El jefe militar de los rebeldes libios, Abdel Fattah Yunes, indicó ayer que están recibiendo equipamiento bélico moderno. Aunque declinó revelar la procedencia, reconoció que muchos de sus hombres están usando material de fabricación u origen británico. Incluye chalecos blindados, teléfonos satelitales y otros equipos de comunicaciones. Pero estos pertrechos no son suficientes para organizar a un grupo de personas de las más diversas procedencias.
En el terreno es claro el accionar indisciplinado de los insurgentes. Los jefes rebeldes se organizan para combatir a las tropas gubernamentales del coronel Muamar Gaddafi enrolando y entrenando a voluntarios civiles que jamás tocaron un arma.
Los aspirantes son estudiantes, profesores, jubilados, trabajadores del sector petrolero o profesionales que forman filas irregulares en la antigua base militar 7 de Abril, que perteneciera a las fuerzas gubernamentales, y que fuera tomada por los rebeldes.
“Me uní a la rebelión desde el principio, sin armas. Llevo entrenándome 40 días. Me han enseñando a usar Kalashnikov, RPG (lanzagranadas) y pistolas”, explica a Télam Mahmud Benzamin, un ingeniero en electrónica de 43 años.
Aunque satisfecho por su capacitación, Benzamin sólo ha sido entrenado para utilizar armas ligeras para enfrentarse a las fuerzas leales a Gaddafi, compuestas por carros de combates y artillería pesada que controlan la mayor parte del territorio libio.
La instrucción está a cargo de oficiales que dejaron las fuerzas armadas de Gaddafi para ingresar en las filas de la rebelión y entrenan a los voluntarios inexpertos y con frecuencia desarmados para convertirlos en una fuerza de combate.
Los entrenadores piden a los civiles, y a los rebeldes que no poseen armas útiles, que se alejen del frente de batalla para evitar los movimientos de pánico cuando se producen ataques con morteros a los convoyes en las carreteras que atraviesan el desierto, hechos que Télam ha podido comprobar en el terreno.
“Recibimos a más de cien voluntarios cada día. Para la gente que tiene una experiencia previa, el entrenamiento dura una semana. Mientras que las personas que no tienen experiencia, reciben un entrenamiento de cuatro o cinco semanas” relató a Télam Maney El Bejon, un piloto de aviones que trabajaba para la aerolínea de Emiratos Árabes y vivía en Qatar.
“Son enviados al frente después de hacerles un examen médico y psicológico”, aseveró El Bejon, aunque por lo indisciplinada y caótica que se ha observado la conducta de los rebeldes en el terreno, parecen estar muy lejos de haber pasado un examen de estas características, salvo excepciones, donde se demuestra templanza y profesionalismo.
Con muy pocas semanas de experiencia en una guerra, carecen del conocimiento de los fundamentos del combate ofensivo y defensivo, y de cómo organizar el fuego de apoyo. Abren fuego de manera imprudente y demasiadas veces de manera accidental. Se los observa inestables, proclives al pánico y responden a su estado de ánimo, que puede cambiar al instante.
Cuando su moral llega a un pico, los ataques que lanzan tienden a ser frontales y sangrientos y se convierten en columnas que corren a lo largo de una ruta para enfrentar las ametralladoras de Gaddafi y la mayoría no sabe lo que es mantener un terreno conquistado o cómo deben protegerse del persistente fuego de cohetes y morteros.
No hay ningún oficial visible ni cuerpo de suboficiales. Sus armas son una mezcla de compras realizadas de apuro y pocos saben usarlas. Los enfrentamientos entre los hombres bien equipados del coronel libio y la rebelión, los obligaron a redoblar esfuerzos para profesionalizarse, con el objetivo de ganar un duelo desigual.
“Además de las armas, necesitamos sistemas de comunicación, porque es el problema más importante que estamos teniendo en este momento”, afirmó El Bejón.
Pero parece que ese problema, se está resolviendo con la ayuda de sus países aliados –o países amigos, como ellos dicen – lo que excede a la Resolución 1973 de Naciones Unidas, e implica una ayuda directa para derrocar a Gaddafi.