Por Luciano Couso
Con 25 homicidios cometidos durante julio, el departamento santafesino de Rosario acumuló un récord de 163 asesinatos en lo que va del año, la cifra más alta de la última década y una tasa que, según fuentes judiciales, «triplica la media nacional»; fenómeno que muestra una alta concentración territorial de este tipo de hechos en cuatro barrios de la ciudad. El último hecho ocurrió anoche, donde una mujer de 40 años fue asesinada a balazos al ser atacada por un grupo de personas desde un automóvil.
Los registros oficiales al 30 de julio muestran que este año fue el de mayor violencia letal en el Gran Rosario, con 163 víctimas, cuando en el mismo período del año pasado hubo 128 asesinatos y en 2020 se contabilizaron 117.
La serie histórica que miden los organismo estatales, que se inicia en 2014, permite observar que aquél año fue el más cercano a este entre enero y julio, cuando ocurrieron 156 asesinatos en el Departamento Rosario, mientras que el año de menor incidencia fue 2017, con 102 víctimas de homicidios.
«Estamos más que triplicando la media nacional en casos de homicidios dolosos, nos estamos acostumbrando», dijo ayer a la prensa Daniel Erbetta, uno de los ministros de la Corte Suprema de Justicia provincial.
Y agregó: «Da la impresión que Rosario en particular ha llegado a un nivel de naturalización de la violencia extrema que merece, cuanto menos, que estos temas sean abordados por los distintos poderes públicos y espacios políticos como un tema prioritario».
Los 25 crímenes registrados en julio -con dos dobles asesinatos-, no marcan, sin embargo, la cifra más alta del año: en abril hubo 35 homicidios, más de uno por día, y en enero pasado 28.
Así como el fenómeno de la violencia letal persiste en Rosario, con altibajos, desde hace casi una década, los informes oficiales señalan que una buena porción se desarrolla en ámbitos territoriales acotados.
«Tenemos casi el sesenta por ciento de los homicidios de la ciudad establecidos en cuatro barrios», dijo el viernes el intendente de Rosario, Pablo Javkin, tras recibir junto al gobernador Omar Perotti a familiares de víctimas de violencia altamente lesiva.
El último informe del Observatorio de Seguridad Pública (OSP) de Santa Fe dio cuenta de la concentración del conflicto entre grupos armados en zonas puntuales de la ciudad.
«Destacan los barrios Las Flores Sur, en el extremo sur del Distrito Sudoeste, cordón Ayacucho y Grandoli y Gutiérrez en el corazón del Distrito Sur, Ludueña y Empalme Graneros sobre el Distrito Noroeste y Godoy en el extremo externo del Distrito Oeste de la ciudad», señaló.
En pocas manzanas de esos barrios se registran varios homicidios, en su mayoría asociados a venganzas o disputas territoriales de grupos criminales vinculados al narcomenudeo y las extorsiones a comerciantes, una modalidad delictiva cada vez más frecuente.
Casi 30 de los más de 139 asesinatos ocurridos en Rosario en el primer semestre tuvieron como escenario los barrios Ludueña y Empalme Graneros, dos enclaves linderos.
Voceros del Ministerio de Seguridad dijeron a Télam que parte de la violencia desarrollada en el lugar se explica por la rivalidad entre dos bandas, una liderada por Francisco «Fran» Riquelme, que está preso por el ataque a una testigo en un juicio, y otra encabezada por un joven llamado Mauro Gerez.
Investigadores policiales anudan las acciones de cada grupo territorial a la conducción de las bandas criminales lideradas por el capo narco Esteban Alvarado (Riquelme) y por «Los Monos» (Gerez).
«Esas dos referencias siguen ordenando la división del territorio, pero también hay una suerte de trasvasamiento generacional, en el que se cruzan las lealtades y que anarquiza el territorio», dijo a Télam una fuente del área de Seguridad.
«Muchas veces se arrogan la pertenencia a una banda pero no es así», añadió sobre la complejización del fenómeno criminal que tiene como protagonista a jóvenes varones de barrios populares.
Según el OSP, dos de cada tres muertes violentas se dieron en el marco de organizaciones criminales ligadas a economías ilegales, el 10% de los crímenes estuvo motivado en «conflictos interpersonales» y el 5% de las víctimas no fueron las destinatarias principales de los ataques que les causaron la muerte.
En este último grupo encaja el homicidio de la docente jubilada Claudia Deldebbio (58) y las heridas sufridas por su hija, la profesora de danza Virginia Ferreyra, que aún permanece internada en estado crítico.
Ambas fueron baleadas el sábado 23 de julio en una parada de colectivos del Parque del Mercado, en el sur rosarino, al quedar en medio de un tiroteo, presuntamente entre bandas de la zona.
A diferencia de la mayoría de las víctimas de asesinatos, que son jóvenes varones de barrios populares socialmente construidos como «matables» y asociados al desarrollo de presuntas acciones ilícitas, el crimen de Deldebbio provocó la reacción de una parte de la ciudadanía rosarina.
Hubo marchas, sentadas con velas, familiares de víctimas de la inseguridad montaron una carpa frente al municipio local y ayer se realizó una nueva concentración en la plaza San Martín de esta ciudad.
En la actividad en reclamo de justicia, convocada bajo el lema «Paz para Rosario», el presidente de la Asociación Libanesa de Rosario, Néstor Hage, donde la profesora daba clases, dijo: «Queremos pedir paz para Rosario, es lo que necesitamos todos en esta hermosa ciudad.»
«Por la memoria de Claudia y la recuperación de Virginia, queremos que la ciudad vuelva a ser nuestra», agregó.
La condición de «víctimas ilegítimas» de madre e hija provocó las demandas ante las autoridades, en contraste con la mayoría de los casos que se registran en Rosario, que tienen como damnificados a personas consideras «víctimas habituales» de la violencia letal.