Un abraçaço grandote, que pudo abarcar a dos mil personas por casi dos horas. Eso fue lo que sucedió el último domingo cuando Caetano Veloso visitó por tercera vez Rosario para ofrecer un concierto de dos horas en el Salón Jarana del City Center, junto a su power trío BandaÇe, con la que tiene una asociación poderosa desde el 2006 bajo la atenta producción de Moreno Veloso, ausente en esta gira.
Es de destacar que la tercera visita de Veloso (las anteriores fueron en 1984 y 1998) se produce en compañía de BandaÇe, una formación que le imparte un sonido particular a las canciones, eléctrico y casi experimental. El grupo formado por Pedro Sá en guitarras (quien vino hace años con Moreno a Metropolitano), Ricardo Días Gómez en bajo y Marcelo Callado en batería, es una banda todo terreno que abarca el abrazo en toda su extensión, permitiendo que Caetano se mueva cómodo sobre vientos tempestivos, cadencias suaves de bossa o melodías amables que le permiten coreografiar un baile mínimo pero constante, marcado por los golpes de los parches y la guitarra distorsionada.
Una batería de canciones que se suceden sin pausa, casi sin palabras, sólo sus gestos, las sonrisas y las mejores canciones, las que son necesarias y esperadas. Caetano abrió el concierto con «A bossa nova é foda”, una puerta de entrada que funciona como un resumen perfecto de todas sus influencias desplegadas en cincuenta años de composiciones. El segundo tema de la noche fue “Baby”, aquella hermosa canción que cedió a Gal Costa, que fue una grata sorpresa ante la posibilidad de escucharla en su voz. La tercera canción de la noche fue “Abraçaço” surcando el sendero para otras que integran el nuevo disco, que ya tiene su edición Multishow Abraçaço ao Vivo, registrado en un concierto de 2013 en Río de Janeiro.
El escenario del concierto estaba ubicado al medio del rectangular salón, por lo que el artista quedaba de costado de buena parte del auditorio, pero se podía seguir la escena del show desde cuatro grandes pantallas (casi de tamaño real), ubicadas en los laterales y a cada lado del escenario, que acompañadas por un sonido claro y envolvente, permitían no perderse ninguna instancia del concierto.
Con una chaqueta de jean y pantalones verdes, Caetano se ubicó al medio de una austera escenografía compuesta por figuras geométricas apoyadas sobre caballetes de pintor. Veloso jugó con ellas como su fueran el marco de cuadro, así, con el impacto de la imagen. Por momentos bailó coreográficamente sin importarle que su camisa fuese bastante corta, y hasta jugó con dejar su torso al descubierto. Cuando fue necesario, cedió espacios a sus músicos para que improvisaran algunos solos y mostró en gran parte del show una generosa sonrisa, que marcó la comunicación con su público en todo momento.
Con 49 discos editados y 73 años, el músico más prolífico de la música brasilera (y porqué no del continente) hizo un repaso por sus mejores canciones. Si alguna señora de la primera fila esperaba escuchar “Capuchito de Alelí”, seguramente debió conformarse con la hermosa versión de “Tonada de la luna llena” (de Simón Díaz), que formaba parte de “Fina Estampa”, disco con canciones en castellano que Caetano había escuchado en su infancia cantadas por su madre Doña Canó, convertido en uno de los momentos más bellos del canto de Veloso.
Siempre con un sonido eléctrico y potente, el vibrato característico de Caetano fue alternando con su melodiosa voz (que no muestra arrugas ni fisuras), para entonar hermosas canciones, entre las que se destacaron “Parabens”, “Leonzinho, “O imperio da lei” (con destacado desempeño del baterista), la extensa “un Comunista” (Un mulato Ballano, muy alto y mulato, hijo de un italiano y de una negra hauçá. Fue aprendiendo a leer mirando el mundo alrededor, y prestando atención en lo que no estaba a la vista). Pasó con honores la hermosa y contundente versión de “Estou triste”, el tema más vanguardia de Abraçaço donde el músico despliega todas las marcas de la música inglesa que ha experimentado y donde la banda que lo acompaña llega a un nivel próximo a la perfección sonora.
Pero las ganas de bailar aparecieron con algunos acordes festivos aunque el lugar no ofreció espacios para ese fin, con la contagiosa banda de sonido de “La luz de Tieta” y como un cierre colectivo, todos juntos cantando “Desde que el samba es samba”, aquella que manda a la señora tristeza afuera, después de disfrutar de dos horas con el encanto de Caetano Veloso.