemplo podemos mencionar dos: el dinero y la información.
Pero la novedad de los últimos años es que el capitalismo occidental, que hasta hace poco se llenaba la boca con la democracia, en actualidad decidió sacrificarla, y eso es lo que significa la emergencia de la ultraderecha o del neofascismo a nivel global.
¿Por qué? Sienten que están perdiendo la primacía con China, que tiene partido único. Entonces, como en tantas otras épocas de la historia reciente, capitalismo y democracia vuelven a bifurcarse.
¿Este capitalismo salvaje responde a la lógica del Imperio o al viejo Imperialismo?
Del viejo imperialismo, la lógica más imperial, incluso las formas del colonialismo que existieron en los albores del capitalismo, son dinámicas que coexisten y se solapan en este nuevo momento que es de apertura de algo más bien inédito.
Nadie sabe muy bien hacia dónde estamos yendo. Por lo pronto, parece concretarse un sistema mundial más multilateral, a diferencia del esquema surgido luego de la caída del muro de Berlín en 1989, que era el viejo proyecto de la globalización neoliberal.
Otro elemento clave del presente es la guerra, cada vez más normalizada y también como horizonte de lo que se viene.
¿Desde los movimientos populares y partidos se asume que las prácticas hasta ayer efectivas hoy no interpelan?
Creo que cada vez hay más conciencia de eso y me parece un buen signo. Los procesos de reconstrucción de una fuerza emancipadora, popular, democrática en serio, particularmente luego de una derrota como la que estamos viviendo, tardan un poco. Llevan un tiempo de cocción.
Ese tiempo es muy importante y también apasionante. Hay que retomar los valores más esenciales, que fueron un poco traicionados. Hay que crear nuevas imágenes de felicidad y repertorios de combate.
Es fundamental reconocer bien contra quién peleamos, es decir definir con mayor precisión al enemigo. Hay mucho para hacer. Hasta hace poco veía mucha gente aún aferrada a las viejas canciones.
Me parece que está cada vez más claro que no hay margen para seguir siendo tan conservadores. Hay que ponerse en riesgo y animarse a crear, recuperar la rebeldía y el deseo de cambiar todo.
Para seguir preguntado, debatiendo, pensando para poder hacer, la cita es este jueves a las 18 horas en La Toma, Tucumán 1349.
