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“Como radical, al gobierno de Macri yo lo miro desde afuera”

El ex diputado nacional Juan Manuel Casella sostuvo que la alianza que selló la UCR con el PRO fue tan sólo de corte electoral.

“Yo le digo a los muchachos que me siento como en el tango de Discépolo, «Cafetín de Buenos Aires», porque miro desde afuera, con la ñata contra el vidrio, lo que está pasando adentro, en el gobierno nacional. Pero, como radical, no me siento parte del gobierno del presidente Mauricio Macri”. La cita es del dirigente radical Juan Manuel Casella, ex ministro de Trabajo en 1984, durante el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, quien disertó la semana pasada en Rosario en el marco de los 20 años del Instituto de Formación Política (Ifpo).

Durante su ponencia, realizada el miércoles pasado en la sede del Sindicato de Panaderos, en Mendoza 535, el ex candidato a gobernador bonaerense trazó un balance de los 33 años transcurridos desde la recuperación de la democracia en 1983 y también analizó la situación actual del país y del radicalismo al cumplirse el primer aniversario del gobierno del presidente Mauricio Macri.

Luego, quien también fuera diputado nacional por la UCR entre 1973 y 1976 visitó la nueva redacción de El Ciudadano, donde expresó su solidaridad y apoyo a los trabajadores de la Cooperativa La Cigarra y dialogó sobre distintos temas de la política nacional.

—¿Qué mensaje les trae a los radicales de la provincia?

—Estoy planteando la defensa de la Unión Cívica Radical, estoy planteando la utilidad de la existencia de la UCR. Y creo que esa defensa se basa en la preservación de un conjunto de ideas, de principios y de valores. Porque un partido de carácter histórico tiene que tener una base de sustentación valorativa e ideológica. No puede ser una mera mutual para ocupar cargos. Y me parece que la política argentina se ha ido deformando hasta convertirse, en cierta medida, en mutuales de candidatos, incluso de candidatos individuales. Entonces la política pierde contenido, pierde capacidad de convocatoria, porque nadie sabe para qué están los candidatos, salvo para ocupar un cargo. Me parece que, en ese contexto, debemos devolverle al radicalismo ese contenido histórico, apoyándose en un proceso de modernización, porque los problemas que enfrentamos hoy no son los problemas que enfrentó Hipólito Yrigoyen. Por eso planteo tres pasos necesarios: defensa partidaria, reivindicación del sistema de ideas y de valores y modernización de la UCR.

—En ese contexto, ¿cómo analiza la participación del radicalismo en el gobierno nacional?

—Desde el punto de vista formal, la decisión fue tomada correctamente, porque la Convención radical de Gualeguaychú, donde se decidió participar de Cambiemos, fue una convención normal, con mucha presencia, con un largo debate y una votación legítima donde triunfó una de las propuestas. Acato el resultado, pero no quiere decir que coincida con ese resultado.

—Y no comparte que la UCR se haya aliado con el PRO.

—A mí me parece que es difícil compatibilizar una alianza entre dos sectores que nacen para excluirse. Porque el radicalismo es un partido histórico y el PRO es un grupo político que nació para reemplazar a los partidos históricos. Entonces, ¿me asocio con el tipo que viene a matarme?

—En parte, el PRO es hijo de la crisis del radicalismo.

—Efectivamente, el PRO empieza a crecer en 2001 y se apoya, consciente o inconscientemente, en el “que se vayan todos”. Y ahí aparece la figura de Macri como una alternativa novedosa y distinta a los partidos históricos.

—Si, como se pedía, se tenían que ir todos los políticos tradicionales, ¿era para que los reemplazaran los CEOs?

—Me parece natural que cuando se produce el fracaso de la dirigencia tradicional la gente busque una nueva dirigencia. No le puedo pedir al ciudadano común una capacidad analítica que le haga comprender el fondo de la situación. Quiere caras nuevas porque las caras viejas ya lo defraudaron. Y la crisis de 2001 fue importante desde el punto de vista social, político e institucional. Las instituciones respondieron, porque el reemplazo se produjo por la vía constitucional, pero el efecto social fue muy grave, porque hubo una pérdida del 10% del PBI, la cantidad de pobres llegó al 50%. En ese marco, fundamentalmente la clase media, entre la que está el votante tradicional del radicalismo, sintió que la UCR había sido ineficiente para defenderla y salió a buscar a alguien distinto que la defendiera mejor. ¿A quién? Al presidente de Boca Juniors, un dirigente que estaba muy bien instalado y era muy visible.

—Y, ¿qué opina de la incorporación de CEOs al gobierno?

—Efectivamente, el 60% o el 65% de los funcionarios del actual gobierno provienen de la empresa privada y de actividades gerenciales. No voy a plantear una discriminación. Al contrario, creo que la política tiene que enriquecerse con todos. Pero un CEO está entrenado para maximizar la rentabilidad, para ganar plata. Ahora, la función pública no es para eso, es para otra cosa. En la función pública no se persigue ganar plata, se persigue el bien común.

—Volviendo a la UCR, el radicalismo provincial está dividido entre quienes priorizan el acuerdo con el macrismo y aquellos que priorizan la pertenencia al Frente Progresista en Santa Fe.

—Eso ya lo compatibilizó la Convención de Gualeguaychú, que no sólo resolvió hacer el acuerdo nacional con Macri, sino que también señaló que debían respetarse las alianzas preexistentes en las provincias. Pero la legitimación no implica que no exista el conflicto que usted bien señala, porque hay intereses distintos. Entonces, me parece que esta cuestión debe resolverla el afiliado radical santafesino. Debe convocarse a una convención provincial que deberá tomar la decisión estratégica.

—¿Usted qué priorizaría?

—Acá en Santa Fe sí somos un partido de gobierno en alianza con el socialismo y otras fuerzas políticas. En el orden nacional integramos una coalición electoral con el PRO, pero que no se convirtió en una coalición de gobierno. Yo le digo a los muchachos que me siento como en el tango de Discépolo, porque miro desde afuera, con la ñata contra el vidrio, lo que está pasando adentro, en el gobierno. Pero no me siento parte del gobierno de Macri. Mi partido forma parte del gobierno, pero no participa ni es consultado en las decisiones. El radicalismo, institucionalmente, no ofreció nombres, fueron elegidos por Macri y se convirtió en una asociación desequilibrada. En cambio, en Santa Fe los radicales participan de las decisiones de gobierno. O al menos eso es lo que me cuentan mis correligionarios.

Las cuentas pendientes de la democracia

—¿Cuáles considera que son las asignaturas pendientes de la democracia argentina luego de 33 años?

—El primer tema que veo es la eliminación del mediano y largo plazo. En la política argentina actual todo es inmediatez, todo es hoy o, cuanto mucho, la próxima elección. Hoy todos los diarios dicen que el gobierno de Macri está preocupado por las legislativas de 2017. Y en un mundo que está viviendo los problemas que está viviendo, si no hay posibilidad de levantar la mirada y pensar en un horizonte de 10 o 20 años qué va a pasar es una omisión grave. Por otra parte, esa falta de visión a mediano y largo plazo genera la falta de acuerdos básicos, no se logran acuerdos indispensables que deben caracterizar a las denominadas políticas de Estado, esas que se prolongan más allá de un gobierno. El diseño y la aplicación de políticas de Estado es algo que hoy está ausente. La segunda gran asignatura pendiente es la pobreza. Con 30% de pobres y sin una política de combate, no de enfrentar la emergencia sino de eliminar la emergencia. Eso, en un país potencialmente rico es una inmoralidad. Para colmo, como consecuencia de la globalización, el trabajo se convirtió en descartable. La tercera deuda pendiente es la reforma y la modernización del Estado. Este Estado no funciona. La primera obligación de Estado es monopolizar el uso de la fuerza. Y si, como me dijo un dirigente radical días atrás en Lobería, tenemos un Estado que no puede controlar a los barrabravas ni a los trapitos en las calles, ese Estado no existe. Y la cuarta gran asignatura pendiente es la reforma institucional, que se debe traducir en la división de poderes, en un mejoramiento de la Justicia, la República.

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