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Con cautela y en silencio, la política santafesina entra en terreno electoral

La pandemia, la inflación y la inseguridad obligaron a bajarle el perfil a la rosca política. Sin embargo, en la provincia, los distintos frentes ya discuten los armados y las candidaturas. En poco más de dos meses vence el plazo para la inscripción de alianzas

La gente de a pie está en otra cosa. La escalada de los precios, la vuelta a clases, la pandemia y las –posibles– nuevas restricciones ante la llegada de la segunda ola del coronavirus son las mayores preocupaciones de santafesinas y santafesinos. Mientras tanto, en forma sigilosa pero decidida, los partidos políticos ya pusieron manos a la obra de cara al doble turno electoral de agosto y octubre. El tema hoy pasa del todo desapercibido para las mayorías, pero con el correr de las semanas irá ganando espacio en los medios y habrá que ver si ocurre lo mismo en la ciudadanía, hoy más ocupada por el día a día de la economía, la seguridad y la salud que por las alianzas políticas y las elecciones intermedias.

La incertidumbre de fines de 2020 fue disipada un par de semanas atrás por la Cámara Electoral Nacional, que fijó las fechas de los comicios de este año. El 8 de agosto se realizarán las primarias y el 24 de octubre las generales. El cronograma incluye cierre de alianzas el 9 de junio e inicio de la campaña de las Paso el 19 de junio. Quedan algo más de dos meses para que los partidos y frentes políticos muestren sus cartas. En Santa Fe, además de diputados y senadores nacionales, se renovarán por mitades los concejos municipales y la totalidad de las comisiones comunales.

La provincia de Santa Fe todavía no decidió su propio cronograma electoral, pero es un hecho que se unificará con el nacional. Es una práctica habitual en cada elección intermedia y se torna aún más necesaria en un escenario de pandemia. La utilización de dos instrumentos distintos –boleta sábana para los cargos nacionales y boleta única para los cargos locales– no fue una dificultad en las elecciones de 2013 y de 2017, debido a la baja complejidad de las intermedias: por caso, los rosarinos elegirán concejales con una sola boleta única y diputados y senadores nacionales con boleta sábana. Son dos elecciones distintas que se unifican en la misma fecha.

Ese fue uno de los temas que conversaron en las últimas semanas el ministro de Gobierno de la provincia, Roberto Sukerman, y las autoridades de los principales partidos de la oposición –la UCR, el socialismo y el PRO– en el marco de la ronda de diálogo que lanzó la Casa Gris a principios de año. Fue uno de los temas, pero no el único: la reforma de la Constitución también estuvo en la agenda –sin grandes avances hasta ahora–, además de cuestiones más urgentes de la coyuntura como la seguridad, el regreso a las aulas y la campaña de vacunación.

Tras la reunión con el PRO –la última hasta ahora de la ronda de diálogo–, el ministro Sukerman aclaró que la unificación de las fechas electorales es “provisoria”, aunque la decisión ya está tomada: “Para fijar la fecha de las elecciones provinciales tenemos un plazo para la convocatoria que es el 10 de abril. Si para entonces hay confirmación de la Nación de que son esas fechas (8 de agosto y 24 de octubre), acompañaremos ese calendario. Si, en cambio, hacia esa fecha no hay todavía una convocatoria de la Nación, la provincia sacará un decreto más genérico en el que se planteará que haremos las elecciones en comunas y municipios en la misma fecha, en el mismo momento que realice Nación las suyas”.

Plebiscito de gestión

En su primer testeo desde el regreso al poder, el peronismo santafesino enfrenta dos elecciones con características y condimentos muy diferentes.

En el plano nacional, el PJ de Santa Fe está obligado a aportar a lo que la Casa Rosada presentará, una vez iniciada la campaña, como una suerte de plebiscito del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. En el match nacional de 2019, en nuestra provincia, la fórmula Macri-Pichetto se impuso en la categoría presidencial y Federico Angelini venció a Marcos Cleri en la categoría de diputados. El peronismo llega a las urnas obligado a dar vuelta ese resultado.

En los comicios de este año se renueva la mitad de las bancas en la Cámara de Diputados de la Nación y Santa Fe es una de las ocho provincias que elegirá a sus tres senadores nacionales para los próximos seis años. Esa doble elección hace de nuestro territorio uno de los más importantes en la disputa que encarará el gobierno nacional.

Como ocurre en todas las elecciones nacionales, el armado de las listas se rosquea en cada territorio, pero se termina cerrando en la ciudad de Buenos Aires. En el caso de Santa Fe, los dos senadores del oficialismo –la cristinista María de los Ángeles Sacnun y el perottista Roberto Mirabella– están lanzados desde el año pasado, ambos en busca de un nuevo mandato en el Congreso. El triunvirato Alberto-Cristina-Perotti definirá el orden de esa fórmula, muy atentos los tres a un detalle que no es menor: si el peronismo sale segundo en la provincia, sólo ingresará un senador. De allí que toda la atención –y las pulseadas que se avecinan– estén centradas casi exclusivamente en el orden en que se componga esa lista y si finalmente son esos dos los nombres elegidos.

El sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias permite a los partidos dirimir sus internas a través del voto popular. No parece ser hoy el escenario que predomine en el peronismo de Santa Fe, que en 2019 recuperó el gobierno provincial a partir de un armado amplio que incluyó a perottistas, kirchneristas y ortodoxos, con el regreso del massismo al seno materno y con una decisiva participación en el territorio de los senadores. Habrá que ver si esa “unidad en la diversidad” se impone como criterio para el armado de la lista de diputados, como ocurrió dos años atrás; también allí tallará el triunvirato Alberto-Cristina-Perotti.

Halcones y palomas

En el campamento de Juntos por el Cambio la situación es de desorden. No está claro quién manda. A nivel nacional se perfilan dos grupos –los moderados de Horacio Rodríguez Larreta y los duros de Mauricio Macri y Patricia Bullrich–, pero ni uno ni otro logra imponerse en la conducción del espacio. Desde el costado, los radicales afines al PRO especulan, fiel a su estilo, y ponen fichas aquí y allá: algún pleno van a terminar acertando.

El desconcierto que domina al macrismo desde la derrota de 2019 tiene su correlato en Santa Fe. Avalados por Alfredo Cornejo, los radicales de la bota se han lanzado a la cruzada de reunir a todos los espacios no peronistas bajo el mismo paraguas electoral. Carlos Fascendini hasta ensayó un nombre: Frente Amplio Santafesino. Quieren sumar al socialismo, ante la firme resistencia de las principales espadas del partido de la rosa, Miguel Lifschitz a la cabeza. Desde Buenos Aires pispean: Larreta está de acuerdo con ese rejunte, piensa que aporta potencia electoral; Patricia Bullrich no quiere saber nada; Macri todavía no se ha expresado. La indefinición en materia de alianzas estira la incógnita de los nombres propios, sobre todo en Juntos por el Cambio donde no hay ningún dirigente lanzado de lleno a la campaña, aunque muchos están precalentando.

Sin hablar en público –y tampoco en las sesiones del Senado– Carlos Reutemann sigue siendo la principal carta electoral del macrismo en la provincia de Santa Fe. Este año termina su mandato y desde Buenos Aires aseguran que el Lole está negociando con Miguel Pichetto postularse en busca de su cuarta reelección al hilo. Claro que, para eso, pone condiciones: Reutemann no quiere saber nada con la apertura del espacio hacia nuevos socios, llámese UCR o socialismo. Habrá que esperar el desenlace de la novela.

El dilema del otoño

Mientras intentan contener a sus aliados del radicalismo frentista, para que no se vayan masivamente a Juntos por el Cambio, los socialistas están enfrascados en un proceso electoral interno con desenlace previsto para el 18 de abril. Es una oportunidad de oro para sanar las heridas de 2019; habrá que ver si sus principales dirigentes saben aprovecharla.

Los sectores de Lifschitz y Bonfatti han dejado de lado, al menos por ahora, las diferencias del pasado reciente de cara a la renovación de autoridades partidarias. Ese proceso transcurre por un andarivel que va en paralelo al armado de las elecciones locales y nacionales. Para el Frente Progresista, que no talla a nivel nacional, no es lo mismo ir a la contienda electoral con candidatos potentes –léase Lifschitz como cabeza de la lista de senadores– que postular a dirigentes con menor caudal electoral. El cuarto puesto de las elecciones nacionales de 2015 –es cierto: jalonado por la falta de una referencia presidencial– es un recuerdo demasiado vivo al interior del socialismo y del Frente Progresista, o lo que queda de él.

Por eso, la gran incógnita del otoño pasa por saber qué hará Lifschitz. El año pasado dio a entender que tenía la intención de participar de la elección de senadores, la madre de todas las batallas. Desde entonces recorre la provincia y se reúne con dirigentes frentistas de todas las latitudes. Hasta ahora, el ex gobernador no confirma ni desmiente nada, pero está decidido a no correrse del centro de la escena: tiene un ojo puesto en 2021 y el otro en 2023.

Alentado por su partido y por sus aliados de la UCR frentista, Lifschitz no tiene mucho margen para correrse de la contienda de medio término. Es una oportunidad de oro para posicionarse como “candidato natural” a la Casa Gris ante un gobierno que está más ocupado en la pandemia y en la inseguridad que en la construcción política de la sucesión de Perotti, un tema que hoy por hoy parece neblinoso.

El partido de los intendentes

Partido aparte se juega en la elección de concejales. Allí tratarán de influir el gobierno provincial y los espacios opositores, pero ante todo es una disputa que se pondrán al hombro intendentas e intendentes. Para ellos –como para Alberto en el plano nacional– la elección de medio término también funciona como referéndum de sus gestiones.

Con el paso de las semanas, se irán despejando variables y el escenario electoral parecerá más claro. En ese momento empezarán a surgir los nombres propios y, con ellos, las propuestas para buscar enamorar a un electorado que hoy tiene toda la atención en otras cuestiones. La novela electoral recién está en sus primeros capítulos.

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